II Macabeos 12, 10-31


Expedición a la región de Galaad.
Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios, cuando le atacaron no menos de cinco mil árabes y quinientos jinetes. En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria, gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles en adelante. Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la mano, se retiraron a las tiendas.
Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes, rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones, por nombre Caspín. Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas. Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó en tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla. Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una indescriptible carnicería, hasta el punto de que el lago vecino, con su anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado.

Batalla del Carnión.
Se alejaron de allí setecientos cincuenta estadios y llegaron a Járaca, donde los judíos llamados tubios. Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una fortísima guarnición. Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, mataron en una incursión a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más de diez mil. Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a su cabeza y se lanzó contra Timoteo, que tenía consigo veinte mil infantes y dos mil quinientos jinetes. Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante a las mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado Carnión, pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura de todos sus pasos. En cuanto apareció la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ante ellos Aquél que todo lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que muchas veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas de sus espadas. Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a aquellos criminales; llegó a matar hasta treinta mil hombres. El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo, pues alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había hermanos de muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría. Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de liberar a sus hermanos.
Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte a veinticinco mil hombres.

Vuelta por Efrón y Escitópolis.
Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias, con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante las murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de máquinas de guerra y proyectiles. Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron por tierra a unos veinticinco mil de los que estaban dentro. Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista de Jerusalén sesenta estadios. Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado buena acogida en los tiempos de desgracia, Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza.
Llegaron a Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.
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