Hechos 12, 4-12

Lo apresó y lo metió en la cárcel, entregándolo a cuatro piquetes, de cuatro soldados cada uno, para que lo custodiaran, con intención de hacerlo comparecer ante el pueblo pasada la pascua. Pedro, pues, era guardado en la cárcel; pero en la Iglesia se hacía continua oración a Dios en favor de él. Y cuando Herodes se disponía a hacerlo comparecer, en aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo en medio de dos soldados, sujeto con dos cadenas, y guardias ante la puerta custodiaban la cárcel. En esto se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda, y, golpeando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Levántate en seguida.» Y se le cayeron las cadenas de las manos. Y el ángel le dijo: «Ponte el cinturón y átate las sandalias.» El lo hizo así. Y le dijo el ángel: «Cúbrete con el manto y sígueme.» Y saliendo, le seguía, y no sabía que era de verdad lo que estaba sucediendo por medio del ángel, más bien le parecía estar viendo una visión. Atravesaron la primera y la segunda guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual espontáneamente se les abrió; saliendo, recorrieron un trozo de calle, y al instante el ángel se apartó de él. Vuelto en sí Pedro, dijo: «Ahora realmente caigo en la cuenta de que ha enviado el Señor su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío.» Y recapacitando, se encaminó a la casa de María, la madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde estaban muchos congregados y en oración.
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