Lucas 1, 57-79

Le llegó a Isabel el tiempo de dar a luz, y parió un hijo. Habiendo oído sus vecinos y parientes que el Señor le había mostrado la grandeza de su misericordia, se congratulaban con ella. Al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarle con el nombre de su padre, Zacarías. Pero la madre tomó la palabra y dijo: No, se llamará Juan. Le decían: ¡Si no hay ninguno en tu parentela que se llame con ese nombre! Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase;" y pidiendo unas tablillas, escribió: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. Y abrió al instante su boca y habló bendiciendo a Dios. Se apoderó el temor de todos los vecinos, y en toda la montaña de Judea se contaban todas estas cosas, y cuantos las oían, pensativos, se decían: ¿Qué vendrá a ser este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo y profetizó diciendo: Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y levantó en favor nuestro un poder de salvación en la casa de David, su siervo, como había prometido por la boca de sus santos profetas desde antiguo, salvándonos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos aborrecen, para hacer misericordia con nuestros padres y acordarse de su alianza santa, del juramento que juró a Abraham, nuestro padre, darnos;" para que, sin temor, libres del poder de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues tú irás delante del Señor para preparar sus caminos, para dar la ciencia de la salud a su pueblo, para remisión de sus pecados;" por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, en las cuales nos visitará naciendo de lo alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de muerte, para enderezar nuestros pies por el camino de la paz.
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