II Reyes  4 Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998) | 44 versitos |
1
3. ALGUNOS MILAGROS DE ELISEO
Elías socorre a la viuda.
Una mujer, de las mujeres de los discípulos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha muerto. Tú sabes que tu siervo temía a Yahvé y ahora viene un acreedor a llevarse a mis dos hijos como esclavos.»
2 Eliseo le respondió: «¿Qué puedo hacer por ti? Dime, ¿qué tienes en casa?.» Ella respondió: «Tu sierva no tiene nada en casa; sólo un frasco de aceite de perfume.»
3 Él dijo: «Anda y pide a todas tus vecinas vasijas de las de importación, vasijas que estén vacías, y no te vayas a quedar corta al final.
4 Entra luego y cierra la puerta tras de ti y de tus hijos. Vierte (aceite) en todas las vasijas, poniendo a parte las llenas.»
5 Ella le dejó y cerró la puerta tras de sí y de sus hijos. Ellos le acercaban las vasijas y ella vertía el aceite.
6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a su hijo: «Tráeme otra vasija.» Él le respondió: «Ya no quedan más.» Entonces dejó de fluir el aceite.
7 Ella fue a decírselo al hombre de Dios, que dijo: «Ve a vender el aceite y paga a tu acreedor. Así tú y tu hijo podréis vivir de lo restante.»
8
Eliseo, la sunamita y su hijo.
Eliseo pasó un día por Sunén, donde vivía una mujer principal que le porfió a que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, se detenía allí a comer.
9 Ella dijo a su marido: «Estoy segura de que es un santo hombre de Dios, que pasa siempre junto a nosotros.
10 Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pondremos allí para él una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que, cuando venga junto a nosotros, pueda retirarse allí arriba.»
11 Llegó el día en el que Eliseo se acercó por allí y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó.
12 Él dijo a Guejazí, su criado: «Llama a esta sunamita.» Éste la llamó y ella se quedó de pie ante él.
13 Eliseo dijo a su criado: «Dile: “Te has tomado todas estas molestias por nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿hemos de hablar en tu favor al rey o al jefe del ejército?”» Ella respondió: «Yo vivo tranquila entre las gentes de mi pueblo.»
14 Él dijo: «¿Qué podemos hacer entonces por ella?» Guejazí respondió: «Por desgracia ella no tiene hijos y su marido es ya anciano.»
15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.
16 Él dijo: «El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo.» Ella respondió: «No, mi señor, no engañes a tu sierva.»
17 La mujer concibió y dio a luz un niño por la época que le había dicho Eliseo.
18 El niño creció y un día fue donde estaba su padre con los segadores,
19 y dijo a su padre: «¡Ay, mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un criado: «Llévalo a su madre.»
20 Lo cogió y lo llevó a su madre. Estuvo sentado en las rodillas de la madre hasta el mediodía y luego murió.
21 Entonces ella lo subió y lo acostó sobre el lecho del hombre de Dios. Lo dejo cerrado y salió.
22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados y una de las burras. Voy corriendo junto al hombre de Dios y vuelvo.»
23 Él dijo: «¿Por qué vas donde él? Hoy no es novilunio ni sábado.» Pero ella se despidió: «Paz.»
24 Hizo aparejar la burra y dijo a su criado: «Conduce. En marcha y no me frenes el trote a no ser que te lo diga.»
25 Hizo camino hasta llegar donde el hombre de Dios en el monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí viene aquella mujer sunamita.
26 Corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien? ¿Está bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»
27 Pero cuando llegó junto al hombre de Dios, a lo alto del monte, se abrazó a sus pies. Guejazí se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala, porque está pasando una amargura y Yahvé me lo ha ocultado, no me lo ha manifestado.»
28 Ella dijo: «¿Pedí yo acaso a mi señor un hijo? ¿No te dije: “No me engañes”?»
29 Él dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura y toma mi bastón en tu mano. Si encuentras a alguien no le saludes, y si alguien te saluda no le respondas. Ve y coloca mi bastón sobre la cara del niño.»
30 Pero la madre del niño dijo: «Por el Dios vivo y por tu vida que no te dejaré.» Entonces él se alzó y marchó tras ella.
31 Guejazí había pasado antes que ellos y había colocado el bastón sobre la cara del niño, pero no se escuchó voz ni respuesta alguna. Se volvió al encuentro de Eliseo y le comunicó: «El niño no ha despertado.»
32 Eliseo entró en la casa; allí estaba el niño, muerto, acostado en su lecho.
33 Entró, cerró la puerta con ellos dos dentro, y oró a Yahvé.
34 Se subió (a la cama) y se tumbó sobre el niño, boca con boca, ojos con ojos, manos con manos. Se mantuvo recostado sobre él y la carne del niño iba entrando en calor.
35 Se bajó y se puso a caminar por la casa de acá para allá. Se subió y se recostó insuflando sobre él hasta siete veces. El niño estornudó y abrió sus ojos.
36 Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» Y la llamó. Cuando llegó, él le dijo: «Toma tu hijo.»
37 Ella entró y se echó a sus pies postrada en tierra. Luego tomó a su hijo y salió.
38
La olla envenenada.
Eliseo regresó a Guilgal cuando había una hambruna en el país. Los discípulos de los profetas estaban sentados ante él y dijo a su criado: «Coloca la olla grande y cuece un potaje para los discípulos de los profetas.»
39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas comestibles; encontró unas cepas silvestres y arrancó calabazas silvestres hasta llenar su vestido. Llegó y, sin saber lo que era, las cortó en pedazos en la olla del potaje.
40 Lo sirvieron a los hombres para que comieran y, mientras estaban comiendo, comenzaron a dar gritos: «¡Muerte en la olla, hombre de Dios!» Y no podían comer.
41 Él dijo: «Traedme harina». La echó en la olla y dijo: «Servidlo a la gente y que coman.» Y no había ya mal alguno en la olla.
42
La multiplicación de los panes.
Un hombre de Baal Salisá llegó trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Eliseo dijo: «Dáselo a la gente y que coman.»
43 Su servidor replicó: «¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?» Él dijo: «Dáselo a la gente y que coman, porque así dice Yahvé: “Comerán y sobrará”.»
44 Lo puso ante ellos, comieron y dejaron todavía sobras, conforme a la palabra de Yahvé.

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Introducción a II Reyes 

Los libros de los Reyes , como los de Samuel, constituían una sola obra en la Biblia hebrea. Corresponden a los dos últimos libros de los Reinos en la traducción griega, y de los Reyes en la Vulgata.

Son la continuación de los libros de Samuel, y 1 R 1-2 contiene la parte final del gran documento de 2 S 9-20. La larga narración del reinado de Salomón, 1 R 3-11, detalla la excelencia de su sabiduría, el esplendor de sus construcciones, sobre todo del Templo de Jerusalén, y la abundancia de sus riquezas. Es ciertamente una época gloriosa, pero el espíritu conquistador del reino de David ha desaparecido: se conserva, se organiza y, sobre todo, se saca partido de los triunfos de David. Se mantiene la oposición entre las dos fracciones del pueblo, y a la muerte de Salomón, en 931, el reino se divide: las diez tribus del Norte llevan a cabo una secesión agravada por un cisma religioso, 1 R 12-13. La historia paralela de los dos reinos de Israel y Judá se desarrolla de 1 R 14 a 2 R 17: con frecuencia es la historia de las luchas entre estos reinos hermanos, es también la de los asaltos del exterior por parte de Egipto contra Judá y de los arameos por el Norte. El peligro arrecia cuando los ejércitos asirios intervienen en la región, primero en el siglo IX, con más fuerza en el siglo VIII, cuando Samaría cae bajo sus golpes el 721, mientras que Judá se ha declarado ya vasallo. La historia, limitada ya a Judá, prosigue hasta la ruina de Jerusalén el 587 en 2 R 18-25 21. La narración se alarga al tratar de dos reinados, el de Ezequías, 2 R 18-20, y el de Josías, 2 R 22-23, marcados por un despertar nacional y una reforma religiosa. Los grandes acontecimientos políticos son entonces la invasión de Senaquerib bajo Ezequías el 701, en respuesta a la denegación del tributo asirio y, bajo Josías, la ruina de Asiria y la formación del imperio caldeo. Judá hubo de someterse a los nuevos amos de Oriente, pero pronto se rebeló. El castigo no se hizo esperar: el 597, los ejércitos de Nabucodonosor conquistaron Jerusalén y llevaron cautivos a una parte de sus habitantes; diez años después un amago de independencia provocó una segunda intervención de Nabucodonosor, que terminó el 587 con la ruina de Jerusalén y una segunda deportación. Reyes concluye con dos breves apéndices, 2Re_25:22-30 .

La obra cita nominalmente tres de sus fuentes, una Historia de Salomón, los Anales de los reyes de Israel y los Anales de los reyes de Judá, pero también existieron otras: además de la parte final del gran documento davídico, 1 R 1-2, una descripción del Templo, de origen sacerdotal, 1 R 6-7, y, sobre todo, una historia de Elías compuesta hacia fines del siglo IX y una historia de Eliseo un poco posterior; estas dos historias forman la base de los ciclos de Elías, 1 R 17 - 2 R 1, y de Eliseo, 2 R 2-13. Los relatos del reinado de Ezequías que presentan en escena a Isaías, 2Re_18:17-20:19, provienen de los discípulos de este profeta.

Cuando la utilización de las fuentes no lo impide, los sucesos quedan encerrados en un marco uniforme: se trata cada reinado como una unidad independiente y completa, su comienzo y su fin se señalan casi con las mismas fórmulas, en las que jamás falta un juicio sobre la conducta religiosa del rey. Se condena a todos los reyes de Israel a causa del pecado original de este reino, la fundación del santuario de Betel; entre los reyes de Judá, ocho solamente son alabados por su fidelidad general a las prescripciones de Yahvé. Pero esta alabanza queda restringida seis veces por la observación de que los altos no desaparecieron; únicamente Ezequías y Josías reciben una aprobación sin reservas.

Estos juicios se inspiran evidentemente en la ley del Deuteronomio sobre la unidad del santuario. Más aún: el descubrimiento del Deuteronomio bajo Josías y la reforma religiosa que inspiró señalan el punto culminante de toda esta historia, y toda la obra es una demostración de la tesis fundamental del Deuteronomio, repetida en 1 R 8 y 2 R 17: si el pueblo observa la alianza concluida con Dios, será bendecido; si la rompe, será castigado. Este influjo deuteronomista se encuentra también en el estilo, siempre que el redactor desarrolla o comenta sus fuentes.

Es probable que una primera redacción deuteronomista fuera hecha antes del Destierro, antes de la muerte de Josías en Meguidó el 609, y la alabanza otorgada a este rey, 2Re_23:25 (menos las últimas palabras) sería la conclusión de la obra primitiva. Una segunda edición, asimismo deuteronomista, se hizo durante el Destierro: después del 562, si se le atribuye el final del libro, 2Re_25:22-30 , o algo antes si ponemos su punto final después del relato de la segunda deportación, 2Re_25:21 , que tiene trazas de ser una conclusión. Hubo, finalmente, algunas adiciones, durante y después del Destierro.

Los libros de los Reyes se han de leer con el espíritu con que fueron escritos, como una historia de salvación: la ingratitud del pueblo elegido, la ruina sucesiva de las dos fracciones de la nación parecen llevar al fracaso el plan de Dios; pero siempre queda, para defender el futuro, un grupo de fieles que no han doblado las rodillas ante Baal, un resto de Sión que guarda la Alianza. La firmeza de las disposiciones divinas se manifiesta en la admirable subsistencia del linaje davídico, depositario de las promesas mesiánicas, y el libro, en su forma definitiva, se cierra con la gracia concedida a Jeconías, como aurora de una redención.

Fuente: Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros

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Notas

II Reyes  4,1
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_17:8-15


II Reyes  4,7
NOTAS

4:7 Título corriente de Eliseo en los relatos procedentes de los «discípulos de los profetas», ver cap. 4; 2Re_5:8; 2Re_6:17.

II Reyes  4,8
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_1:3

II Reyes  4,10
NOTAS

4:10 El mobiliario era lujoso para una época en la que la gente se sentaba, comía y dormía en el suelo.

II Reyes  4,13
NOTAS

4:13 Eliseo se ofrece a intervenir en la corte. La mujer responde con altivez que le basta la protección de su clan.

II Reyes  4,16
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Gén_18:10

NOTAS

4:16 El hebr. añade «hombre de Dios».

II Reyes  4,17
NOTAS

4:17 «por la época», conj.; hebr. repite «al año próximo, por este mismo tiempo» de 2Re_4:16.

II Reyes  4,19
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_17:17-24

II Reyes  4,21
NOTAS

4:21 Fe de esta mujer: Eliseo, que le ha conseguido un hijo, podrá devolvérselo; mientras tanto, nadie debe saber nada de su muerte, 2Re_4:23, y ella oculta el cadáver.

II Reyes  4,23
NOTAS

4:23 Había, pues, costumbre de visitar a los santos personajes por las fiestas.

II Reyes  4,29
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Luc_10:4

NOTAS

4:29 (a) No saludar a nadie es señal de una misión urgente.

4:29 (b) Parece atribuirse un poder mágico al bastón de Eliseo (como al de Moisés, Éxo_4:17), pero lo que sigue pondrá de manifiesto que nada se puede hacer sin la oración y la intervención personal del profeta.

II Reyes  4,33
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 1Re_17:21

II Reyes  4,35
NOTAS

4:35 Seguimos el orden del griego y de Vet. Lat.; el hebr. dice «hasta siete veces» después de «el niño estornudó». -Yahvé insufla el espíritu de vida en las narices de Adán, Gén_2:7, y por las narices respira el hombre, Isa_2:22. El estornudo manifiesta la vuelta a la vida.

II Reyes  4,38
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] 2Re_2:1

II Reyes  4,39
NOTAS

4:39 Frutos amarguísimos y de violento efecto purgante.

II Reyes  4,42
REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Mat_14:13-21+; Mat_15:32-38+

NOTAS

4:42 Traducción conjetural. Algunos corrigen «en su alforja».