I Reyes 17, 1-18

Elías tisbita, uno de los habitantes de Galaad, dijo al rey Acab: ¡Vive Yahweh, el Dios de Israel, en cuya presencia he estado, que no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino hasta que yo diga! Entonces vino a él palabra de Yahweh, y le dijo: Vete de aquí; vuelve al oriente y ocúltate en el arroyo Querit que está frente al Jordán. Sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te alimenten allí. Y él fue e hizo según la palabra de Yahweh; y se fue a vivir junto al arroyo Querit que está frente al Jordán. Los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y él bebía del arroyo. Pero sucedió que después de un tiempo el arroyo se secó, porque no había llovido en la tierra. Y vino a él palabra de Yahweh, diciendo: Levántate, dirígete a Sarepta de Sidón y permanece allí. He aquí que yo he dado órdenes de que una mujer viuda de allá te alimente. Y él, levantándose, se dirigió a Sarepta; y al entrar por la puerta de la ciudad, vio allí a una mujer viuda que recogía unos leños. Entonces él la llamó, y le dijo: Tráeme un poco de agua en un vaso para que yo beba. Cuando ella iba a traérsela, la llamó y le dijo: Tráeme también un pedazo de pan en tu mano. Pero ella respondió: Vive Yahweh tu Dios que no tengo sino solamente un puñado de harina en un recipiente, y un poco de aceite en una vasija. He aquí que estaba recogiendo un par de leños para ir y prepararlo para mí y para mi hijo, a fin de que comamos y muramos. Entonces Elías le dijo: No temas; ve y haz como dijiste. Sólo prepárame antes una torta pequeña, y tráemela; al final haz para ti y para tu hijo. Porque así ha dicho Yahweh, el Dios de Israel: “La harina del recipiente no se acabará, y la vasija de aceite no disminuirá, hasta el día en que Yahweh dé lluvia sobre la superficie de la tierra”. Entonces ella fue y procedió conforme a la palabra de Elías. Y comieron él, ella y su familia durante aquel tiempo. La harina del recipiente no se terminó, y la vasija de aceite no disminuyó, conforme a la palabra de Yahweh, la cual Él había hablado por medio de Elías. Sucedió después de estas cosas, que se enfermó el hijo de la mujer, la dueña de la casa; y su enfermedad fue tan grave, que no quedó aliento en él. Por lo cual, ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo que ver contigo, oh profeta de Dios? ¿Viniste a mí para recordar mis culpas y hacer morir a mi hijo?
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