1 Oración de quien está abrumado de problemas y se desahoga ante el SEÑOR. SEÑOR, ¡oye mi oración! ¡Escucha mi ruego! |
2 No te alejes de mí en el tiempo de mi angustia. Inclínate para escuchar y no tardes en responderme cuando te llamo. |
3 Pues mis días desaparecen como el humo, y los huesos me arden como carbones al rojo vivo. |
4 Tengo el corazón angustiado, marchito como la hierba, y perdí el apetito. |
5 Por mi gemir, quedé reducido a piel y huesos. |
6 Soy como un búho en el desierto, como un búho pequeño en un lugar remoto y desolado. |
7 Me acuesto y sigo despierto, como un pájaro solitario en el tejado. |
8 Mis enemigos se burlan de mí día tras día; se mofan de mí y me maldicen. |
9 Me alimento de cenizas; las lágrimas corren por mis mejillas y se mezclan con mi bebida, |
10 a causa de tu enojo y de tu ira, pues me levantaste y me echaste. |
11 Mi vida pasa tan rápido como las sombras de la tarde; voy marchitándome como hierba. |
12 Pero tú, oh SEÑOR, te sentarás en tu trono para siempre; tu fama durará por todas las generaciones. |
13 Te levantarás y tendrás misericordia de Jerusalén;* ya es tiempo de tener compasión de ella, ahora es el momento en que prometiste ayudar. |
14 Pues tu pueblo ama cada piedra de sus murallas y atesora hasta el polvo de sus calles. |
15 Entonces las naciones temblarán ante el SEÑOR; los reyes de la tierra temblarán ante su gloria. |
16 Pues el SEÑOR reconstruirá Jerusalén; él aparecerá en su gloria. |
17 Escuchará las oraciones de los desposeídos; no rechazará sus ruegos. |
18 Que esto quede registrado para las generaciones futuras, para que un pueblo aún no nacido alabe al SEÑOR. |
19 Cuéntenles que el SEÑOR miró hacia abajo, desde su santuario celestial. Desde los cielos miró la tierra |
20 para escuchar los gemidos de los prisioneros, para poner en libertad a los condenados a muerte. |
21 Por eso la fama del SEÑOR se celebrará en Sión, y sus alabanzas en Jerusalén, |
22 cuando las multitudes se reúnan y los reinos vengan a adorar al SEÑOR. |
23 A la mitad de mi vida, me quebró las fuerzas, y así acortó mis días. |
24 Pero clamé a él: «Oh mi Dios, el que vive para siempre, ¡no me quites la vida en la flor de mi juventud! |
25 Hace mucho tiempo echaste los cimientos de la tierra y con tus manos formaste los cielos. |
26 Ellos dejarán de existir, pero tú permaneces para siempre; se desgastarán como ropa vieja. Tú los cambiarás y los desecharás como si fueran ropa. |
27 Pero tú siempre eres el mismo; tú vivirás para siempre. |
28 Los hijos de tu pueblo vivirán seguros; los hijos de sus hijos prosperarán en tu presencia». |