I Timoteo 6, 3-19

Los que propagan otras enseñanzas y no prestan atención a las saludables palabras de nuestro señor Jesucristo, y a la doctrina conforme con la piedad son gente fatua que no saben nada, sino que se dedican morbosamente a disquisiciones y juegos de palabras que a su vez dan lugar a envidia, riñas, insultos, falsas suposiciones, y altercados propios de gentes de inteligencia atrofiada, desprovistas de la verdad, que tienen la piedad por un medio de lucro. Sí, un excelente medio de lucro es la piedad, pero con la condición de que cada cual se contente con lo que tiene. Porque, al venir a este mundo, no trajimos nada con nosotros, y nada podremos sacar de él. Así que, teniendo alimento y casa, con esto nos contentaremos. Los que quieren enriquecerse caen, por ello mismo, en la tentación, en el lazo, en múltiples afanes locos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es la codicia y, por haberse entregado a ella, muchos se alejaron de la fe y atormentaron su alma con incontables sufrimientos. Pero tú, hombre de Dios, huye de todo esto, y busca la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia y la mansedumbre. Lucha en el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste convocado y cuya profesión hiciste en una hermosa confesión hecha ante muchos testigos. Te encargo ante Dios, que da vida a todos los seres, y ante Cristo Jesús, que proclamó su hermosa confesión ante Pilato, que, sin mancha, irreprensible, guardes el mandamiento hasta el advenimiento de nuestro señor Jesucristo. Advenimiento que a su debido tiempo mostrará el bienaventurado y único soberano, el rey de los reyes y el señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en la región inaccesible de la luz, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver: a él honor e imperio eterno. Amén. A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altivos, y que no pongan su esperanza en una cosa tan insegura como la riqueza, sino en Dios, que nos provee de todo espléndidamente y a satisfacción. Que se dediquen a obras buenas y se enriquezcan con ellas; que sean generosos y dadivosos; y atesoren así un buen capital para el futuro, hasta alcanzar la vida auténtica.
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