Ester  4 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 17 versitos |
1 ° Cuando Mardoqueo tuvo noticia de lo que pasaba, rasgó sus vestiduras, se vistió de saco, se cubrió de ceniza y recorrió la ciudad gimiendo amargamente y clamaba a voz en cuello: «Quieren eliminar a un pueblo que no ha faltado en nada».
2 Se detuvo ante la puerta del palacio real, pues nadie podía cruzarla vestido de saco.
3 En todas las provincias, cuando fue conocido el decreto real, hubo gran duelo entre los judíos, con ayuno, llanto y lamentos. Muchos de ellos se acostaron sobre saco y ceniza.
4 Las esclavas y los eunucos de Ester fueron a decírselo. Ella quedó consternada y envió ropa a Mardoqueo para que abandonara el saco y se vistiera; pero él no quiso.
5 Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos reales que estaban a su servicio, y le ordenó que preguntase a Mardoqueo cuál era la razón de semejante proceder.
6 Hatac encontró a Mardoqueo en la plaza situada frente a la puerta de palacio
7 y Mardoqueo le contó lo que le había sucedido y cómo Amán había prometido entregar al tesoro real una suma de dinero por la destrucción de los judíos.
8 Le dio una copia del decreto de exterminio promulgado en Susa, para que se lo mostrara a Ester y la pusiera al tanto de la situación, con el ruego de que ella se presentara ante el rey para pedir clemencia en favor de su pueblo y le dijera: «Recuerda cuando eras pequeña: cómo te alimentaba con mi mano. Ya que Amán, el segundo en el reino, ha pedido nuestra muerte, invoca tú al Señor, habla al rey en favor nuestro y líbranos de la muerte».
9 Hatac comunicó a Ester la respuesta de Mardoqueo,
10 y ella lo envió de nuevo con este mensaje:
11 «Todos los cortesanos del rey y la gente de las provincias saben que, por decreto real, cualquier persona, hombre o mujer, que se presente ante el rey en el patio interior sin haber sido llamada merece la muerte, a menos que el rey, extendiendo su cetro de oro hacia ella, le perdone la vida. Y hace ya treinta días que el rey no me llama a su presencia».
12 Cuando Mardoqueo recibió el mensaje de Ester,
13 pidió que le dijeran: «No pienses que, por estar en el palacio real, vas a ser la única que se salve entre todos los judíos.
14 Si ahora te obstinas en callar, el auxilio y la liberación vendrán a los judíos de otra parte, mientras que tú y tu familia pereceréis. Incluso es muy posible que hayas llegado a ser reina para una ocasión como esta».
15 Ester mandó que respondieran a Mardoqueo:
16 «Reúne a todos los judíos que habitan en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis doncellas ayunaremos. Después, aunque la ley lo prohíbe, me presentaré ante el rey. Y, si he de morir, moriré».
17 Mardoqueo se fue y cumplió lo que Ester le había indicado.

17a

Mardoqueo y Ester invocan la ayuda de Dios

Mardoqueo, recordando las maravillas del Señor, oró así:
17b «¡Señor, Señor, rey omnipotente! El mundo entero está sometido a tu poder. Cuando te propones salvar a Israel, no hay quien pueda volverse contra ti.
17c Porque tú creaste el cielo y la tierra y las maravillas que existen bajo el cielo. Eres Señor de todo, y nadie puede oponerse a ti, Señor.
17d Tú conoces todas las cosas. Tú sabes, Señor, que, si me niego a postrarme ante el insolente Amán, no lo hago por arrogancia, orgullo o soberbia, pues llegaría a besarle las plantas de los pies por la salvación de Israel:
17e lo hago porque para mí ningún hombre es equiparable a Dios. No me postraré más que ante ti, Señor. Mi conducta, pues, no obedece al orgullo.
17f Y ahora, Señor, Dios y Rey, Dios de Abrahán, perdona a tu pueblo, porque nuestros enemigos traman nuestra ruina. Desean destruir la heredad que es tuya desde siempre.
17g No desprecies al pueblo que rescataste para ti de la tierra de Egipto.
17h Escucha mi oración y ten misericordia de tu heredad; convierte nuestro duelo en alegría, para que, conservando la vida, alabemos tu nombre, Señor. No cierres los labios de los que te alaban».
17i Y todo Israel clamó con todas sus fuerzas porque su muerte era inminente.
17k Y la reina Ester, presa de un temor mortal, se refugió en el Señor. Despojándose de sus vestiduras lujosas, se puso ropas de angustia y aflicción; y, en lugar de sus refinados perfumes, cubrió su cabeza de polvo y basura. Humilló extremadamente su cuerpo con ayunos, cubrió totalmente su aspecto alegre con sus cabellos desordenados y suplicó al Señor, Dios de Israel, diciendo:
17l «Señor mío, rey nuestro, tú eres el único. Defiéndeme que estoy sola y no tengo más defensor que tú, porque yo misma me he puesto en peligro.
17m Desde mi nacimiento yo oí en mi tribu y en mi familia que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre todos sus antepasados para que fueran por siempre tu heredad. Realizaste en favor suyo todo lo que prometiste.
17n En cambio nosotros hemos pecado ante ti y nos has entregado en manos de nuestros enemigos por haber adorado a sus dioses. Eres justo, Señor.
17o Pero ahora no se contentan con la amargura de nuestra esclavitud, sino que han pactado con sus ídolos para derogar tu decreto, hacer desaparecer tu heredad, cerrar la boca de los que te alaban y apagar la gloria de tu casa y de tu altar;
17p para abrir la boca de los gentiles al elogio de sus dioses vacíos y para que admiren por siempre a un rey de carne.
17q No entregues, Señor, tu cetro a los que no son nada, que no se rían de nuestra caída. Al contrario, vuelve sus planes contra ellos y escarmienta al que empezó a atacarnos.
17r Acuérdate, Señor; manifiéstate en el tiempo de nuestra tribulación y dame valor, rey de los dioses y dueño de todo poder.
17s Pon en mi boca la palabra oportuna cuando esté ante el león y cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca y termine con él y con los que piensan como él.
17t Pero a nosotros sálvanos con tu mano y defiéndeme a mí, que estoy sola, y no tengo a nadie fuera de ti, Señor.
17u Tú conoces todo y sabes que he aborrecido la gloria de los impíos y detesto el lecho de los incircuncisos y de cualquier extranjero.
17v Tú sabes mi pena, porque detesto el signo de mi dignidad que llevo sobre mi cabeza cuando aparezco en público; lo detesto como trapo de menstruación y no lo llevo en privado.
17x Tu sierva no ha comido en la mesa de Amán y no ha apreciado el banquete del rey, ni ha bebido vino de libaciones;
17y y, desde el día de mi coronación hasta hoy, tu sierva no ha encontrado gozo sino en ti, Señor, Dios de Abrahán.
17z ¡Oh Dios, que todo lo dominas!, atiende a la voz de los que pierden la esperanza y líbranos de la mano de los malvados. Y líbrame de mi temor».

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Introducción a Ester 

ESTER

El nombre de la heroína del relato da título a esta obra. Ella salvará al pueblo judío de la destrucción que le amenaza a causa de Amán, primer ministro de Asuero, rey de Persia. Aunque el relato se muestra preciso en muchas costumbres, bien conocidas por fuentes históricas, no podemos decir que estemos ante un relato histórico. Algunos datos importantes chocan con lo que sabemos por la historia. Pese a adoptar la forma de una novela histórica, bien ambientada y con ausencia de elementos fantásticos o sobrenaturales, la intención de Ester no es describir un acontecimiento del pasado, sino proporcionar el fundamento histórico a una fiesta religiosa, la de los Purim, que no aparece entre las fiestas ratificadas por el Pentateuco (Éxo 34:18-27). La fiesta, una especie de carnaval caracterizado por la alegría, los regalos y los banquetes, se sigue celebrando actualmente entre los judíos, y en ella se lee este libro. La obra puede datarse en la segunda mitad del siglo II a.C.

(La versión griega de los LXX añade, con relación a la hebrea, seis adiciones mayores. Están indicadas en la edición mediante el uso de la letra cursiva).

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Ester  4,1-17*4:1-17 La iniciativa corresponde a Mardoqueo, cuyo plan de actuación pasa por la intervención de Ester; por eso tiene que informarle, convencerla e incluso presionarla (v. Est 4:13-14). Los gestos mencionados en el v. Est 4:1 indican desgracia, dolor, duelo y penitencia; con frecuencia tienen una intención religiosa y van acompañados de la oración.