Isaías 50, 4-9


Tercer cántico del siervo:
Sufrimiento y confianza
42,1-9; 49,1-13; 52,13– 53,12

Mi Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me despierta el oído,
para que escuche como un discípulo. El Señor me abrió el oído:
yo no me resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda
a los que me apaleaban,
las mejillas
a los que me arrancaban la barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes
y salivazos. El Señor me ayuda,
por eso no me acobardaba;
por eso endurecí el rostro como piedra,
sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí?
Que se me acerque. Miren, el Señor me ayuda,
¿quién me condenará?
Miren, todos se gastan como ropa,
los roe la polilla.
Ver contexto