Tobías 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
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La desgracia de Tobit

Durante el reinado de Asaradón regresé a casa; me devolvieron a mi mujer, Ana, y a mi hijo, Tobías. En nuestra fiesta de Pentecostés, que es la fiesta de las Semanas, me prepararon una buena comida.
2 Cuando me puse a la mesa, llena de platos variados, dije a mi hijo, Tobías:
– Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados de Nínive, uno que se acuerde de Dios con toda el alma, y tráelo para que coma con nosotros. Te espero, hijo, hasta que vuelvas.
3 Tobías marchó a buscar a algún israelita pobre, y cuando volvió, me dijo:
– Padre.
Respondí:
–¿Qué pasa, hijo?
Agregó:
– Padre, han asesinado a un israelita. Lo han estrangulado hace un momento, y lo han dejado tirado ahí, en la plaza.
4 Yo me levanté rápidamente, dejé la comida sin haberla probado, recogí el cadáver de la plaza y lo metí en una habitación para enterrarlo cuando se pusiera el sol.
5 Cuando volví, me lavé y comí entristecido,
6 recordando la frase del profeta Amós contra Betel: Sus fiestas se convertirán en duelo y todos sus cantos en lamentaciones. Y lloré.
7 Cuando se puso el sol, fui a cavar una fosa y lo enterré.
8 Los vecinos se me reían:
–¡Ya no tiene miedo! Lo anduvieron buscando para matarlo por eso mismo, y entonces se escapó; y ahora ahí está, ¡otra vez enterrando a los muertos!
9 Aquella noche, después del baño, fui al patio y me acosté junto a la pared, con la cabeza descubierta porque hacía calor;
10 yo no sabía que en la pared, encima de mí, había un nido de gorriones; su excremento caliente me cayó en los ojos y se me formaron nubes. Fui a los médicos para que me sanaran; pero cuantos más ungüentos me daban, más perdía la vista, hasta que quedé completamente ciego. Estuve sin vista cuatro años. Todos mis parientes se apenaron por mi desgracia, y Ajicar me cuidó dos años, hasta que marchó a Elimaida.
11 En aquella situación, mi mujer, Ana, se puso a hacer labores femeninas para ganar dinero.
12 Los clientes le daban el importe cuando les llevaba la labor terminada; el siete de marzo, al acabar un tejido y mandárselo a los clientes, éstos le dieron el importe íntegro y le regalaron un cabrito para que lo trajese a casa.
13 Cuando llegó, el cabrito empezó a balar. Yo llamé a mi mujer, y le dije:
–¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo al dueño, que no podemos comer nada robado.
14 Ana me respondió:
– Es un regalo que me hicieron, además de la paga.
Pero yo no le creía, y abochornado por su acción, insistí en que se lo devolviera al dueño. Entonces me replicó:
– Y, ¿dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya ves lo que te pasa!

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Introducción a Tobías

TOBÍAS

El libro. El libro de Tobías ha sido alabado por muchos comentadores de otros tiempos como lectura devota de familias cristianas; hoy no nos atrevemos a compartir semejante juicio. De hecho le costó afirmarse como libro canónico y, después, fue negado como tal por los reformadores protestantes. El argumento pudo ser entretenido y sorprendente, pero el autor no ha sabido desarrollarlo.
Es acertado el montaje paralelo del capítulo 4 y la no revelación de la personalidad del ángel; pero el ángel abusa de su saber para adelantar lo que va a suceder, matando periódicamente el interés narrativo. Hay una escena divertida, de humor macabro (8); algunos detalles pintorescos animan periódicamente el relato. Nos molesta la falta de tensión dramática, el fácil recurso a lo maravilloso, los discursos y plegarias insistentes, el recurso a las lágrimas para expresar la emoción. Son convenciones de época que hoy no funcionan.
Tobit llega a interesarnos. Rafael es como una «domesticación» de lo angélico, quiero decir que su misión pasa de la gran historia a un asunto familiar. Tobías es casi un antipersonaje, puesto para hacer preguntas y recibir instrucciones del ángel; sin haber luchado ni vencido, llega al colmo de la felicidad cuando hereda a padres y suegros.

Época y autor.
El libro parece escrito durante la era helenística, quizá bien entrado el s. III a.C. El autor es desconocido. Tiene todas las trazas de ser traducción griega de un original semítico, probablemente hebreo. La dicción es poco feliz y da la impresión de que ese defecto no se debe exclusivamente al traductor.

Mensaje religioso.
La espiritualidad del libro se inscribe bajo el lema de la «observancia». Tobit realiza actos heroicos enterrando a sus compatriotas; pero da la impresión de que para el autor no era menos importante lavarse las manos antes de comer. La estima de la limosna es notable, pero no menos se aprecian las riquezas que acarrea. La preocupación por casarse dentro de la familia parece excesiva, la boda es ante todo una cuestión legal. Varias veces se cita un precepto o se alude a él para justificar alguna acción del libro, que de este modo se convierte en ilustración narrativa de la Ley.
Por otra parte, las oraciones expresan una piedad auténtica de agradecimiento y confianza en Dios. El hijo sana al padre devolviéndole la luz que es la vida. Como continuidad de la familia, encarna la comunidad de la tribu, de la nación. El ángel establece, en función del pueblo, la bendición genesíaca y patriarcal de la fecundidad. Sara es como una matriarca amenazada, la mujer predestinada que espera al varón.
El destierro y la diáspora nada podrán contra los vínculos de lealtad a Dios, a su ley, a los compatriotas. En el confín de la esperanza, emerge Jerusalén.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Tobías 2,1-14La desgracia de Tobit. Sobre Tobit se abaten las desgracias en tres olas sucesivas: la fiesta turbada, la pérdida de la vista, la pérdida de la paz familiar. La primera provoca los comentarios burlones de los vecinos, la segunda excita la compasión de los parientes y la tercera hace estallar los reproches de su mujer. El primer comentario podría debilitar la fe de Tobit si la Escritura recordada no fortificara su convicción (2,5). El tercero, que afronta el problema de la retribución, pone a dura prueba la fe de Tobit (2,14). De la profundidad de su dolor brotará la súplica del capítulo 3. El relato procede con fluidez, velocidad y eficacia. En este capítulo, con la plegaria de 3,1-6, confluyen dos influjos patentes: El de Job, honrado e inocente, sobre quien se abaten desgracias; y las confesiones postexílicas, que en boca de un inocente adquieren nuevo sentido. Con esto se aclara la función del capítulo precedente. Tenía que quedar claro que Tobit es inocente, que sufre sin culpa, que es probado por Dios y supera la prueba. El principio de la retribución no actúa inmediata ni mecánicamente.