Lucas 13, 16-35

Pues esta hija de Abraham, a quien Satanás tenía ligada dieciocho años ha, ¿no debía ser soltada de su atadura en día de sábado? Y diciendo esto, quedaban confundidos todos sus adversarios, y toda la muchedumbre se alegraba de las obras prodigiosas que hacía. Decía, pues: ¿A qué es semejante el reino de Dios y a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto, y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas. De nuevo dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda. Recorría ciudades y aldeas, enseñando y siguiendo su camino hacia Jerusalén. Le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? El le dijo: Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán;" una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos. El os responderá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas. El dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos, obradores de iniquidad. Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando viereis a Abraham, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera. Vendrán de Oriente y de Occidente, del Septentrión y del Mediodía, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios, y los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos. En aquella hora se le acercaron algunos fariseos, diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Heredes quiere matarte. El les dijo: Id y decid a esa raposa: Yo expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero consumaré mi obra. Pues he de andar hoy, y mañana, y el día siguiente, porque no puede ser que un profeta perezca fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como el ave a su nidada debajo de las alas, y no quisiste! Se os deja vuestra casa. Os digo que no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
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