INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA

CARTA A LOS TESALONICENSES

    Acogida la primera carta con inmensa alegría por los tesalonicenses, animados y confortados en su fe, seguían ahora dándose motivos de desasosiego e inquietud. Estos se originaron por no haber quedado claro para ellos en qué momento tendría lugar la Parusía. Algunos habían propalado falsamente -quizá por su especial aprehensión y carácter impulsivo- que la venida del Señor era inminente. Esto había dado lugar a un clima que favorecía la ociosidad, el desorden y la falta de ilusión por la vida.

    Este es el nuevo tema que aborda San Pablo en su segunda carta, escrita pocos meses después de la primera. Una ciudad marítima importante como Tesalónica, con un número considerable de gente vagabunda y holgazana, era lugar natural para el bulo, la intriga y las falsas alarmas. Nada tiene, pues, de extraño que incluso entre los mismos cristianos recién convertidos hubiera algunos que rehuyeran el trabajo, más amigos de comentarios triviales y predicciones sobre el futuro, que de tomarse en serio cuanto San Pablo les había enseñado con su vida de trabajo intenso.

    Ahora, después de animarles a que perseveren firmes en la fe, el Apóstol puntualiza la doctrina sobre la Parusía. Dice que no es inminente, ya que antes han de tener lugar dos grandes acontecimientos: la Apostasía y el Anticristo. Y si estos aún no han aparecido, ¿cómo dejarse llevar del error de la inminencia de la Parusía? De qué Anticristo se trata y cuál es la fuerza que lo retiene, nada sabemos: el mismo San Pablo lo deja en el misterio. Unicamente les advierte que no se dejen impresionar, ni se alarmen por vana palabrería como si proviniera de él, ya que esto sería peligroso para la perseverancia en la fe. Que trabajen. Y «si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2Ts 3:10), pues eso es lo que aprendieron del ejemplo que él mismo les dio. De aquí que sea erróneo afirmar que San Pablo creía inminente la segunda venida del Señor o el fin del mundo, y que con su error había contagiado a aquellos cristianos. Su enseñanza sobre la indeterminación de ese día es fiel reflejo de lo que el mismo Jesús enseñó (cfr. Mat 24:36).

    En este sentido, la Pontificia Comisión Bíblica ha afirmado que «el apóstol Pablo nada absolutamente dijo en sus escritos que no concuerde perfectamente con aquella ignorancia del tiempo de la Parusía que el mismo Cristo proclamó ser propia de hombres».

    Puede afirmarse, por tanto, que S. Pablo no incurrió en error alguno sobre la fecha de la Parusía. Pues ni sus escritos presentan en ningún lugar contradicción a este respecto, ni de ellos puede deducirse una evolución posterior en el pensamiento del Apóstol. Cosa bien distinta, sin embargo, es que mientras su doctrina sobre la Parusía se mantiene constante desde la primera a su última carta, como afirma la tradición de la Iglesia, el paso del tiempo debió influirle lógicamente por lo que se refiere a su propia situación personal. No ha de olvidarse que estas dos cartas a los Tesalonicenses las escribió a comienzos de los años 50, cuando aún se sentía vigoroso y en plenitud de facultades. A medida que se acercaba a la vejez, parece comprender que la posibilidad de asistir a la Parusía se hace, para él, cada vez más remota (Ochard). Por eso, cuando escribe la segunda carta a Timoteo, ya en su vejez, es plenamente consciente de que no llegaría a verla, pues el tiempo de su muerte está próximo (2Ti 4:6).