Santiago 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Saludo

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus dispersas entre las naciones.
2

Paciencia y sensatez

Hermanos míos, estimen como la mayor felicidad el tener que soportar diversas pruebas.
3 Ya saben que, cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a tener paciencia,
4 que la paciencia los lleve a le perfección, y así serán hombres completos y auténticos, sin que les falte nada.
5 Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídala a Dios, y la recibirá, porque él da a todos generosamente y sin reproches.
6 Pero que pida con confianza y sin dudar. El que duda se parece al oleaje del mar sacudido por el viento.
7 No espere ese hombre alcanzar nada del Señor:
8 ya que es un hombre dividido, inestable en todos sus caminos.
9

Pobres y ricos

El hermano de condición humilde debe sentirse orgulloso si es exaltado, 1
10 y el rico alegrarse cuando es humillado, porque le pasará como a la flor de un prado.
11 Al salir el sol calienta con fuerza, la hierba se seca, la flor se marchita y su belleza se pierde. Así se marchitará el rico en sus negocios.
12

La prueba

Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, después de haberla superado, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió a los que lo aman.
13 Nadie en la tentación diga que Dios lo tienta, porque Dios no es tentado por el mal y él no tienta a ninguno.
14 Cada uno es tentado por el propio deseo que lo arrastra y seduce.
15 Después el deseo concibe y da a la luz un pecado, el pecado madura y engendra muerte.
16 No se engañen, hermanos míos queridos,
17 todo lo que es bueno y perfecto baja del cielo, del Padre de los astros, en quién no hay cambio, ni sombra de declinación.
18 Porque quiso, nos dio vida mediante el mensaje de la verdad, para que fuéramos los primeros frutos de la creación.
19

Oír, hablar y cumplir

Hermanos míos queridos, ya están instruidos. Con todo, que cada uno sea veloz para escuchar, lento para hablar, y para enojarse.
20 Porque la ira del hombre no realiza la justicia de Dios.
21 Por tanto, dejen de lado toda impureza y todo resto de maldad y reciban con mansedumbre el mensaje plantado en ustedes, que es capaz de salvarles la vida.
22 Pero no basta con oír el mensaje hay que ponerlo en práctica, de lo contrario se estarían engañando a ustedes mismos.
23 Porque si uno es oyente del mensaje y no lo practica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo:
24 se observó, se marchó y muy pronto se olvidó de cómo era.
25 En cambio el que se fija atentamente en la ley perfecta, que es la que nos hace libres, y se mantiene no como oyente olvidadizo, sino cumpliendo lo que ella manda, ése será dichoso en su actividad.
26 Si uno se tiene por religioso, pero no refrena la lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía.
27 Una religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo.

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Introducción a Santiago

SANTIAGO

Autor, fecha de composición y destinatarios de la carta. El remitente de esta carta o escrito se identifica como Santiago. El nombre puede corresponder a tres personajes conocidos del Nuevo Testamento: los dos apóstoles, el mayor y el menor, y el «hermano del Señor». De los dos primeros, es del todo improbable que alguno sea el autor. Al último, se le podría atribuir muy bien la autoría de la carta; sin embargo, una serie de razones, como el lenguaje y el estilo marcadamente helenístico y el uso normal de la versión griega de la Biblia hebrea (los LXX) descartan la posibilidad de que lo sea. En la actualidad, muchos biblistas piensan que se trata de una obra pseudónima, escrita hacia finales del s. I.
En cuanto a los destinatarios, el título «las doce tribus dispersas» remite a primera vista a la diáspora judía del Antiguo Testamento; pero la referencia natural al Señor Jesucristo obliga a identificarlas con las Iglesias difundidas por Asia y Europa. El número «doce» indica totalidad; la palabra «tribus», la sucesión del nuevo Israel; y «dispersas», la expansión creciente del cristianismo. El título pasa, pues, a designar ahora a la comunidad cristiana plural y extendida por el mundo.

Género de la carta. Solemos llamarla carta, aunque de carta tiene muy poco, apenas un escueto saludo convencional. Tampoco es una homilía o un tratado. A lo que más se parece es a un escrito sapiencial del Antiguo Testamento, con mayor semejanza a las breves instrucciones temáticas del Eclesiástico que a la cadena de refranes y aforismos del libro de los Proverbios.

Contenido de la carta. Por su carácter sapiencial, su contenido es más una lista de temas o serie de instrucciones para la vida cristiana que el desarrollo minucioso de algún tema doctrinal.
Se ha objetado su talante cristiano, y hasta existe una hipótesis que la señala como una composición judía superficialmente adaptada. Sin embargo, a pesar que sólo se menciona a Jesucristo tres veces (1,1; 2,1 y 5,7), contiene asuntos específicamente cristianos, como la debatida cuestión de fe y obras (2,14-26; cfr. Gál 3 y Rom 4), la regeneración por la palabra/mensaje (1,18) y la ley de la libertad (1,25; 2,12). Además, su relación con la primera carta de Pedro es patente: la dispersión (1,1 y 1Pe_1:1 ); las pruebas de la fe ( 1Pe_1:2 s y 1Pe_1:6 ); la guerra de las pasiones ( 1Pe_4:1 y 1Pe_2:11 ); la invitación a resistir ( 1Pe_4:7 y 1Pe_5:9 ).
Es probable que el autor se inspirara ampliamente en el substrato tradicional de la ética judía, pero dándole contenido cristiano y aplicándolo a situaciones y necesidades concretas de las comunidades a las que se dirige. Una de estas necesidades, y por la que se ha hecho famosa como punto de referencia neo-testamentario, es el tema de la obras sin las cuales la fe carece de sentido, «está muerta del todo» ( 1Pe_2:17 ). El autor conoce probablemente la enseñanza de Pablo sobre la fe y las obras, y parece reaccionar contra las consecuencias abusivas de dicha doctrina. Santiago, por supuesto, piensa en las obras que debe realizar un cristiano que vive ya en el contexto de la fe que salva, recibida gratuitamente y no por mérito de las obras -de la Ley- como afirma Pablo.
De todas formas, si la carta aborda una variedad de temas, una sola es la intención del autor: exhortar a los cristianos a ser consecuentes con la fe que profesan y a testimoniarla con una vida ejemplar.

Carta católica.
El escrito de Santiago pertenece al grupo de las llamadas «cartas católicas». Las otras son las dos de Pedro, las tres de Juan y la de Judas. El significado de «católico» -universal- expresa la principal característica de estos escritos, es decir, que están dirigidos no a una Iglesia particular como las cartas de Pablo, sino a los cristianos en general. Con el correr del tiempo, y frente a corrientes protestantes que negaban el carácter canónico a estas cartas, el Concilio de Trento (s. XVI) definió su canonicidad, afirmando ser Palabra de Dios como los otros libros del Nuevo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Santiago 1,1Saludo. Encabezado típico del género epistolar greco-helenístico, que coloca en una sola frase el remitente con sus títulos: «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo»; el saludo y los destinatarios: «a las doce tribus dispersas entre las naciones».
¿Qué Santiago? En el Nuevo Testamento aparecen varios personajes con este nombre: los apóstoles Santiago hijo de Zebedeo y Santiago hijo de Alfeo (Mat_10:2s; Mar_3:17s; Luc_6:14s), Santiago el hermano del Señor -líder en la Iglesia de Jerusalén Hch_12:17; Hch_15:13; Hch_21:18; 1Co_15:7; Gál_1:19; Gál_2:9.12; Jds 1-, Santiago el menor (Mar_15:40; Mar_16:1) y Santiago el padre del apóstol Judas (Luc_6:16; Hch_1:13). Ninguno de estos personajes es el autor real de la carta; se trata de un escrito pseudónimo, amparado en la autoridad de Santiago el hermano del Señor.
Siervo de Dios es un título común de personajes claves en el Antiguo Testamento: Abrahán, Isaac y Jacob (Gén_26:24; Eze_28:25; 2Ma_1:2), Moisés (Deu_34:5; 1Cr_6:34; 2Cr_24:9; Neh_10:30; Dan_9:11), David (1Sa_23:10; 2Sa_7:26), Salomón (1Re_3:7), etc. «Del Señor Jesucristo» es una antigua fórmula de profesión de fe del Nuevo Testamento (Hch_2:36; Flp_2:11; 1Co_8:6).
Los destinatarios son las «doce tribus», una expresión que en la Biblia se refiere a los hijos de Jacob y simbólicamente designa el pueblo de Dios. El autor la adopta para referirse al nuevo pueblo de Dios constituido por las comunidades cristianas «dispersas entre las naciones».
El término dispersión o diáspora designa desde el Antiguo Testamento a las comunidades que viven fuera de Palestina (Jua_7:35; 1Pe_1:1) e implica una condición social (sometimiento-exclusión) y espiritual (expuesto a tentaciones). Es una carta dirigida entonces a todos los cristianos excluidos y tentados por el imperio de turno para que resistan y se mantengan fieles y esperanzados en el triunfo definitivo del proyecto de Jesús.


Santiago 1,2-8Paciencia y sensatez. El primer capítulo es una breve presentación o síntesis de los temas que el autor quiere tratar en su carta. Al mejor estilo sapiencial, el autor comienza un tema, lo abandona y lo retoma posteriormente. Por ejemplo, comienza con el tema de la prueba (2), pasa a temas como la fe, la paciencia, la sensatez y la sabiduría (3-11), y en los versículos 12-15 retoma el tema de la prueba.
Al decir «hermanos míos», el autor da a su carta un tinte familiar y se coloca al mismo nivel de sus interlocutores.
La alegría en medio del las pruebas muestra la difícil situación social y espiritual que padecían las comunidades. El tema de la prueba, que aparece tres veces en los doce primeros versículos (2.3.12), es un llamado para tomar conciencia y optar por el proyecto de Dios que libera.
Las pruebas tienen dos aspectos positivos: son motivo de alegría cuando son consecuencia de la opción por Jesús y son una gran oportunidad de madurar en la fe. Prueba y fe son la escuela donde crece la paciencia o perseverancia activa. La fe perseverante tiene como meta la perfección, que se alcanza cuando se une la opción por los pobres y el seguimiento de Jesús (Mat_19:16-22).
Para vencer la prueba es necesario pedir a Dios sabiduría (5-8; el tema se retoma en 1,16-18. Cfr. Sab_9:6). Esta sabiduría no consiste en saber muchas cosas, sino en ponerse los lentes del Evangelio para tomar conciencia y salir airosos en el «desierto» de las tentaciones sociales y espirituales, dispuestos a crear vida, alimentarla y protegerla.

Santiago 1,9-11Pobres y ricos. La riqueza, sobre la que el autor volverá en 2,1-9 y 5,1-6, es otra de las tentaciones que amenaza a las comunidades. Tanto el de condición humilde, el pobre excluido económicamente, como el rico son llamados «hermanos», aunque la exhortación es opuesta: al pobre lo invita a sentirse orgulloso de su pobreza, en el sentido de no dejarse llevar por la codicia, y así será exaltado (1Sa_2:7; Luc_1:52; Isa_40:6-8). En cambio, al rico, a quien dedica los versículos 10s, lo invita a humillarse, esto es, a volver al Dios de la vida y de los pobres, para que pueda encontrar la alegría de Dios (cfr. 4,10). Llamar a ambos hermanos significa que Santiago no excluye a nadie, pero presenta unas exigencias que, de no asumirse, harán que los mismos ricos se autoexcluyan (cfr. Mat_19:16-30). La metáfora de la flor reafirma que Dios siembra por igual, pero si la flor «rica» no se humilla, si no abandona la codicia y la injusticia, se marchitará en lo que más le duele: sus negocios. Todos los que pongan su vida al servicio de la riqueza empobrecen y desvirtúan el proyecto de Jesús en las comunidades.
Santiago 1,12-18La prueba. El versículo 12 es una bienaventuranza que une el amor y la vida. El amor a Dios se demuestra soportando las pruebas y Dios lo premia con «la corona de la vida» (cfr. Apo_2:10). Jesús soportó las pruebas por fidelidad al Padre y por amor a la humanidad; por eso, Dios cambió su corona de espinas por una corona de resurrección. Cuando un creyente resiste las pruebas por amor a la vida, pasa de una resistencia pasiva a una resistencia activa.
Los versículos 13-18 son una reflexión teológica revolucionaria para la época y para nuestros días: Dios no tienta a nadie ni hace mal las cosas. Santiago recupera un bello legado bíblico consignado en los dos primeros capítulos del Génesis. En Gén_2:7 se cuenta que el ser humano fue hecho de barro, signo de su fragilidad, pero al mismo tiempo recibe de Dios el soplo de vida. Dios nunca «sopla» tentaciones, sino vida; sin embargo, cuando el ser humano se deja llevar sólo por el barro, despreciando el soplo del Espíritu de Dios, cae en la trampa de sus propios deseos -ambición, codicia- que lo precipitan al pecado y a la muerte. El ser humano es libre de optar por el bien o por el mal, por la vida o por la muerte. Que Dios todo lo hizo bueno y perfecto (16s) es la misma tesis del primer relato de la creación: «Y vio Dios que era bueno» (Gén_1:4.12.18.21.25.31).
A partir del versículo 18 entra en escena la fuerza de la Palabra de Dios, que es Palabra de verdad y de creación. El uso del pronombre de la primera persona del plural: «nos», es una clara referencia a las comunidades cristianas, por lo que esa Palabra de verdad, generadora de vida, se refiere al Evangelio de Jesús, que convierte a los cristianos en primicias de la creación (Rom_8:23). Si los cristianos somos fruto de una Palabra de vida y de verdad, el mundo debería estar sembrado de semillas de vida y de verdad, no de codicia y ambición.
Santiago 1,19-27Oír, hablar y cumplir. No basta conocer la Palabra, es necesario ponerla en práctica (Mat_7:24-27; Luc_8:21). Santiago continúa dando claves que ayuden a tomar conciencia del verdadero proyecto de Dios y para ello acude a un triple dicho de origen sapiencial que resalta el escuchar, el cuidado para hablar y la lentitud para enojarse (Sir_5:9-15; Pro_10:19). La justicia de Dios se concreta en el amor, la libertad y la vida en abundancia; la ira, que suele ir acompañada de palabras y acciones agresivas, debe ser superada porque rompe la armonía de la comunidad.
A partir del versículo 21 se vuelve al tema de la Palabra generadora de vida bajo la metáfora de la siembra. La Palabra necesita un terreno limpio de impurezas y maldades, que permita escucharla con generosidad, sin afanes ni resistencias, y que produzca frutos reconocibles en la práctica de la vida (cfr. Mat_13:1-9; Tit_3:14). La coherencia entre la Palabra y la vida es una gran preocupación de Santiago que también debería seguir preocupando a los cristianos de hoy. Oír la Palabra y no practicarla es como el que necesita siempre el espejo para saber quién es; sin él pierde su identidad.
El tema central de los versículos 26s es la religiosidad. Santiago distingue entre la religiosidad falsa y la verdadera. Uno de los aspectos que falsean la religión es el desenfreno de la lengua: calumnia, murmuración, chisme, etc. En cambio, la religión verdadera está íntimamente ligada a la práctica de la justicia social, simbolizada en el cuidado de los huérfanos y las viudas (cfr. Isa_1:10-20; Jr 7). El mundo que contamina representaría en este caso la injusticia social. El hecho de que Santiago no mencione para nada las prácticas rituales sugiere su inclinación por una religiosidad que prioriza la dimensión ética y social.