Mateo 13, 10-23

Acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y les respondió diciendo: A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino dé los cielos, pero a ésos no. Porque al que tiene, se le dará más y abundará, y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden;" y se cumple con ellos la profecía de Isaías: “Cierto oiréis y no entenderéis y no conoceréis. Porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender con su corazón y convertirse, que yo los curaría.” ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador. A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo que se había sembrado en su corazón; esto es lo sembrado junto al camino." Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y, desde luego, la recibe con alegría;" pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble y, en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza. Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra, pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto. Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
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