Numeros  22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 41 versitos |
1

Profecías de Balaán
Balac llama a Balaán

Siguieron adelante y acamparon en las llanuras de Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó.
2 Balac, hijo de Sipor, vio cómo había tratado Israel a los amorreos,
3 y Moab tuvo miedo de aquel pueblo tan numeroso; Moab tembló ante los israelitas.
4 Y dijo a los senadores de Madián:
– Toda esta gente va a acabar con nuestra comarca como un buey acaba con la hierba de la pradera.
Balac, hijo de Sipor, era entonces rey de Moab.
5 Y envió mensajeros a Balaán, hijo de Beor, que habitaba en Petor, junto al Éufrates, en tierra de amonitas, para que lo llamaran, diciéndole:
– Ha salido de Egipto un pueblo que cubre la superficie de la tierra, y se ha establecido frente a nosotros.
6 Ven, por favor, a maldecir a ese pueblo, que es más numeroso que nosotros, a ver si logro derrotarlo y expulsarlo de la región. Porque yo sé que a quien tú bendices queda bendecido y a quien tú maldices queda maldecido.
7 Los senadores de Moab y de Madián fueron con el dinero en la mano para pagar las maldiciones a donde estaba Balaán y le transmitieron el mensaje de Balac.
8 Él les dijo:
– Duerman esta noche aquí y les comunicaré lo que el Señor me diga.
Los jefes de Moab se quedaron con Balaán.
9

Balaán se niega a ir

Dios vino a ver a Balaán y le preguntó:
–¿Quiénes son esos que están contigo?
10 Contestó Balaán:
– Me los ha enviado Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, con este mensaje:
11 Un pueblo ha salido de Egipto que cubre la superficie de la tierra; ven pronto a maldecirlos, a ver si logro pelear con ellos y expulsarlos.
12 Dios dijo a Balaán:
– No irás con ellos ni maldecirás a ese pueblo, que es bendito.
13 Balaán se levantó a la mañana siguiente y dijo a los ministros de Balac:
– Vuelvan a su tierra, porque el Señor no me deja ir con ustedes.
14 Los jefes de Moab se levantaron, y llegados a casa de Balac, le dijeron:
– Balaán se ha negado a venir con nosotros.
15 Pero Balac despachó otros jefes más numerosos e importantes que los anteriores,
16 los cuales llegaron adonde estaba Balaán y le dijeron:
– Así dice Balac, hijo de Sipor: No rehúses venir a verme,
17 porque te haré muy rico y haré todo lo que me digas. Ven, por favor, a maldecir a este pueblo.
18 Balaán respondió a los ministros de Balac:
– Aunque me diera su palacio lleno de oro y plata, yo no podría quebrantar el mandato del Señor, mi Dios, ni poco ni mucho.
19 Por tanto, quédense aquí esta noche, hasta que sepa lo que me dice el Señor esta vez.
20

La burra de Balaán

Dios vino de noche a donde estaba Balaán y le dijo:
– Ya que esos hombres han venido a llamarte, levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga.
21 Balaán se levantó de mañana, aparejó la borrica y se fue con los jefes de Moab.
22 Al verlo ir, se encendió la ira de Dios, y el ángel del Señor se plantó en el camino haciéndole frente. Él iba montado en la borrica, acompañado de dos criados.
23 La borrica, al ver al ángel del Señor plantado en el camino, con la espada desenvainada en la mano, se desvió del camino y tiró por el campo. Pero Balaán la castigó para volverla al camino.
24 El ángel del Señor se colocó en un paso estrecho, entre viñas, con dos cercas a ambos lados.
25 La borrica, al ver al ángel del Señor, se arrimó a la cerca, y apretó la pierna de Balaán contra la tapia. Él la volvió a golpear.
26 El ángel del Señor se adelantó y se colocó en un paso angosto, que no permitía desviarse ni a derecha ni a izquierda.
27 Al ver la borrica al ángel del Señor, se tumbó debajo de Balaán. Él, enfurecido, se puso a golpearla.
28 El Señor abrió la boca a la borrica y ésta dijo a Balaán:
–¿Qué te he hecho para que me apalees por tercera vez?
29 Contestó Balaán:
– Que te burlas de mí. Si tuviera a mano un puñal, ahora mismo te mataría.
30 Dijo la borrica:
–¿No soy yo tu borrica, en la que montas desde hace tiempo? ¿Me solía portar así contigo?
Contestó él:
– No.
31 Entonces el Señor abrió los ojos a Balaán, y éste vio al ángel del Señor plantado en el camino con la espada desenvainada en la mano, e inclinándose se postró rostro en tierra.
32 El ángel del Señor le dijo:
–¿Por qué golpeas a tu burra por tercera vez? Yo he salido a hacerte frente, porque sigues un mal camino.
33 La borrica me vio y se apartó de mí tres veces. Si no se hubiera apartado, ya te habría matado yo a ti, dejándola viva a ella.
34 Balaán respondió al ángel del Señor:
– He pecado, porque no sabía que estabas en el camino, frente a mí. Pero ahora, si te parece mal mi viaje, me vuelvo a casa.
35 El ángel del Señor respondió a Balaán:
– Vete con esos hombres; pero dirás únicamente lo que yo te diga.
Y Balaán prosiguió con los ministros de Balac.
36

Balaán y Balac

Cuando Balac oyó que se acercaba Balaán, salió a recibirlo a Ciudad Moab, en la frontera del Arnón, límite de su territorio.
37 Y le dijo:
– Yo te mandé llamar, ¿por qué no querías venir? ¿No puedo yo hacerte rico?
38 Respondió Balaán:
– Acabo de llegar a tu casa; pero, ¿qué puedo decir yo? Pronunciaré sólo la palabra que el Señor me ponga en la boca.
39 Balaán prosiguió con Balac hasta que llegaron a Ciudad Jusot.
40 Allí Balac hizo matar vacas y ovejas, y ofreció la carne a Balaán y a los jefes que lo acompañaban.
41 A la mañana siguiente Balac tomó a Balaán y subió con él a Monte Baal, desde donde se distinguían los alrededores del campamento israelita.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  22,1-44Profecías de Balaán. Las tradiciones sobre el desierto conservaron este relato que, releído durante el destierro en Babilonia o en otros momentos críticos de la vida de Israel, da esperanza y mantiene viva la fe del pueblo. El rey de Moab, viendo el avance de Israel, siente temor y llama a Balaán, un personaje respetado y famoso que, según parece, vive en territorio mesopotámico lejos de Moab. Según el texto, se trata de un hombre de Dios que, de acuerdo con las creencias de aquel entonces, tendría la capacidad suficiente de maldecir o de bendecir y lograr que su maldición o bendición tuvieran efecto. Lo llamativo del pasaje es que, a pesar de tratarse de un «hombre de Dios», su burra resulta tener más capacidad de visión y distinguir la presencia divina en el camino que él. El relato se construye sobre una especie de fábula o cuento que sirve para ilustrar el proceso de discernimiento que un personaje como Balaán tiene que realizar, para saber exactamente al servicio de qué dios está.
Los repetidos intentos de Balac por arrancar a Balaán la maldición para Israel, con el mismo resultado contrario, indican el grado de conciencia que de sí mismo ha ido desarrollando el pueblo israelita entre los demás pueblos. Éste es un punto de apoyo para los momentos históricos difíciles, cuando tanto la fe como la identidad nacional estuvieron a punto de perderse.
La escuela teológico-literaria sacerdotal (P) aprovecha estas tradiciones reelaborándolas y actualizándolas a la época del destierro en Babilonia, para animar la esperanza y hacer ver que a pesar del poderío de los enemigos de Israel y sus intenciones de hacerlos desaparecer, el poder del Dios, que se comprometió con Israel mediante una Alianza, no les fallará. Israel tiene que aprender a ser obediente, a no anteponer su voluntad y su capricho a los designios divinos, pues a causa de sus desobediencias le ha ido mal y ha debido ser castigado muchas veces.