II Reyes  . 10,25

Apenas Jehú terminó de sacrificar la ofrenda quemada, les ordenó a sus guardias y oficiales: «¡Entren y mátenlos a todos! ¡Que no escape nadie!». Así que los guardias y oficiales los mataron a filo de espada y arrastraron los cuerpos fuera.* Luego los hombres de Jehú entraron en la fortaleza más recóndita* del templo de Baal

O y dejaron los cuerpos tirados allí o y los arrojaron al atrio más externo.

En hebreo la ciudad.

II Reyes  10, 25

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