Isaías 64, 7-11

[[64:6]] No hay quien invoque tu nombre, quien se desvele para agarrarse a ti. Nos has ocultado tu presencia, dejados* a merced de nuestras culpas. [[64:7]] Pero tú, Yahvé, eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos. [[64:8]] No te irrites, Yahvé, demasiado, ni para siempre recuerdes la culpa; ten en cuenta que somos tu pueblo. [[64:9]] Tus ciudades santas están desiertas, Sión desierta ha quedado, Jerusalén, desolada. [[64:10]] Nuestro templo santo y glorioso, en donde te alabaron nuestros padres, ha parado en hoguera de fuego, y todas nuestras cosas más queridas han acabado arruinadas.
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