Isaías 63, 7-14

Quiero recordar la bondad de Yahvé, los cantos a las victorias de Yahvé, por los favores que nos hizo Yahvé, por sus beneficios a la Casa de Israel, favoreciéndonos según su misericordia, conforme a su inmensa bondad. Dijo: «Éstos sí son mi pueblo, hijos que no defraudarán.» Así que él fue su Salvador en todas sus angustias. No fue un mensajero* ni un ángel: él mismo en persona los liberó. Por su amor y su compasión él los rescató: los levantó y cargó con ellos todos los días desde antaño. Pero ellos se rebelaron y contristaron su santo espíritu, y él se convirtió en su enemigo, e hizo la guerra contra ellos. Se acordó de los días de antaño, de Moisés y su pueblo. ¿Dónde está el que los sacó de la mar, dónde el pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso en medio de ellos su santo espíritu, el que hizo que su brazo poderoso marchase al lado de Moisés, el que hendió las aguas ante ellos para hacerse un nombre eterno, el que les hizo andar por los abismos como caballo en la estepa, sin tropezar, como ganado que desciende al valle? El espíritu de Yahvé los condujo hasta llegar a su lugar de descanso. Así guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso*.
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