Isaías 40, 1-11

SEGUNDA PARTE (40—55)

La buena noticia de la liberación

Consuelen º, consuelen a mi pueblo, dice su Dios. º Hablen al corazón de Jerusalén, anúncienle a gritos que se acabó su servidumbre, que su culpa ha sido perdonada; que ha recibido de mano del Señor doble castigo por sus extravíos. º Una voz anuncia a gritos: “Preparen en el desierto un camino al Señor, allanen en la estepa º una senda a nuestro Dios. º Las vaguadas serán levantadas, montañas y colinas allanadas. Lo tortuoso será enderezado, lo escabroso será aplanado º. Aparecerá la gloria del Señor, y todo ser vivo podrá ver que ha hablado la boca del Señor”. º Dice una voz: “¡Grita!”. Respondo: “¿Qué he de gritar?”. “Que todo ser vivo es hierba, su hermosura flor de campo. º Se seca la hierba, se amustia la flor, cuando sopla sobre ellas el aliento del Señor. Se seca la hierba, se amustia la flor, permanece inmutable la palabra de nuestro Dios”. º Súbete a un monte encumbrado, tú que traes buenas nuevas a Sión. Alza luego con fuerza tu voz, tú que traes buenas nuevas a Jerusalén. Alza tu voz sin miedo, di a las ciudades de Judá: “Aquí tienen a su Dios. Aquí llega con fuerza el Señor Dios; su brazo le proporciona poder. Aquí llega acompañado de su salario º, su recompensa le abre camino. º Conduce a su rebaño como un pastor, lo va reuniendo con su brazo; lleva en su regazo a los corderos, va guiando a las que crían”.
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