Hebreos 10, 1-4

La Ley, al no ser más que una sombra de los bienes futuros, y no la realidad de las cosas*, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a quienes se acercan a ellos. De otro modo, los que ofrecen esos sacrificios, al no tener ya conciencia de pecado por estar purificados, habrían dejado de ofrecerlos. Pero, al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, pues es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados.
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