Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
10. Inanidad de los ídolos.
El Exilio.
Este capítulo es bastante heterogéneo por su contenido. Primero se dan unos consejos a los desterrados para que no se dejen llevar por el culto de los ídolos, que son nada y vanidad,
mientras que sólo Yahvé es grande y poderoso. Después viene un fragmento conminatorio anunciando el destierro, con una lamentación sobre la futura ruina del pueblo, prevista por el profeta. Finalmente, se inserta
una oración a Yahvé para que modere su rigor para con el pueblo pecador y descargue su ira sobre las naciones paganas que afligieron a Israel.
Inanidad de los ídolos (1-5).
1 Oíd, casa de Israel, lo que os dice Yahvé. 2 Así dice Yahvé: No os acostumbréis a los caminos de las gentes, no temáis los signos celestes,pues son los gentiles los que temen de ellos, 3pues los estatutos de esos pueblos son vanidad; leños cortados en el bosque, obra de las manos del artífice con la azuela, 4se decoran con plata y oro, y los sujetan a martillazos con clavos para que no se muevan. 5Son como espantajos de melonar, y no hablan; I hay que llevarlos, porque no andan; no les tengáis miedo, pues no pueden haceros mal, ni tampoco bien. El fragmento tiene un carácter apologético y parece dirigido a los israelitas, que vivían entre gentiles con peligro de imitar sus cultos idolátricos. En concreto, en Babilonia, las grandes procesiones y ostentosos ritos externos eran ocasión de admiración y atracción para gentes de una mentalidad sencilla que se dejaban fascinar por las apariencias. Sobre todo les previene contra los cultos astrales y supersticiones astrológicas, que estaban muy de moda en Mesopotamia.
El profeta se dirige enfáticamente a la
casa de Israel. Su preocupación se extiende a todos los israelitas, que están en peligro de ser fascinados por los pomposos cultos idolátricos. Les previene contra los
caminos de las gentes, es decir, sus creencias y conducta, totalmente ajena a la tradición de Israel. Los signos
celestes (v.2) eran los meteoros, eclipses y demás fenómenos extraordinarios siderales, cuya aparición daba ocasión a cabalas sobre el futuro de los pueblos. En Babilonia la astrología estaba en todo su apogeo, y sus cultivadores eran los árbitros de la sociedad, pues desde los cortesanos hasta las gentes sencillas acudían a ellos para resolver sus problemas particulares. Además, la vida política y militar de la misma nación dependía de ese lenguaje misterioso del mundo astral, cuyo sentido sólo captaban los magos y astrólogos. Los fenómenos siderales eran expresión de la voluntad de las divinidades, y por eso era muy importante conocer esta escritura del cielo. Los presagios buenos o malos dependían de determinadas apariciones o conjunciones de los astros. Si el presagio que daba el astrólogo era malo, entonces el interesado procuraba aplacar a los dioses con encantos mágicos. De este modo, el pueblo vivía siempre en tensión, auscultando los
signos celestes. En la política, la marcha de la nación dependía de ellos también, pues si se daban ciertos signos, se podía o no declarar la guerra, iniciar determinadas obras, etc. 1 El profeta declara a sus compatriotas que nada deben temer de esto, pues Yahvé está por encima de todo el curso de los astros. Los astros, pues, no tienen ninguna virtud especial benéfica o maléfica en sí mismos,
sino que sólo Yahvé es al que hay que temer y suplicar 2.
Todas esas creencias de los paganos no tienen consistencia:
los estatutos de los pueblos son vanidad (v.3). Aquí
estatutos es sinónimo de
doctrina (v.8) y
caminos (v.2). Por tanto, no deben preocupar a los israelitas, que tienen otros
estatutos o creencias más sólidos, pues saben que Yahvé es omnipotente. Y para probar esto les recuerda que las imágenes de los ídolos son
leños cortados del bosque. En
Isa_44:12 encontramos una apreciación irónica semejante. Y en
Bar_6:7, la carta de Jeremías se expresa en el mismo sentido. Es un género literario apologético que se había generalizado. El desprecio culmina en la frase son
como espantajos de melonar, que no tienen otro fin que ahuyentar los pájaros. También con fuerte ironía alude a las procesiones solemnes, en que los ídolos eran transportados a hombros:
hay que llevarlos, no andan (v.5). En la legislación mosaica se prohibía toda representación sensible de Yahvé para evitar que el pueblo se formara un concepto material y grosero de El.
Grandeza de Yahvé y nulidad de los ídolos (6-16).
6 No hay semejante a ti, oh Yahvé! tú eres grande, y grande y poderoso es tu nombre. 7 ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Pues a ti se te debe el temor, y no hay entre todos los sabios y en todos sus reinos nadie como tú. 8Todos a uno son estúpidos y necios, doctrina de vanidades, (son) un leño3; 9plata laminada venida de Tarsis, oro de Ofir4, obra de escultor y de orfebre, vestida de púrpura y jacinto; obra de diestros (artífices) son ellos. 10Pero Yahvé es verdadero Dios, el Dios vivo y Rey eterno. Si El se aira, tiembla la tierra, y todas las naciones son impotentes ante su cólera. 11 Así, pues, habéis de decirles: Dioses que no han hecho ni los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos. 12 El con su poder ha hecho la tierra, con su sabiduría cimentó el orbe y con su inteligencia tendió los cielos. 13A su voz se congregan las aguas en el cielo; El hace subir las nubes desde los confines de la tierra, convierte los rayos en lluvia y saca los vientos de sus escondrijos. 14Embrutecióse el hombre sin conocimiento; todo orífice se avergüenza de su ídolo, porque es mentira su estatua fundida i y no hay aliento en ellos, 15son nada, obra ridícula. En el tiempo de su castigo perecerán. 16 No es ésta la herencia de Jacob, pues El es el Hacedor de todo, e Israel es su tribu hereditaria; su nombre es Yahvé de los ejércitos. Los v.6-7 faltan en el texto griego, y parecen ser una glosa. Son un canto a la grandeza de Yahvé de estilo salmódico. Se le llama
Rey de las naciones (v.7) en cuanto que domina también sobre los otros pueblos. El monoteísmo estricto sobresale en las enseñanzas proféticas 5. Los sabios de las naciones idolátricas, que enseñan el culto a ídolos sin consistencia,
no son nada en comparación con Yahvé y sus leyes. Enseñan
doctrina de vanidades, es decir, predican la adoración de ídolos
vanos, que no son más que un
leño. Plata de Tarsis: generalmente se identifica con la
Tartessos de los romanos, en España, en la desembocadura del Guadalquivir, cercana a Huel-va6.
Oro de Ofir: localidad en la Arabia meridional o en Etiopía (Punt). Sabemos que los egipcios explotaban minas de oro en esta zona. Salomón traía oro de estas partes orientales del mar Rojo 7. El v.10 parece ser una respuesta a los que creían en las
señales celestes (v.2). No se ha de temer a supuestas fuerzas misteriosas de los astros, pues sólo Yahvé es el
verdadero Dios, el Dios vivo (v.10), que rige todo el universo, ante quien
tiembla la tierra. El í. 11 en prosa tiene todos los visos de glosa aramea aclaratoria, pues interrumpe el ritmo. Es considerada como una fórmula imprecatoria, que sería usada por los exilados para expresar el deseo de que desaparecieran los ídolos: dioses
que no han hecho ni los cielos.,., desaparecerán (v. 11). En realidad es Yahvé el que permanecerá, porque El
cimentó el orbe (v.12). En la mentalidad hebraica, el mundo estaba asentado sobre unas columnas que se hundían en el gran abismo 8. También los cielos eran concebidos como una masa sólida o bóveda que separaba la parte superior, en la que estaba el trono de Dios y los ángeles, y la parte inferior, donde revoloteaban los pájaros:
tendió los cielos (v.12).
Las aguas en el cielo (v.13) son las que están sobre el firmamento, que Dios deja caer cuando abre las cataratas del cielo 9. Las
nubes, en cambio, están cargadas de
aguas inferiores, que caen en forma de lluvia no torrencial. Yahvé
hace subir las nubes desde los confines de la tierra (v.13) en cuanto que aparecen a lo lejos en el horizonte, formándose y condensándose cerca de la tierra. La frase
convierte los rayos en lluvia debe entenderse de los royos, que en la tormenta acompañan a la lluvia, o, sencillamente, que hace que los royos o relámpagos, que dominan al principio una tempestad, desaparezcan, resolviéndose ésta en
lluvia. A una voz suya, la tempestad queda reducida a una lluvia bienhechora. El dominio de Yahvé se extiende también a las fuerzas misteriosas de los vientos: soca los
vientos de sus escondrijos (v.15b). Según la mentalidad popular de la época, en el cielo había depósitos de granizo, de vientos, que Yahvé soltaba a voluntad 10.
Esta omnipotencia y majestad de Yahvé no es reconocida por el hombre, que es sin
conocimiento (v.14), y en su lugar da culto a cosas que son obra de sus manos. El
orífice que ha hecho la estatua se
avergüenza de su ídolo (v.14) al ver que esa obra exclusivamente suya es el
ídolo objeto de veneración, y sabe que es
mentira su estatua fundida, pues bien sabe que no es una divinidad, ni siquiera tiene vida:
no hay aliento en ellos (v.14b). En contraposición a la inanidad de los ídolos está Yahvé, la
herencia de Jacob, pues por una alianza especial se ha ligado a Israel para ser suyo corno
herencia. Yahvé es la herencia de Jacob u, e Israel o Jacob es la herencia de Yahvé12. Por la alianza han quedado obligados mutuamente y se deben entre sí:
Israel es su tribu hereditaria (v.16b). Pues este Yahvé,
herencia de Israel, es el
Hacedor de todo, y, como tal, dueño de los mundos y de los destinos de la humanidad, en contraposición a la impotencia e inanidad de las estatuas idolátricas adoradas por los gentiles, Y para más resaltar el poder de Yahvé, el profeta le da su nombre temeroso: su
nombre es Yahvé de los ejércitos. Es el señor de los
ejércitos estelares de los cielos, del ejército de los seres, y también Señor de las batallas en pro de Israel. Por ello es la mejor garantía para los exilados, acobardados por los cultos pomposos de los gentiles.
La ruina del pueblo, objeto de dolor para el profeta (17-22).
17 Recoge de la tierra tu hato, moradora de la ciudad asediada, 18 pues así dice Yahvé: He aquí que voy a lanzar a los habitantes del país esta vez para ponerlos en angustia y que me encuentren. 19 Ay de mí por mi quebranto! ¡Doloroso es mi golpe! Pero yo digo: Ciertamente es mi dolencia, debo soportarlo. 20Mi tienda está devastada, y todas mis cuerdas rotas; mis hijos me han abandonado, no existen ya; hay quien despliegue mi tienda y levante mis lonas. 21 Pues fueron unos insensatos los pastores, y no buscaron a Yahvé; por eso no prosperaron, y todos sus rebaños han sido dispersados, 22 He aquí que llega el rumor de una noticia, viene gran alboroto de la tierra del septentrión para reducir las ciudades de Judá a desolación, a guarida de chacales. El profeta invita a los habitantes de Jerusalén a prepararse para ir al destierro babilónico:
recoge tu hato, moradora de la ciudad asediada (v.17). Jerusalén es personificada en una pobre prisionera, que debe llevar consigo el ajuar más elemental para sus necesidades primarias. En los bajorrelieves aparecen las mujeres llevadas en cautividad cargadas con sus enseres domésticos y ánforas sobre su espalda. Yahvé ha decidido enviar al cautiverio a su pueblo:
voy a lanzar a los habitantes del país (v.18). Pero en sus designios punitivos y justicieros
hay intenciones de misericordia. El castigo de Judá será el
único medio de que recapacite en sus torcidos caminos y vuelva a su Dios:
para ponerlos en angustia y que me encuentren (v.15b).
El profeta siente al vivo la tragedia de su pueblo:
¡Ay de mí por mi quebranto! Algunos autores creen que aquí el que habla es el pueblo mismo que experimenta el castigo. En este caso, sus deseos de expiación son el mejor medio de conciliar la amistad divina: Es
mi dolencia, debo soportarlo (v.16b). En el caso de que sea Jeremías el que habla, la frase tendría un sentido de plena aceptación por la parte de su misión de anunciar estragos y castigos a su pueblo, que es su
dolencia, a la que no puede renunciar, porque está impuesta por Yahvé:
debo soportarlo. El profeta se lamenta porque su pueblo ha sido arruinado:
mi tienda esta devastada, y todas mis cuerdas, rotas (v.20); y contempla con tristeza a Jerusalén arrasada, como el beduino que ve que su
tienda ha sido llevada por el viento con las
cuerdas rotas 12. Es el caso de la nación judía, arrancada en sus fundamentos por el turbión de la guerra. Sus habitantes han desaparecido por la espada o en el cautiverio:
no existen ya (v.20b). El exterminio ha sido total, y no hay quien pueda empezar la restauración de la nación: No
hay quien despliegue mi tienda y levante mis lonas (v.20c). El símil de la tienda resulta muy exacto para reflejar la tragedia de la situación. Para el beduino, la
tienda, sus
cuerdas y lonas es todo su tesoro. Pero ahora todo se ha ido abajo y no hay esperanza de poder volverla a levantar: le faltan sus hijos y parientes de clan.
Después el profeta da la razón de la catástrofe: los dirigentes no han sabido gobernar a la nación, a la que han llevado a la ruina total (v.21). En lugar de confiar en Yahvé y seguir sus preceptos, base de una sana vida social, han buscado alianzas extrañas y se alejaron de la Ley de su Dios:
no buscaron a Yahvé. Han obrado sólo según sus puntos de vista meramente humanos 13, halagando las pasiones de la masa. Al no darse cuenta del estado privilegiado de la nación israelita entre todos los pueblos, por ser objeto de la elección del mismo Yahvé, han sido unos insensatos. La consecuencia ha sido trágica: todos sus
rebaños han sido dispersados (v.21c). La cautividad de Judá ha sido la culminación de su proceder egoísta y materializado. De nuevo el profeta asiste en espíritu a la invasión que viene del norte:
llega el rumor., gran alboroto del septentrión. Los soldados de Nabucodonosor avanzan implacables a través de Siria y Fenicia, para caer como una inundación sobre la tierra de Judá, convirtiéndola en
desolación, en
guarida de chacales (v.22) 14.
Humilde sumisión a los designios divinos (23-25).
23 Bien sé, Yahvé, que no está en mano del hombre trazarse su camino, no es dueño el hombre de caminar ni de dirigir sus pasos. 24 Corrígeme, Yahvé, pero conforme a juicio, no con ira, no sea que me aniquiles. 25 Derrama tu furor sobre las gentes que te desconocen y sobre los pueblos que no invocan tu nombre, que han devorado a Jacob, le han consumido y han devastado su morada. Este fragmento es de tipo sapiencia, según el módulo de ciertos salmos. Por eso es considerado como adición posterior. Expresaría el estado de ánimo de la comunidad judía después de la catástrofe, cuando ya se hallaba en medio de los gentiles. Con todo, puede entenderse en labios de Jeremías, que ante la catástrofe hace una confesión humilde de la impotencia humana, y pide que el furor de Yahvé, en vez de cargar sobre su pueblo, se derrame sobre las gentes que no le conocen y ofenden. Confiesa primero que el curso de la vida del hombre está en manos de Dios y es inútil que el hombre quiera trazarse un camino fuera de su Dios:
no es dueño el hombre de caminar (v.23). Los profetas, profundamente religiosos, destacan siempre la intervención de Dios en la vida, y prescinden muchas veces de las causas segundas. Naturalmente, estas frases del profeta no se han de entender literalmente, como si el hombre careciera de libertad. Son expresiones radicales para destacar más la omnipotencia divina. El pueblo reconoce su mal proceder e implora la misericordia divina:
corrígeme, Yahvé, pero conforme a juicio (v.24), no mirando a los pecados, por los que era el pueblo merecedor de la
ira divina, sino fijándose en su actitud actual de arrepentimiento y en las promesas que ha hecho a sus antepasados. Por otra parte, el pueblo (o el profeta)
pide que Yahvé considere también la conducta de las
gentes que no le invocan (v.26),
y que, además, han
devorado a Jacob (Israel), sembrando la devastación y la ruina en su
morada 15. La catástrofe de Israel no ha servido sino para hacer más audaces y despectivos a los paganos frente al pueblo elegido. Aquí el autor clama por los derechos de la soberanía divina, que no es reconocida por los pueblos gentiles, y, además, recuerda a Yahvé que Israel es un pueblo bajo su protección especial y que ha sido pisoteado por la insolencia de las naciones paganas.
1 Cf. Meissner,
Babylon und Assur II p.247ss. 2 Cf.
Deu_4:19;
Isa_47:12-13. 3 El texto está oscuro. Pirot-Clamer: (su doctrina) es vanidad, madera. La
Bible de Jérusalem: la instrucción que dan los que son nada (ídolos) no tiene sentido. 4 El TM lee
Ufar, que es desconocido; los LXX leen
Mofar. El Targum, la Sir., Tood., leen
Ofir, lugar famoso en la Biblia por el oro. 5 Cf.
Isa_40:6-8;
Isa_9:1-8;
Zac_6:1-8;
Zac_9:1-8;
Eze_5:6-7;
Eze_21:235;
Isa_23:11;
Jer_10:10;
Amo_1:2;
Amo_1:4:12 6 Cf.
Isa_23:1;
E¿ 27:12;
1Ma_8:3. 7 Cf.
Dan_10:5;
1Re_9:28;
1Re_10:11;
2Cr_8:18;
2Cr_9:10. 8 Cf.
1Cr_16:30;
Sal_24:2;
Sal_48:9;
Sal_93:1;
Sal_96:10. 9 Cf.
Gen_1:3. 10 Cf.
Job_38:22. En la
Eneida de Virgilio (
Job_1:52) encontramos una concepción análoga: Eolo suelta los vientos encadenados en una caverna. 11 Cf. Dt32.9. 12 Cf.
Deu_4:19.20;
Lam_3:24;
Sal_16:5;
Num_18:20. 12 Cf.
Jer_4:20;
Jer_49:29;
Isa_54:2. 13 Cf.
Jer_2:8;
Jer_4:9; o; 8:8-n. 14 Cf.
Jer_1:14;
Jer_4:6-15;
Jer_5:15;
Jer_6:23;
Jer_8:16;
Jer_9:10. 15 Este versículo es idéntico a
Sal_79:6-7. Muchos críticos lo consideran como glosa. 1 Cf.
2Re_22:13;
Jer_11:7-8.10;
2Re_22:16-17, y
Jer_11:8.10-17.