II Reyes  20, 7-18

Isaías dijo: “Tomad una masa de higos.” Tomáronla y se la pusieron sobre la úlcera, y Ezequías sanó. Ezequías había preguntado a Isaías: “¿En qué señal conoceré yo que Yahvé me curará y que al tercer día subiré a la casa de Yahvé?” Isaías le respondió: “He aquí la señal por la que conocerás que Yahvé cumplirá la palabra que ha pronunciado: La sombra avanzará diez grados o retrocederá diez grados.” Y Ezequías dijo: “Poca cosa es que avance diez grados; no así que retroceda diez grados.” Entonces Isaías, profeta, invocó a Yahvé, que hizo retroceder diez grados la sombra en el reloj de Ajaz. Por este tiempo, Merodacbaladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, mandó una carta y un presente a Ezequías, pues había tenido noticia de su enfermedad. Ezequías dio audiencia a los mensajeros y les enseñó todos sus tesoros, la plata, el oro, los aromas y el aceite refinado, el arsenal y todo cuanto de precioso había en el tesoro. Nada hubo que Ezequías no les enseñara, en la casa y en todas sus dependencias. Isaías, profeta, vino luego a Ezequías y le dijo: “¿Qué han dicho esas gentes que han venido a ti?” Ezequías contestó: “Vienen de tierra lejana, de Babilonia.” Isaías añadió: “¿Qué es lo que han visto de tu casa?” Ezequías respondió: “Han visto todo cuanto hay en la casa; les he enseñado todo mi tesoro, sin dejar nada.” Entonces Isaías le dijo a Ezequías: “Escucha la palabra de Yahvé: Tiempo vendrá en que será llevado a Babilonia todo cuanto hay en esta casa, todo cuanto atesoraron tus padres hasta hoy, sin quedar nada. Y de los hijos que de ti saldrán, de los engendrados por ti, tomarán para hacer de ellos eunucos del palacio del rey de Babilonia.”
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