Isaías 50, 4-9

Tercer canto del Siervo

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para saber dar al cansado una palabra de estímulo. Por la mañana estimula mi oído para que escuche como un discípulo. º º El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado, ni le he vuelto la espalda. Ofrecí mi espalda a los que me azotaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba; y no me tapé la cara cuando me insultaban y escupían º. º Pero el Señor Dios es mi ayuda, por eso no sentía los insultos; por eso endurecí mi cara como piedra, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién me quiere acusar? Que se acerque a mí. º Si tengo al Señor Dios como ayuda, ¿quién podrá condenarme? Vean a todos desgastados como ropa, la polilla los ha ido devorando. º
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