Jeremías  7, 1-34

° Palabra que el Señor dirigió a jeremías: «Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente: ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor! Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: ‘Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor’. Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo, si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre. Mirad: Vosotros os fiáis de palabras engañosas que no sirven de nada. ¿De modo que robáis, matáis, adulteráis, juráis en falso, quemáis incienso a Baal, seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y después entráis a presentaros ante mí en este templo, dedicado a mi nombre, y os decís: ‘Estamos salvos’, para seguir cometiendo esas abominaciones? ¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mi nombre? Atención, que yo lo he visto —oráculo del Señor—. Andad, id a mi templo de Siló, donde habité en otro tiempo, y mirad lo que hice con él, por la maldad de Israel, mi pueblo. Pues ahora, por haber cometido tales acciones —oráculo del Señor—, porque os hablé sin cesar y no me escuchasteis, porque os llamé y no me respondisteis, haré con el templo dedicado a mi nombre, en el que confiáis, y con el lugar que di a vuestros padres y a vosotros, lo mismo que hice con Siló: os arrojaré de mi presencia, como arrojé a vuestros hermanos, la estirpe de Efraín”. Y tú no intercedas por este pueblo, no supliques a gritos por ellos, no me reces, que no te escucharé. ¿No ves lo que hacen en los pueblos de Judá y en las calles de jerusalén? Los hijos recogen leña, los padres encienden lumbre, las mujeres preparan la masa para hacer tortas en honor de la Reina del Cielo, y para irritarme hacen libaciones a dioses extranjeros. ¿Es a mí a quien irritan —oráculo del Señor— o más bien a sí mismos, para su confusión? Por eso, esto dice el Señor: “Mirad, mi ira y mi cólera se van a derramar sobre este lugar, sobre hombres y ganados, sobre el árbol silvestre y sobre el fruto del suelo, y arderán sin apagarse”. Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “¡Ya podéis añadir vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comeros la carne! Cuando hice salir a vuestros padres de Egipto, nada les dije ni nada les prescribí sobre holocaustos y sacrificios. Esta fue la orden que les di: ‘Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien’. Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara. Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres”. Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás: “Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”. Córtate la melena y tírala; | entona una endecha por los calveros: | el Señor ha rechazado y repudiado | a la generación que excitaba su cólera. La gente de Judá ha hecho lo que yo detesto —oráculo del Señor—: han instalado sus abominaciones en el templo dedicado a mi nombre, y lo han profanado. Han construido los recintos sagrados del Tófet (que está en el valle de Ben Hinnón) para quemar en ellos a sus hijos e hijas, algo que yo no les mandé ni se me pasó por la cabeza. Por eso, llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se les llamará “Tófet” ni “valle de Ben Hinnón”, sino “valle de la Matanza”, y enterrarán en el Tófet por falta de sitio. Los cadáveres de la gente de este pueblo servirán de pasto a las aves y a los animales carroñeros, y no habrá nadie que los espante. Haré que en las ciudades de Judá y en las calles de jerusalén enmudezcan las voces alegres de fiesta, las voces del novio y de la novia, pues todo el país quedará desolado».
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