Mateo 9, 33-38

Y una vez arrojado el demonio, habló el mudo. Y la gente quedó admirada y decía: Jamás en Israel se vio cosa semejante. Pero los fariseos decían: Es por arte del príncipe de los demonios por el que éste arroja los demonios. Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Viendo a la gente, sintió gran compasión de ellos, porque, cansados y abatidos, parecían ovejas sin pastor. Entonces dice a sus discípulos: Mucha es la mies, pero pocos los obreros; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
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