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A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, (Efesios  3, 20) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 3

V. EL APÓSTOL ELEGIDO PARA REALIZAR EL MISTERIO DE CRISTO (3/01-13).

1. INTRODUCIDO, POR REVELACIÓN, EN EL MISTERIO DE CRISTO (3,1-6).

1 Por este motivo, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles... 2 Si es que habéis oído hablar de la economía de la gracia de Dios, a mí concedida con respecto a vosotros: 3 cómo por una revelación se me ha dado a conocer el misterio secreto (como os lo expuse antes en pocas palabras), 4 con respecto a lo cual, mientras vais leyendo, podéis percataros de mi penetración en el misterio de Cristo: 5 misterio que en otras generaciones no fue dado a conocer a los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas según el Espíritu: 6 que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús...

Al llegar Pablo a estas alturas de su magnífica descripción de la obra salvífica de Dios, desemboca en una oración por sus fieles pidiendo que puedan profundizar en el conocimiento de la grandeza de lo que Dios les ha dado a través de Cristo. Es el mismo tema de 1,18 ss. Empieza con una fórmula, no muy corriente, pero cada vez más solemne, que significa algo así como «por lo cual». Este comienzo es importante, pues su reaparición en 3,14 demuestra que allí se inicia la oración que se proponía en nuestro pasaje (3,1) y que se interrumpe súbitamente con un pensamiento interpuesto al que Pablo se aplica y desarrolla a lo largo de doce versículos.

Para recalcar su proyectada oración ante sus lectores, subraya Pablo quién es el que aquí ora: «Yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles.» Sí, él es prisionero de Cristo Jesús. Aunque los guardias sean soldados romanos y unas cadenas de hierro aprisionen su libertad, él sabe muy bien -y ello le consuela profundamente- que el que en realidad lo ha aprisionado y al que él le ha entregado toda su libertad, es Cristo. Y si Cristo ahora quiere que esté atado y preso exteriormente, también sabe que esto sirve para la salvación de los gentiles, tarea que Cristo le ha encomendado.

Esto es lo que Pablo quería añadir. Se estaba hablando de la vocación de los gentiles, pero en esta organización de la gracia de Dios, Pablo ocupa un lugar como ningún otro. El es el instrumento elegido, por el que Dios llama a los gentiles. Los destinatarios de la carta no conocían personalmente a Pablo, pero habrían oído hablar de aquel por medio del cual les había llegado el feliz mensaje y la salvación.

Don de la gracia es para Pablo su vocación. Por eso no se cansa de agradecer una y otra vez lo que él subraya fuertemente como una «gracia» (3,7s). Gracia, o sea algo inmerecido, que procede de la libre elección de Dios y de su profunda misericordia.

Fundamento de todo su apostolado entre los gentiles es la revelación del misterio, que le ha sido hecha. El «misterio» ya lo hemos encontrado en 1,9. Allí se trataba del «misterio de la voluntad de Dios», consistente en recapitular el universo en Cristo: Todo «lo que está en los cielos y lo que está sobre la tierra», y aquí en la tierra precisamente el mundo de los gentiles. Esto para Pablo es equivalente a la búsqueda de la salvación no por la ley de los judíos, sino por la fe.

Que a Pablo le haya sido dada por la revelación una comprensión del plan salvador de Dios, lo pueden averiguar los lectores por lo que hasta ahora ha venido diciendo en elogio de este mismo plan de salvación 13.

El descubrimiento del misterio es la gran gracia de la actualidad. El misterio era desconocido por las generaciones precedentes, al menos con la claridad «como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas». Naturalmente Pablo pertenece también al grupo de estos «santos apóstoles» 14. Aquí «santo» posee el sentido primitivo de la palabra: entresacado, escogido para una obra especial en el servicio de Dios.

Más consideración merece el hecho de que aquí Pablo asigna, con toda naturalidad, a la pluralidad de apóstoles y profetas lo que pretendía tener como un privilegio único: o sea, el ser los receptores inmediatos de esta revelación divina. Ahora hay muchos, y el misterio se les ha «revelado», y precisamente «en el Espíritu». Pero un poco después aparece como si fuera él el único enviado para los paganos.

Esta conciencia de su misión que tiene el Apóstol puede parecer tanto más extraña, cuanto que se piensa en tantos otros que juntamente con él trabajaban en la misión de los gentiles. Igualmente la revelación del misterio no puede considerarse como una cosa especial y decisivamente única, ya que de hecho ha sido hecha «a los santos apóstoles y profetas». Lo que a Pablo le da la conciencia de ser el apóstol de los gentiles, es lo singular de su vocación y el consiguiente éxito, único en su especie, con el cual Dios lo ha confirmado en esta vocación a través de los años, día tras día. Como tal apóstol de los gentiles, en la forma en que se ha ido haciendo sucesivamente, habla Pablo: no como el único, sino como el que ha recibido para ello más gracia que los demás. Pero hay más: a partir de su segundo viaje misionero se quedó totalmente solo, recorriendo el vasto itinerario bajo la dirección del Espíritu. Trabajaba solamente donde ninguno antes que él había predicado. Nuevas tierras para Cristo iba buscando con su celo incansable, con la plena conciencia de ser realmente el enviado de Dios, el instrumento de su gracia. Aunque tras él hubieran venido muchos maestros y «pedagogos», aquellos cristianos sólo tenían un padre, Pablo, que por primera vez les había transmitido la verdadera vida (1Co_4:15). Para ellos sabía Pablo que era el «apóstol de los gentiles». En nuestro caso se extiende esta conciencia aun a aquellos que por primera vez fueron ganados para el evangelio mediante alguno de sus discípulos, como mano larga del Apóstol (Col_2:1).

Finalmente se dice clara y llanamente en lo que consiste el misterio, que a Pablo y a «los santos apóstoles y profetas» se les ha revelado en el Espíritu: «Los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús». De esto se ha venido tratando previamente. Y tan notable es la cosa, que el Apóstol se siente empujado a exponer la misma verdad en un aspecto siempre nuevo: ha quedado suprimida toda diferencia y separación. Los antiguos judíos y los antiguos paganos, al entrar en el único cuerpo de Cristo que los comprende a ambos -la Iglesia-, han sido colocados en absoluta igualdad de derechos; idea que subraya, repitiendo, en el texto griego original, tres veces el prefijo syn (= con).

«Coherederos» son los gentiles en su calidad de hijos del único Padre y hermanos de Jesucristo. Igualmente participan en la promesa que fue dada al pueblo escogido (hasta tal punto, que ello constituía su propia razón de existir como tal pueblo). Y todo esto, porque ahora los gentiles son «miembros de un mismo cuerpo», como los israelitas. Pablo lo expresa con el término griego synsoma. Tuvo que crear esta palabra: la cosa totalmente nueva que quería decir, necesitaba un nombre nuevo.

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13. Claramente se alude a 1,3-14; y después, en sentido estricto, al capitulo 2.

14. En la designación «santo» no hay que intentar escuchar la voz «insidiosa» de una segunda generación que mira hacia atrás. Poco después el mismo Pablo se llama a si mismo el menor de todos los «santos».

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2. ELEGIDO PARA PROCLAMAR EL MISTERIO DE CRISTO (3,7-13)

...(los gentiles son coherederos...) 7 por medio del evangelio, del cual yo he sido constituido ministro según el don de la gracia de Dios, a mí concedida según la acción de su poder: 8 a mí, el menor de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, 9 y hacer patente cuál es la dispensación del misterio escondido, desde la eternidad, en Dios, que creó todas las cosas; 10 para que se dé ahora a conocer a los principados y potestades en los cielos, por medio de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios 11 según el designio eterno que ha realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, 12 en quien, mediante la fe en él, tenemos la seguridad y el acceso en confianza. 13 Así que os ruego no decaigáis de ánimo en mis tribulaciones por vosotros, ya que ésta es vuestra gloria.

«Ministro (del evangelio) según el don de la gracia de Dios, a mí concedida según la acción de su poder». Pablo intenta expresar con una rara acumulación de detalles lo que a primera vista nos parece a nosotros sencillo. Pero la manera como Pablo se expresa, demuestra que esta vocación suya a la proclamación del evangelio entre los gentiles significa para él algo imponderable, algo grande que apenas se puede explicar. Ve en ello primeramente un don gratuito de Dios, y al intentar valorar este don lo hace con la misma expresión prolija que en 3,2: «Don de la gracia de Dios, a mí concedida.» A través de estas palabras podemos rastrear, la honda sensibilidad que las ha inspirado.

«...concedida según la acción de su poder». Siempre que en san Pablo aparece esta palabra «poder» (dynamis), es que está cerca la idea de la resurrección. Así ocurrió en 1,l9s: debemos reconocer «cuál es la extraordinaria grandeza de su poder... según la medida de la acción de su poderosa fuerza que desplegó en Cristo resucitándolo de entre los muertos». Y este poder de Dios, que resucita a Cristo de entre los muertos, se llama sencillamente en aquel texto «la extraordinaria grandeza de su poder con respecto de nosotros, los que creemos». La fuerza, que ha resucitado a Cristo de entre los muertos, sigue actuando al crear una vida de resurrección en los que por la fe y el bautismo en la muerte y resurrección de Cristo han entrado en el ámbito de esa muerte y resurrección. Y como esto se realiza por la fe -por el evangelio-, puede muy bien Pablo decir de este evangelio que es «el poder (dynamis) de Dios para salvación de todo el que cree, empezando por el judío y acabando por el gentil» (Rom_1:16). Así se comprende lo que Pablo quiere decir, cuando de una manera sorprendente afirma que el servicio del evangelio como gracia de Dios se le ha comunicado «según la acción de su poder». El Apóstol se ve a sí mismo, por su vocación a la proclamación del evangelio, comprometido en aquel gran movimiento de la acción poderosa de Dios, que resucitó a Cristo de entre los muertos, que hizo de este mensaje una fuerza de Dios, para la salvación de todo el que cree, y que finalmente lleva adelante esta salvación en la gloria. Esto significa el Apóstol cuando escribe que se le ha confiado la proclamación como una participación en la fuerza poderosa de Dios, que produce la vida de resurrección. Ante la magnitud de esta vocación, Pablo se siente pequeño.

«A mí, el menor de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo». Frase desligada, que es más bien un grito de admiración que una simple expresión. «A mí, el menor de todos». De nuevo a Pablo se le queda pequeño el diccionario: forma con un superlativo otro grado superior, como si dijera: «a mí, el más pequeño de entre los más pequeños de los santos». Recordemos cómo en otros pasajes Pablo, ante la extraordinaria grandeza de la gracia de Dios, experimenta su nada, su real indignidad tan profundamente, que llega a compararse con un aborto: «Por último, como a un aborto, se apareció a mí también» (1Co_15:8). Su anterior condición de perseguidor de la Iglesia pesa sobre el recuerdo de Pablo aun en pleno altamar de su actuación apostólica. Por eso continúa: «pues yo soy el menor de los apóstoles, y no soy digno de llamarme apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios.» Pero mientras más bajamente piensa de sí mismo, mayor es la consideración que tiene de lo que la gracia de Dios opera en él: «...pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí; antes al contrario, he trabajado más que todos ellos, no precisamente yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1Co_15:10). Así ahora también se siente pequeño ante la magna gracia de su vocación, que al anciano Pablo le parece todavía como recién estrenada.

Cuando además Pablo subraya con un pronombre demostrativo la gracia (esta gracia), quiere con ello subrayar su admiración por la gracia de «anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo». Dos grandes amores encuentran aquí su expresión: el amor a los gentiles y el amor a Cristo.

«A los gentiles», expresión subrayada que se convierte en el punto culminante de todo el párrafo. «Anunciar» se refiere plenamente a la proclamación de la buena nueva, y esta buena nueva no sólo tiene a Cristo como objeto, sino que es portadora de Cristo mismo, y produce la unión con él. Ahora bien, Cristo es rico y hace rico con lo que tiene y mucho más con lo que es, consigo mismo. Pablo sabe algo de esta riqueza, que es Cristo. La ha vivido y la continúa viviendo, no como Ios demás, sino en una singular profundidad de experiencia espiritual; por eso puede salir confiadamente al paso a los corintios, que se consideraban extraordinariamente ricos en los dones del Espíritu: «Gracias a Dios, yo hablo en lenguas más que todos vosotros» (1Co_14:18). Pero él se sabe en posesión de los otros dones del Espíritu: «Supongamos, hermanos, que yo me presente entre vosotros hablando lenguas: ¿qué provecho os aportaría yo, si mi palabra no contuviera un descubrimiento, un conocimiento, una predicación o una enseñanza?» (1Co_14:6). Todo esto son los dones que afirman o presuponen un conocimiento profundo e inspirado por el Espíritu, especialmente el don de la «revelación», que es como una dotación de san Pablo para la obra de su evangelización; podemos lógicamente calcular lo que significa para él una riqueza de Cristo «insondable»: algo que, por mucho que se comprenda, queda aún sin comprender, sustrayéndose a la experiencia. Pero dejemos estas consideraciones: lo interesante sigue siendo el hecho de que el Apóstol debe llevar esta buena nueva a los gentiles.

«...y hacer patente cuál es la dispensación del misterio escondido, desde la eternidad, en Dios, que creó todas las cosas». No se trata de una segunda tarea, a la que Pablo hubiera sido llamado. La conjunción copulativa «y» corresponde a una expresión de equivalencia: «o sea». Precisamente se manifiesta a todos este plan salvífico, porque el Apóstol proclama a Cristo ante los gentiles, no de cualquier forma, sino con aquella fuerza de la gracia que produce la fe, la unión con Cristo y la salvación. Así es como se realiza el plan salvífico de Dios en el mundo pagano.

Todavía se añade intencionadamente que este plan salvífico ha llevado una existencia oculta desde la eternidad, o sea «en Dios, que creó todas las cosas». Pablo tiene una viva sensibilidad para esta preexistencia en el pensamiento eterno de Dios. Así lo hizo al principio al presentar la bendición de Dios, diciendo que Dios nos había escogido «antes de la creación del mundo» (1Co_1:4). Y de la misma manera que coloca el plan de Dios en los fundamentos de la eternidad, igualmente lo ve realizarse en los «siglos venideros: Dios ha llevado a cabo la obra, «para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia» (1Co_2:7). Y así ve el Apóstol la obra de salvación situada entre dos eternidades, que le confieren la plena validez de su posición central.

«...en Dios, que creó todas las cosas». Se ha querido ver aquí con razón un ángulo polémico contra corrientes de tipo gnóstico. Aquellos movimientos espirituales dividían el mundo en dos partes: el mundo de los sentidos y el mundo de las ideas; el espíritu y la materia. Y así llegaron a despreciar al Dios creador como Dios creador de la materia, oponiéndole el Dios bueno, el Padre de Jesucristo. Contra estos conatos de desvincular entre sí la obra de la creación y la obra de la salvación viene esta parte adicional de la frase: el misterio de nuestra redención estaba escondido «en Dios, que creó todas las cosas». También para nosotros es esto una advertencia, para que no separemos tanto cuerpo y alma, naturaleza y sobrenaturaleza, creación y redención, sino que, al contrario, los envolvamos en la misma mirada, tomando ante ellos la justa postura.

Si esta manera de entender este pasaje es correcta, debemos en todo caso contar con que Pablo, más de lo que pudiéramos comprobar, habla en un determinado ambiente espiritual que no podemos reconstruir para nuestro uso, a no ser parcial e hipotéticamente. Y, sin embargo, no podemos prescindir de conocer este ambiente espiritual, porque es precisamente el que determina el lenguaje del Apóstol, y en él sus palabras encuentran pleno eco, produciendo la impresión adecuada. Así, por ejemplo, es posible que, cuando Pablo habla de eones, los primeros destinatarios de la carta hayan entendido otra cosa distinta y más profunda de lo que nosotros decimos con el simple concepto de «eternidad», o cuando lo traducimos «épocas históricas».

«.. . para que se dé ahora a conocer a los principados y potestades en los cielos, por medio de la lglesia, la multiforme sabiduría de Dios, según el designio secular que ha realizado en Cristo Jesús, nuestro Señor». Los «principados y potestades» hicieron ya su aparición en 1,21: Cristo ha sido puesto encima de ellos, los cuales, con todo su poder, han sido sometidos a él. Otra vez en 6,12 se habla de ellos como de potencias enemigas: «Nuestra lucha no va contra carne y sangre, sino contra los principados, las potestades.... contra los espíritus malos que están en los espacios celestes». Pablo, utilizando la lengua y el estilo de su tiempo, describe lo que no está condicionado por el tiempo: existen Satán y su mundo de espíritus, que con un odio irreconciliable luchan contra Dios y su ungido, Cristo, que los ha vencido en la cruz, despojándolos de su poder. Así ve Pablo a estos «principados y potestades».

Pero entre los destinatarios de la carta en la provincia de éfeso dominan otros puntos de vista. Hay «principados y potestades» buenos o malos, pero al fin y al cabo son lo que su nombre dice, «principados y potestades», con los que hay que estar bien. De aquí el culto a los ángeles y a las potestades, que toma cuerpo y deja a Cristo en la sombra, cuando no lo pone en duda. En la carta a los Colosenses, Pablo ha tomado posición a este respecto, y debemos agradecer a aquella doctrina desviacionista acerca de Cristo, los mejores pasajes de san Pablo sobre la absoluta soberanía de Cristo en la creación.

En la carta a los Efesios sólo se habla de estos principados y potestad es de una manera accidental, como es el caso del pasaje que comentamos. Aquí reaparecen los principados y potestades, de los que los cristianos desviacionistas esperaban sabiduría y gnosis, penetración en los misterios del mundo celestial y en los caminos que llevan a la salvación (Col_2:3 s.8); pues bien, helos aquí desprovistos del más leve barrunto sobre el verdadero plan de salvación: el misterio de Dios. Ahora tienen que oír la predicación apostólica y aprender de la Iglesia, formada por la unión en Cristo de gentiles y judíos como «cuerpo» suyo y «plenitud» en este mundo, y en la que siempre será proclamado el mensaje de salvación del evangelio. Allí es donde tienen que mirar para saber, aunque sea a regañadientes, lo que se llama «sabiduría de Dios», rica y «multiforme».

«Multiforme» se refiere a una sabiduría que, al no llegar a su objetivo por un camino, emprende otro, todavía mejor, para así conseguir su meta con más brillantez. Y así fue realmente: «Puesto que el mundo no reconoció a Dios en la sabiduría de Dios (manifestada en la creación), quiso él salvar a los creyentes mediante la predicación de la locura (de la cruz)» (1Co_1:21). Al esplendor de la creación sucede la cruz, a la sabiduría humana la fe. Pero esta fe une con Cristo y nos hace ser en Cristo «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1Co_1:24). Ciertamente aquí piensa Pablo preferentemente en Cristo que es «nuestra paz». Paz de los hombres entre sí, judíos y gentiles hechos un cuerpo en Cristo, y en este cuerpo de Cristo la plenitud de la vida divina: así ven los principados y potestades -que como potencias espirituales carecen de toda vinculación exterior- a la Iglesia de Cristo y en ella la «multiforme sabiduría de Dios».

«En Cristo Jesús, Señor nuestro». ¿Cómo sería posible que Pablo pudiera nombrar a Cristo sin añadir algo de lo que es para nosotros? Por eso continúa: «En quien, mediante la fe en él, tenemos la confianza y el libre acceso.» La Iglesia es, en su calidad de cuerpo de Cristo, el ámbito de la cercanía de Dios. Esto significa «tener acceso». Y como esto acontece «en Cristo», conectando con su santidad y confiando en él solo, la actitud lógica de los cristianos es una confianza sin límites ante Dios y, por tanto, ante este mundo y esta vida, donde «a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien» (Rom_2:28) y donde los sufrimientos sólo son el camino de la gloria (2Co_1:7; Act_14:22).

Ahora Pablo se dirige a sus lectores, haciendo hincapié en su condición de prisionero: «Así que os ruego no decaigáis de ánimo en mis tribulaciones por vosotros, ya que ésta es vuestra gloria» Sólo le faltaba añadir lo que había dicho en su carta a los Colosenses: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros...» (Col_1:24).

Demos ahora una mirada retrospectiva a este último pasaje: Pablo, a partir de 2,1, ha celebrado el «misterio de Cristo», que en definitiva es el mismo Cristo. Es como si sorprendiéramos la alegría de su corazón por la grandeza de este misterio y por ser él su proclamador; nada tiene esto de extraño, ya que se trata de la riqueza insondable de Cristo. «Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria», así ha compendiado este misterio en Col_1:27. Pero si queremos ser justos con Pablo, no debemos pasar por alto que a él el misterio se le presenta desde una perspectiva concreta y determinada, o sea: Cristo redentor también de los gentiles. Esta perspectiva de la obra de redención es algo que agobia completamente a Pablo, algo que apenas puede comprender y que lo llena de asombro y de alegría sin límites. Siente necesidad de explicar esta alegría por una cosa que a nosotros, los que nacimos después, nos parece obvia y natural: la completa igualación de los gentiles con el pueblo escogido. Lo que el mismo Pablo, en el mejor de los casos, sintió en un tiempo, lo podemos colegir quizá por un texto del rabí Aquibá, una de las más ilustres figuras del primitivo rabinismo (murió mártir en el año 135 con el mandamiento del amor de Dios de Dt 6 en los labios). En una interpretación del pasaje del Cantar de los Cantares donde se habla de «mi amado», dice: «Cuando los pueblos de la tierra oigan esto, dirán a los israelitas: Queremos ir con vosotros, queremos ir con vosotros en su busca. Pero los israelitas le responderán: No tenéis ninguna parte con nosotros. Mi amado es para mí y yo para él.»

Estos mismos sentimientos debió de haber tenido Pablo en su calidad de judío. ¡Qué camino el recorrido hasta llegar al momento en que la igualdad de los gentiles con los judíos constituía la alegría de su corazón! De milagro podríamos calificar este cambio. Sin duda, Dios infundió en su instrumento escogido, juntamente con la vocación al apostolado con los gentiles, una desbordante alegría en su corazón. La alegría agradecida, que a nosotros nos puede parecer tan inconcebible, es la medida de este amor. Es como una encarnación del amor de Dios mismo a los paganos, o mejor: sólo puede ser el mismo Jesucristo, que en Pablo, su instrumento, ama a estos gentiles. Pablo había escrito una vez: «Dios me es testigo de cuantos deseos tengo de estar con vosotros en las entrañas de Cristo Jesús» (Phi_1:8). Esto, correctamente traducido, equivaldría a «en el corazón de Jesús», o sin metáfora: «en el amor de Cristo Jesús». Así se explica que este texto de la carta a los Efesios se utilice en la fiesta litúrgica del corazón de Jesús. Concretamente para nosotros significa que se trata de una gracia, por la que debemos esforzarnos y que, una vez que apunta tímidamente, la debemos cultivar: el amor al mundo pagano, que todavía no sabe nada de la riqueza de Cristo. ¡Y ojalá este amor procediera también de un intimo agradecimiento por estar ya nosotros en posesión de él!

VI. ORACIÓN DEL APÓSTOL POR LOS CREYENTES, PARA QUE ALCANCEN LA PLENITUD DEL CONOCIMIENTO (3/14-19).

Con un solemne «por este motivo» reanuda Pablo la fórmula de transición de 3,1. Ya allí había querido hablar de su oración por el conocimiento de los creyentes. Pero se interpuso la larga interrupción sobre su participación en el «misterio de Cristo» con vistas al mundo pagano. Por muy grande que sea lo que Pablo ha realizado hasta ahora, no basta con una simple exposición; aquí se requiere mucho más que la mera inteligencia. Para salir al encuentro de este misterio de Dios no hay más remedio que recurrir al Espíritu y a la gracia de Dios. Por eso el Apóstol ora, sin acudir a la intercesión, de suerte que se tiene la impresión de que, al lado de su predicación, ve también en esta intercesión orante una tarea que también le es propia.

14 Por este motivo, hinco mis rodillas ante el Padre del cual 15 toda paternidad en los cielos y en la tierra toma su nombre, 16 para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que se robustezca poderosamente en vosotros el hombre interior, por la acción de su Espíritu; 17 que Cristo habite, mediante la fe, en vuestros corazones, y estéis arraigados y cimentados en el amor, 18 para que podáis corresponder con todos los santos, cuál sea la anchura y longitud, la altura y la profundidad, 19 y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

El comienzo es solemne: «Por este motivo, hinco mis rodillas... » Esto para Pablo y para cualquier judío era inusitado, puesto que el israelita oraba de pie a su Dios. Debe haber aquí una intención más profunda que el simple orar, para que Pablo adopte espiritualmente esta postura de postración.

1. EL PADRE DE TODOS (3,14-15).

Pablo se dirige al «Padre del cual toda paternidad en los cielos y en la tierra toma su nombre». En último término, es completamente seguro que aquí se menciona a Dios como origen de toda otra «paternidad», como Padre por antonomasia. Pero la palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento no significa paternidad en abstracto, como equivalente a la cualidad de padre, sino en concreto, como referido a una pluralidad de seres procedentes de un padre común. Por tanto, «paternidad» significa aquí familia, tribu, pueblo, o sea cualquier comunidad natural de hombres. Una acepción parecida hay que darle en el mundo de los espíritus con sus múltiples jerarquías. Estas «paternidades o familias» de espíritus «en los cielos» se nombran aquí primero, como réplica al falso culto de los ángeles, que amenazaba a la pureza de la fe de los lectores. Dios es el Padre a quien debe referirse también el origen de toda familia celestial.

Pero también las familias de la tierra, pueblos y naciones, todos tienen en Dios el único Padre, no sólo el pueblo escogido. Y Dios se ha mostrado como Padre de los pueblos precisamente porque ha llamado a estos pueblos (en lenguaje judío, los gentiles) a la salvación en Jesucristo. Esta idea aflora también cuando Pablo se dirige en su oración al Padre, del que toda familia en el cielo y en la tierra «toma su nombre», o sea -atendiendo a la expresión semítica- su existencia concreta.

Finalmente se habla aquí otra vez del Dios Creador, como en 3,9. No hay por qué recriminar nada al Creador del mundo y a la obra de la creación: es el mismo Dios el que ha creado al mundo y lo ha redimido en Jesucristo.

2. PRESUPUESTOS DEL CONOCIMIENTO PERFECTO (3,16-17).

«Para que os conceda según la riqueza de su gloria...» Otra vez aquí, como antes en 1,17, aparece esa llamada, llena de confianza, a la gloria de Dios. Es, como vimos ya, la llamada a la riqueza de Dios, que, por su abundancia, tiende a comunicarse. Y, en consecuencia, una llamada al Dios, que «santifica su nombre» precisamente porque, con su ayuda y donación, se inclina a su pueblo, que, por su parte, lo glorifica por ello agradecido.

«...que se robustezca poderosamente en vosotros el hombre interior, por la acción de su Espíritu». ¿Qué es el «hombre interior»? En 2Co_4:16 se opone expresamente a «hombre exterior»: «Aun cuando nuestro hombre exterior (en el servicio del evangelio) llegue a arruinarse, sin embargo, nuestro hombre interior se va renovando progresivamente». Es el hombre nuevamente creado en el bautismo, el «hombre en Cristo», que en 1Pe_3:4 se designa como «el hombre oculto en el fondo del corazón». Es la obra del Espíritu, y así se comprende que el solicitado robustecimiento «del hombre interior» sólo puede obtenerse «por la acción de su Espíritu».

Pero hay más: Pablo habla del «hombre interior», no como una realidad lograda, sino como una meta hacia la que se va. El «hombre interior» es, en este caso, como un fruto de madurez, la «edad plena de Cristo» (1Pe_4:13), en cuanto que se va realizando en los individuos. Este es el objetivo del «hombre nuevo», tal como ha sido querido por Dios: no es precisamente el hombre fundamentalmente nuevo creado en el bautismo, sino el «hombre nuevo», revestido «de la verdadera justicia y santidad» 16.

«...que Cristo habite, mediante la fe, en vuestros corazones». Los antiguos sabían muy bien qué significa «habitar»; y los contemporáneos lo han vuelto a aprender. No es lo mismo que «tener una casa», o sea pasar la vida en cualquier ambiente que lo resguarde a uno. Habitar sólo se puede en un ambiente que sea adecuado al propio ser. Y tanto más podrá uno habitar realmente -o sea, sentirse a gusto en casa-, cuanto mayor sea la posibilidad de realizar los más pequeños detalles, si no como obra propia, al menos pasados por una opción personal. Ahora bien, cuando Cristo va a ocupar una morada, lleva consigo todo lo esencial y hace al hombre interior «cristiforme». Pero esta cristificación, fundamental y esencial, tiene que llevarse a buen término, por parte del hombre, aunque naturalmente con la acción del Espíritu y la fuerza del divino huésped. Esta reflexión pone de manifiesto que el «habitar» puede tener grados, hasta alcanzar la meta de perfección, a la que aquí se alude 17.

«...arraigados y cimentados en el amor». La doble expresión y la forma verbal del perfecto (lo ya logrado) hacen pensar de nuevo en un estado de perfección, objeto de la oración de Pablo: el estado perfecto en el amor, en el amor a toda costa y en toda la línea, en el amor que es ese cimiento y tierra abonada, donde se puede uno mantener y desde donde se puede crecer. Ambas imágenes, una de la construcción y otra de la agricultura, no se corresponden mutuamente, pero Pablo tiene necesidad de ambas: de la tierra abonada y fértil y del cimiento inconmovible.

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162Ki_4:24; cf. Col_3:9 s. Esta significación se confirma por la inesperada forma temporal griega de «robustecer» (aoristo), que no se refiere a un acontecimiento durable, sino a una acción singular, como es sencillamente la consecución de un objetivo. 17. Otra vez aquí sorprende la forma verbal griega de un acontecimiento más bien instantáneo. Nos hubiéramos visto tentados de traducir: «que Cristo tome residencia en vuestros corazones». Sin embargo, esto ya les había acontecido a los destinatarios de la carta hace tiempo, desde el día de su bautismo. Pero la alusión a una residencia permanente no está literalmente en la forma verbal. Así pues, lo único que nos queda es pensar en una meta final de esta inhabitación y, por tanto, en una consumación de la fe, que produce esta inhabitación.

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3. EL CONOCIMIENTO PERFECTO (3,18-l9).

Tres cosas, entre sí íntimamente conectadas, ha nombrado el Apóstol: robustecimiento en el Espíritu, inhabitación de Cristo, perfección del amor. Pero ellas no son en sí mismas el objeto de la oración, sino sólo el presupuesto de lo que directamente pretende el Apóstol: «para que podáis comprender con todos los santos...» Así pues, el objetivo propio es el conocimiento.

¿Pero no es esto una concesión a los lectores, en cuyos círculos el conocimiento, la gnosis, lo es todo? Puede ser ciertamente una concesión, pero así son los caminos que recorre la revelación y por los que lleva a sus mensajeros. Nuevas preguntas, dificultades que surgen, aun doctrinas erróneas llevan a una nueva reflexión sobre el patrimonio revelado, a una nueva comprensión, de suerte que se pueda hacer frente a justas necesidades e incluso se aumente el mismo patrimonio, mientras dura el tiempo de la revelación.

«...con todos los santos...» Es un conocimiento que por su misma naturaleza tiene que ser compartido con otros, con todos los llamados los «santos». No se trata, pues, de una doctrina secreta celosamente custodiada, que es tanto más preciosa cuanto más reducido sea el círculo de los iniciados. Se trata de un conocimiento que fundamentalmente no se prohíbe a nadie, y que es accesible al último de los cristianos (Col_1:28)..., destinado en definitiva a transformarse en un coro jubiloso de todos los redimidos, en una alegría que, al compartirse, se multiplica.

a) Objeto del conocimiento (Col_3:18b-19a).

El objeto de este conocimiento es doble: primero -de forma para nosotros enigmática- «la anchura y longitud, altura y profundidad», sin que se diga a qué o a quién pertenecen estas dimensiones. Y después, en estrecha conexión con esta comprensión de las mencionadas dimensiones, se añade: «y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento». «La anchura y la longitud, la altura y la profundidad». ¿Qué es esto que hay que «comprender» y con lo que está en estrecha relación -en un plano superior- el conocimiento del amor de Cristo? Algunos han puesto en pie de igualdad ambos objetos de conocimiento, refiriendo las dimensiones al amor de Cristo. Pero esto hace violencia al texto, que claramente los distingue. Otros han pensado en el universo, pero el conocimiento del universo puede tener una significación soteriológica para los gnósticos, pero no para los cristianos. ¿Será quizá como la comprensión total del plan de salvación? De ser así, ¿por qué no se dice expresamente? ¿Quizá porque se considera una cosa obvia? No obstante, lo que aparece es como si esta expresión fuera perfectamente conocida por el que escribe y por los lectores, igual que la expresión contigua «el amor de Cristo».

Hemos de distinguir entre lo que Pablo quiere decir y la expresión metafórica con la que lo dice. Según todo lo anterior, lo que Pablo quiere decir no puede ser otra cosa que el «misterio de Cristo», y precisamente bajo aquella perspectiva que domina toda la perícopa (Col_2:1 ss): no simplemente Cristo, sino Cristo para los gentiles.

Aunque la cuestión del origen de esa fórmula quede oscura, lo importante es que Pablo debió de significar con ella lo que había escrito sobre la reconciliación de gentiles y judíos en el único cuerpo de Cristo 18. Sería la comprensión total de esta obra de redención, la que hallara su expresión en dicha fórmula. Realmente, ¿no tiene esta reconciliación con el mundo pagano una «anchura», ya que abarca a todo el conjunto de las naciones? ¿No tiene una «longitud», que se hunde en la eternidad, en la que estaba escondido en Dios este plan (Col_3:9)? ¿No tiene una «profundidad» sin fondo en la lejanía y abandono de Dios, desde la que se salva la humanidad (Col_2:1.2.11.12)? ¿No tiene una «altura», para la que prepara a este conjunto de pueblos? «Por encima de todo principado y potestad», donde se asienta Cristo, Señor del mundo, cabeza de la Iglesia (Col_1:20-22).

Finalmente, si aquí se hace alusión a la obra unificadora de Cristo, tal como el Señor la ha realizado en la cruz, se comprende fácilmente que el Apóstol, en estrecha conexión con ello, hable del amor de Cristo. Precisamente en nuestra carta este «amor de Cristo» aparece como el amor de la entrega de sí mismo por nosotros y por la Iglesia (5,2.25). Así pues, comprender el «misterio de Cristo» en toda su grandeza es tanto como conocer el amor de Cristo. El verbo «comprender» (3,18) se emplea en el sentido de poseer íntimamente una cosa. Aquí se hace equivalente de «conocer». Pero esta palabra «conocer», como vimos, dice a los semitas mucho más que a nosotros. Conocer, para ellos, no se refiere sólo a aquella zona superior de nuestro ser que llamamos inteligencia. Conocer es en el lenguaje de la Sagrada Escritura algo que compromete a todo el hombre y lo penetra totalmente.

Finalmente, aquí se dice que este amor de Cristo «excede todo conocimiento», y no obstante el Apóstol ora para que tengamos de él conocimiento. Es lo mismo que si dijera: el amor de Cristo sólo lo conoce el que, en la tentación de comprenderlo, se da cuenta de que es incomprensible e insondable. Un objeto de creciente asombro, que nunca se agotará a lo largo de una eternidad.

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18. Solamente podemos exponer algunas hipótesis para explicar cómo Pablo ha llegado a presentar sencillamente este misterio como la «anchura y longitud, altura y profundidad». San Agustín explicó esta fórmula aplicándola a la cruz de Cristo. H. Schlier sospecha que hay que buscar las raíces de esta expresión por otro camino. Así en las actas de san Andrés se habla de la «cruz que abarca todas las dimensiones y que une entre sí al cielo y a la tierra como instrumento salvador del Altísimo». De aquí hay un paso a la presentación de Cristo como el «hombre» que abarca al mundo entero en la cruz omnicomprensiva. La idea en sí es muy aceptable, pero presenta el inconveniente de que en nuestra perícopa 2, 14-16 el pensamiento central propio se refiere al cuerpo crucificado de Cristo que reúne en «un solo hombre nuevo» al mundo pagano y al mundo judío y, además, que Cristo ha reconciliado en un solo cuerpo, por la cruz, con Dios a ambas partes de la humanidad. Pero, por muy antiguos que sean los testimonios aducidos para explicar nuestro texto, tienen que ser más antiguos que el mismo Pablo, y la idea subyacente tendría que ser suficientemente conocida en aquellas regiones de Asia Menor, cuando Pablo utilizaba una fórmula que podría ser comprendida sin más.

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b) Realización de este conocimiento (3,19b).

Este conocimiento del amor de Cristo tiene una finalidad: «que seáis llenos para toda la plenitud de Dios». Así termina nuestro pasaje con un pensamiento de desconcertante magnitud. La «plenitud de Dios», que reside en Cristo, tiene que penetrar en nosotros y llenarnos 19, y esto precisamente porque el amor de Cristo nos penetra. ¿A qué viene todo esto? Para hacernos de alguna manera comprensibles estas palabras, algunos han querido ver en la «plenitud de Dios» la «plenitud de la edad de Cristo» (4,13), en cuanto se le ha señalado por parte de Dios una medida determinada. ¿Pero es concebible que Pablo llame a esto «toda la plenitud de Dios»? El pensamiento de la plena edad de Cristo puede representar aquí cierto papel, pero propiamente aquél es un estado final, en el que toda la plenitud de Dios, que habita en Cristo, se abre totalmente camino como plenitud de su Iglesia (1,23). ¿Qué puede significar esto para los individuos?

Lo que aquí quiere decir es esto más o menos: cuando realmente nos percatamos de la dimensión de la obra salvífica de Cristo, que abarca el mundo y la eternidad, y de Ia íntima fuerza que la mueve -el amor de Cristo-, entonces comienza para nosotros la plenitud de Dios.

El pensamiento ¿no se nos va, sin querer, a san Juan? «El que me ve a mí, ve al Padre» (Joh_14:9). El logos encarnado es la revelación del Padre, y este Padre se revela en Cristo como amor. Percatarse de este amor personal y divino, presente en nosotros por la inhabitación de Cristo, es lo que se quiere decir con la expresión: «para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios». Y al precisarse más concretamente: «para toda la plenitud de Dios», se quiere indicar el movimiento hacia un estado final perfecto. Pero ¿qué significa este crecer y madurar, si ya en el portador de la plenitud de Dios -en Cristo-, y por él en nosotros, habita sustancialmente esta plenitud?

Lo que se subraya es que esta plenitud penetre cada vez más viva y profundamente en nuestra conciencia y se manifieste en una vida llena de Dios.

De todas formas, en esta perícopa quedan todavía muchas cosas oscuras. En estos últimos versículos Pablo, planea a una altura que nos deja muy atrás, nos desconcierta y nos causa asombro, pero al mismo tiempo nos llena de una profunda alegría al hacernos creer confiadamente lo que no entendemos. No olvidemos que aquí habla el hombre de los carismas extraordinarios, que le fueron comunicados abundantemente para la proclamación del mensaje de salvación. Los carismas son como la anticipación del final de los tiempos. ¿Qué de particular tiene que Pablo parezca hablar de la actualidad y, sin embargo, describa el estado perfecto, a cuyo encuentro camina esta actualidad? él habla de lo que posee; si no, se encerraría en su oración. Quiere a los suyos allí donde él está llevado por el Espíritu.

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19. Cf. 1,19; 2,9.

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4. GLORIA A DlOS (3/20-21).

20 A aquel que, por encima de todo, puede hacer mucho más de lo que pedimos y concebimos, según el poder con que actúa en nosotros, 21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de los siglos de los siglos. Amén.

Con un himno de alabanza y de acción de gracias había empezado esta tercera parte de nuestra carta, y con una solemne alabanza de Dios se termina. En doble gradación se hace resaltar la fuerza de escuchar y atender que tiene Dios, infinita, superior a lo que pudiéramos pedir o pensar. En parte porque el mismo Pablo queda anonadado por lo que espera para sus fieles; y en parte quizá porque el Apóstol tiene conciencia de haber rezado anteriormente de una forma casi paradójica, para obtener un conocimiento que no hay ni puede haber: conocer lo «que excede todo conocimiento», un conocimiento que agota para nosotros, por así decirlo, «toda la plenitud de Dios». Así se comprende que la capacidad que atribuye a Dios de escucharnos y atender nuestra oración la describa no menos infinita.

«...según el poder con que actúa en nosotros». Es como si dijera: «Por encima de todo lo que podemos imaginar apoyados en la fuerza, que experimentamos actuando en nosotros». Pero ¿no es demasiado atrevido este pensamiento? ¿No es quizá otra vez el carismático Pablo el que aquí habla, usando el plural «nosotros» para referirse a sí mismo y a sus propias experiencias? Sin embargo, lo más probable es que la expresión «según el poder» se refiera a Dios, que «por encima de todo puede actuar» con aquella fuerza, que ya está operando en nosotros.

De este poder (dynamis) se habló ya (3,16), y con ese motivo recordábamos que dynamis en san Pablo debe entenderse de ordinario en el sentido de la vida de resurrección bajo la acción del Espíritu. En 1,19 era el poder de Dios, que ha resucitado a Cristo y que allí Pablo llamaba «su poder respecto a nosotros los que creemos». Y así como en 2,7 se decía que Dios nos ha resucitado juntamente con Cristo, «para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros», así ahora también aquí la actuación de su «poder» se presenta como motivo para la gloria eterna de Dios: «A él la gloria... por todas las generaciones de los siglos de los siglos. Amén».

Esta gloria a Dios se le da «en la Iglesia» y «en Cristo Jesús»; o sea, en la Iglesia, que está «en Cristo Jesús» y a él le debe su «ser en Cristo». Ella debe ser para todas las generaciones venideras la gloria de Dios -irradiada a este mundo, la bandera desplegada para todos los pueblos a través de todos los siglos de la historia. ¡Qué comprensión de la Iglesia y qué responsabilidad para todos sus miembros! Así se da un paso hacia la segunda parte de nuestra carta, parte dedicada a exhortaciones prácticas derivadas de aquella perspectiva.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Misión confiada a Pablo, 3:1-13.
1 Por esto yo, Pablo, el prisionero de Cristo Jesús por amor de vosotros los gentiles., 2 puesto que habéis oído la dispensación de la gracia de Dios a mí conferida en beneficio vuestro, 3 cuando por revelación me fue dado a conocer el misterio que brevemente arriba os dejo expuesto. 4 Por su lectura podéis conocer mi inteligencia del misterio de Cristo, que 5 no fue dado a conocer a las generaciones pasadas, a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6 Que son los gentiles coherederos y miembros todos de un mismo cuerpo, copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio, 7 cuyo ministro fui hecho yo por don de la gracia de Dios a mí otorgada por la acción de su poder. 8 A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada esta gracia de anunciar a los gentiles la incalculable riqueza de Cristo, 9 y darles luz acerca de la dispensación del misterio oculto desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas, 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por medio de la Iglesia a los principados y potestades en los cielos, 11 conforme al plan eterno que El ha realizado en Cristo Jesús, nuestro Señor, 12 en quien tenemos la franca seguridad de acercarnos a El confiadamente por la fe, 13 Por lo cual os pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, pues ellas son vuestra gloria.

El Apóstol, después de haber expuesto en los capítulos anteriores el plan divino de salud, tan favorable a los gentiles, entre los cuales estaban los efesios, comienza ahora con una especie de plegaria (3:1), para pedir a Dios que perseveren en la vocación recibida y conozcan más y más cada día las ventajas de su nueva situación. Sin embargo, apenas comenzada esa plegaria (v.1), la mención de los gentiles, a cuyo apostolado se debe, le trae a la memoria tantas cosas, que le llevan a una larga digresión o paréntesis (v.2-13), no reanudando hasta el v.14 la plegaria interrumpida. Es un ejemplo clásico de anacoluto, no infrecuentes en San Pablo (cf. Rom_5:12-14; Gal_2:3-9).
Hermosa definición la que el Apóstol da de sí mismo a los efesios: el prisionero de Cristo Jesús por amor de vosotros los gentiles (v.1). Era, en efecto, su condición de Apóstol de los Gentiles lo que sobre todo concitaba contra él el odio de los judíos y lo que motivó su prisión en Jerusalén, que luego continuó en Cesárea y en Roma, desde donde escribía la carta (cf. Hec_21:18-36; Hec_23:35; Hec_28:30).
Esa mención de los gentiles da origen a la digresión de los v.2-13, que, aunque gramaticalmente no es sino una digresión, doctrinalmente contiene sublimes enseñanzas. Primeramente, el Apóstol hace notar ser cosa pública, conocida también de los efesios, cómo Dios le ha conferido la gracia del apostolado en beneficio de los gentiles (cf. Rom_1:5; Rom_15:15-16; Gal_1:16; Gal_2:8-9), y cómo, a este fin, mediante una revelación, le ha iluminado abundantemente sobre el misterio de Cristo (v.2-4). Sabemos que San Pablo tuvo muchas revelaciones (cf. 1Co_12:1); pero todo hace pensar que aquí alude sobre todo a la revelación cuando su conversión, camino de Damasco (cf. Gal_1:16; Hec_26:15-18). En cuanto al misterio, dice que de él ya les habló antes (v.3; cf. 1:9-10; 2:13-16), y que solamente ahora, en la época del Evangelio, ha sido revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Cristo (v.5). Sobre quiénes sean los apóstoles y profetas, ya hablamos poco ha, al comentar 2:20; el adjetivo santos, con que los califica, no tiene exactamente el mismo sentido que nosotros le damos hoy, equivaliendo prácticamente a llamados a la fe o cristianos (cf. Rom_1:7; 1Co_16:1). El mismo Pablo dirá de sí mismo en seguida que es el menor de todos los santos (v.8). Sobre el contenido del misterio habla el Apóstol en el v.6, señalando tres aspectos principales: que los gentiles son coherederos de los bienes mesiánicos al igual que los judíos, que forman con ellos un mismo cuerpo místico, y que son copartícipes de las promesas de salud hechas a Israel (cf. 2:12-16; Rom_4:13-16; Gal_3:29).
Siguiendo adelante en ir detallando su papel en orden al misterio, dice que por pura gracia de Dios, no por méritos propios, ha sido él elegido para anunciar a los gentiles ese misterio, dándoles a conocer la incalculable riqueza de Cristo, es decir, los inmensos tesoros de gracia y de verdad que Dios ha dado a los hombres por medio de Jesucristo (v.1-8; cf. 1Co_15:9-10). Y aún añade más el Apóstol, que, a primera vista al menos, nos resulta un poco extraño. Dice que incluso el mundo de los ángeles, desconocedores hasta ahora del misterio de Cristo, vienen a conocerlo al ser pregonado en el mundo y realizado en la Iglesia (v.10). Los términos principados y potestades, usados ya también anteriormente (cf. 1:21), parece que se refieren, al menos de modo directo, a los ángeles buenos. El hecho, sin embargo, de que los suponga habitando en los cielos (?? ???? ?????????? ), y no en el aire ¡como los ángeles malos (cf. 2:2), no es argumento probativo, pues esa expresión puede entenderse también del cielo aéreo, como en 6:12. La ignorancia que del misterio de Cristo tenían los ángeles puede entenderse, bien en su sentido obvio, dado que no nos consta con qué luz les hubiese Dios favorecido a este respecto, bien en el sentido como el mismo Cristo tenía ignorancia sobre el día del juicio, por cuanto no habían recibido la misión de comunicarlo al mundo (cf. Mat_24:36).
El Apóstol termina su digresión recalcando que es en Cristo, poniendo de nuestra parte la fe, en quien debemos colocar nuestra, confianza para acercarnos al Padre (v.12; cf. 2:18), al mismo tiempo que pide a los efesios que no se desanimen porque le vean a él en prisiones, pues la gloria del maestro, que sufre valientemente por Cristo, redunda en gloria de los discípulos (v.13).

Oración de Pablo, 3:14-21.
14 Por esto yo doblo mis rodillas ante el Padre, 15 de quien toma su nombre toda familia en los cielos y sobre la tierra, 16 para que, según los ricos tesoros de su gloria, os conceda ser poderosamente fortalecidos en el hombre interior por su Espíritu, 17 que habite Cristo por la fe en vuestros corazones y, arraigados y fundados en la caridad, 18 podáis comprender en unión con todos los santos cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad, 19 y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos en orden a toda la plenitud de Dios. 20 Al que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos, en virtud del poder que actúa en nosotros, 21 a El sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones, por los siglos de los siglos.

El Apóstol, terminada la digresión (v.2-13), reanuda la plegaria comenzada en el v.1, postrándose ante el Padre, a quien dirige una ardiente súplica por los efesios (v.14-21).
La expresión doblo mis rodillas (v.14), usada aquí metafóricamente, indica el intenso ardor con que hace esa súplica, pues los judíos, como en general los orientales, oraban de pie (cf. Luc_18:10-14), y sólo en casos de especial significado hincaban las rodillas y se prosternaban (cf. Luc_22:41; Hec_7:60; Hec_20:36). Dice del Padre que de El toma su nombre toda familia (???? ?????? ) en los cielos y sobre la tierra (v.15); pero ¿qué significan esas palabras? La expresión tomar nombre ya la usó el Apóstol anteriormente (cf. 1:21), siendo un hebraísmo que equivale prácticamente a existir; y en cuanto al término familia, en griego ?????? , de la misma raíz que padre (????? ), significa, no paternidad en abstracto, como traduce la Vulgata latina, sino grupo concreto de individuos que descienden de un mismo padre o tronco común. Al decir, pues, San Pablo que toda familia, angélica y humana, debe su origen y existencia a Dios Padre, quiere significar que Dios es el Padre común lo mismo de hombres que de ángeles, sean cualesquiera las posteriores divisiones y agrupaciones, creados todos por El, hombres y ángeles, para constituir su familia en los cielos (cf. 2:19).
A continuación, el Apóstol va concretando el objeto de su plegaria (v.16-19). Pide, primeramente, que los efesios sean sobrena-turalmente fuertes, robustecidos en su hombre interior mediante la acción del Espíritu Santo (v.16; cf. Rom_7:22; 2Co_4:16); luego, recalcando el mismo pensamiento bajo otro punto de vista, habla de habitación de Cristo en sus corazones, llevando una vida inspirada por la fe y arraigada y fundada en la caridad, como los árboles arraigan en la tierra y los edificios se fundan en los cimientos (v.17; cf. Gal_5:6). Así, robustecidos en su hombre interior, es cuando podrán comprender (????????? 3?? ), junto con toda la gran familia cristiana (cf. 1:15; 6:18), las grandiosas dimensiones del misteño de Cristo (v.18; cf. 1:9-10), y conocer su candad, superior a todo conocimiento (v.19). Debemos advertir, sin embargo, que estos v. 18-19 no todos los autores los interpretan de la misma manera. Hay algunos (M. Sales, Leahy, Re) que explican el v.18 por el v.19, suponiendo que el objeto a que apunta el verbo comprender es la candad de Cristo, no el misterio. Sin embargo, más bien creemos que el v.19 da un paso más en el desarrollo del pensamiento; y mientras el v.18 se refiere al misterio de Cristo, poco ha descrito (cf. v.3-n), que permanece presente en el espíritu del Apóstol, aunque no lo mencione expresamente, el v.19 se refiere a la caridad o amor de Cristo, que está en la base misma del misterio y de toda la obra redentora (cf. 5:2; Rom_8:35-39; 2Co_5:14; Gal_2:20). La frase final: para que seáis llenos en orden a toda la plenitud de Dios (??? ????? 3??? ??? ??? ?? ??????? ??? ???? , ? . 19) ha sido y es diversamente interpretada. La dificultad está sobre todo en el término plenitud (??????? ), cuyo sentido no es fácil de precisar. Algunos autores lo toman en sentido genérico de plenitud o totalidad, como en otros pasajes del Apóstol (cf. Rom n, 25; 15:29; Gal_4:4), y sería una mera explicación del seáis llenos, con referencia a la plenitud de gracias y dones divinos que Dios concede a sus fieles, en lo que es posible que pueda recibirlos una pura criatura. Sin embargo, más bien parece, y tal es la opinión que se va generalizando cada día más entre los autores modernos, que aquí el término ??????? , al igual que en los demás pasajes de las cartas de la cautividad donde vuelve a ser empleado (Gal_1:23; Gal_4:13; Col_1:19; Col_2:9), tiene cierto sentido especial técnico, tomado del vocabulario de la filosofía estoica que había penetrado en el pueblo. San Pablo aludiría al cosmos o mundo universo, penetrado y lleno de Dios (cf. 1Co_15:28), al cual quiere que sean integrados los cristianos, quienes, robustecidos por el Espíritu y con Cristo en el corazón, forman ya un pléroma o cuerpo reconciliado con Dios (cf. 1:23; 2:16), pero sin que este organismo haya alcanzado todavía aquella extensión universal que deberá tener, y que ellos deben esforzarse por conseguir. En otras palabras, los cristianos deben tender y moverse hacia (??? ) la conquista del universo para Dios, a quien corresponde por derecho (cf. 1Co_15:28).
Ante estas maravillas del plan redentor de Dios, San Pablo prorrumpe en un himno final o doxología (v.20-21), con que termina la parte dogmática de su carta, agradeciendo a Dios su inmensa liberalidad con nosotros, muy por encima incluso de lo que a nosotros se nos ocurre pedir. Y esta acción de gracias la hace en la Iglesia y en Cristo (v.21), que es donde radica nuestra vida de cristianos y como únicamente somos agradables a Dios.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 5: Efesios 3,18-21
Pónese en la fe el fruto del robustecimiento de los Efesios, en la fe, digo, que no es otra cosa sino el conocimiento de la humanidad y divinidad de Cristo.18. a fin de que podáis comprender con todos los santos cuál sea la anchura y longura y la alteza y profundidad de este misterio,19. y conocer también aquel amor de Cristo hacia nosotros, que sobrepuja a todo conocimiento, para que seáis plenamente colmados de todos los dones de Dios.20. Y, en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer infinitamente más que todo lo que nosotros pedimos, o de todo cuanto pensamos según el poder que obra en nosotros;21. a El sea la gloria, por medio de Cristo Jesús, en la 1glesia, por todas las generaciones de todos los siglos. Amén.Indicó arriba el Apóstol el propósito de su oración y petición por los Efesios, es a saber, la corroboración del espíritu en la fe y en la caridad; por consiguiente, aquí muestra el fruto de esa corroboración, que es cierto conocimiento. De ahí que primero proponga la misma noticia, luego la eficacia de tal noticia y conocimiento. Dice pues: de tal modo, carísimos, arraigados y cimentados habéis de estar en la caridad, "que podáis comprender cuál sea la anchura...", texto que puede leersede dos maneras: de una, más apegada a la intención del Apóstol, que es la siguiente: Es pues de saber qué tanto para el porvenir como para el tiempo presente nos es necesario el conocimiento de Dios; porque en el futuro el conocimiento de Dios y de la humanidad tomada por el Verbo será nuestro gozo. "La vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú enviaste" (Jn 17,3). "Entrará, en la contemplación de la divinidad, y saldrá, en la contemplación de la humanidad, y hallará pastos" (Jn X,9). Y porque la fe es principio de aquel futuro conocimiento, ya que es el fundamento de las cosas que se esperan (He 11), a tales cosas como que las hace subsistir en nosotros a modo de cierto comienzo. De ahí que nuestra fe consista en la divinidad y humanidad de Cristo (1Co 2). Así que primero trata del conocimiento de la divinidad; después, de los misterios de la humanidad.El conocimiento de la divinidad lo manifiesta por estas palabras: "para que podáis", como si dijera: cobrad fuerzas por la fe y la caridad, que con esta condición llegaréis a la vida eterna, donde tendréis a Dios presente y lo conoceréis perfectamente. Que Dios se manifieste al amante, claramente lo dice San Juan: "el que me ama será amado de mi Padre, y Yo le amaré y Yo mismo me manifestaré a él" (14,21). Que se manifieste al creyente, lo dice Is : "si no creyereis no entenderéis" (7); porque es necesario, para que podáis comprender, que seáis robustecidos por la fe y la caridad. Donde es de saber que comprender se toma algunas veces por incluir, y entonces es menester que en el ámbito del comprensor se contenga totalmente lo comprendido. Otras se toma por aprehender, y entonces dice remoción de distancia e insinúa la vecindad. De la primera manera no hay entendimiento creado que pueda comprender a Dios, "¿Acaso puedes tú comprender los caminos de Dios, o entender al Todopoderoso hasta lo sumo de su perfección?" (Jb 11,7), como si dijera: por cierto que no; porque así pudiera perfectamente conocerlo, cuanto da de sí su cognoscibilidad. Pero no se entiende de este conocimiento o de este modo de conocer, sino del otro, lo que se dice: "para que podáis comprender". Es una de las 3 dotes, y de ésta habla el Apóstol, al decir: "para que podáis comprender", esto es, tener a Dios presente y en su presencia conocerlo. "No que lo haya logrado ya todo, ni llegado a la perfección, pero yo sigo mi carrera para ver si alcanzo aquello para lo cual fui destinado por Jesucristo" (Pil. 3,12). Esta comprensión es común "a todos sus santos" (Sal 149), a quienes se dice lo de 1 Corintios 9: "corred de manera que alcancéis".-"cuál sea la anchura". Notemos que estas palabras parecen tener su origen en las de Job arriba citadas: "¿acaso puedes tú comprender los caminos de Dios?"; como si dijera: es incomprensible, y da por razón de esta incomprensibilidad lo que sigue: "Es más alto que los cielos; ¿qué harás, pues? Es más profundo que los infiernos; ¿cómo has de poder conocerle? Su dimensión es más larga que la tierra y más ancha que el mar" (Jb 11,8). De donde al parecer Job nos lo muestra comprensible, por atribuirle la diferencia de estas 4 dimensiones, a que alude el Apóstol diciendo: "para que podáis comprender cuál sea la anchura...", como si dijera: es menester tengáis tanta fe y caridad que podáis por fin comprender lo que es comprensible. Así lo explica Dionisio; no por eso hay que entender, de ninguna manera, que estas dimensiones en Dios sean corporales, porque "Dios es espíritu"; pero sí metafóricamente están en Dios. Así que por la anchura desígnase la dimensión o extensión de su virtud y de la sabiduría divina sobre todas las cosas (Sir 1). Por la longitud desígnase su eterna duración (Sal Cl; 1X). Por la alteza o sublimidad la perfección o nobleza de su naturaleza, que excede infinitamente a toda criatura (Sal 1 12). Por la profundidad la incomprensibilidad de su sabiduría. "¡Oh, cuan grande es su profundidad! ¿Quién podrá llegar a sondearla?" (Ecl. 7,25).Así pues, queda liso y llano que el fin de nuestra fe y caridad es llegar a un perfecto conocimiento de la fe, por la que conozcamos la infinita extensión de su virtud, su eterna e infinita duración, la alteza de su naturaleza perfectísima, la profundidad e incomprensibilidad de su sabiduría, del modo que a nuestra capacidad es permitido.Por consiguiente, por sernos aún necesario otro conocimiento, es a saber, el de los misterios de la humanidad, por eso añade: "y conocer también aquel amor de Cristo hacia nosotros, que sobrepuja todo conocimiento". Donde es de saber que todo lo que abarca el misterio de la Redención y el de la Encarnación de Cristo es todo él una pura obra de amor. Porque el haberse encarnado de puro amor procedió (Efe 2); el haber muerto, de amor también (Jn 15; Ep 5); por cuyo motivo exclama San Gregorio:¡Oh amor de caridad inestimablel Que para hacer al siervo redimible Diste en precio a tu Hijo ya pasible.Por tanto, conocer el amor de Cristo es conocer todos los misterios de la Encarnación de Cristo y Redención nuestra, que dimanaron del inmenso amor de Dios, amor que sobrepuja todo entendimiento creado y toda ciencia, por ser incomprensible al pensamiento. Por eso dice: "que sobrepuja todo conocimiento", conviene a saber, natural, y está por encima de todo entendimiento creado (Sal 4); "el amor de Cristo" esto es, que por medio de Cristo nos tuvo Dios Padre (2Co 5).Puede leerse el texto también de modo que se refiera a la perfección de nuestra caridad, como si dijera: fortaléceos, arraigados y cimentados en la caridad, para que podáis, no sólo conocer, sino comprender con todos los santos; porque este don, a saber, el de la caridad, es común a todos, ya que nadie puede ser santo sin caridad, como se dice en Ep 3; podáis, digo, comprender "cuál sea la anchura", a saber, de la caridad, que se extiende hasta a los enemigos, "tus mandamientos son espaciosos en demasía" (Sal 118); pues ancha es la caridad para difundirse. La longura de la caridad consiste en la perseverancia, porque jamás se acabará; aquí empieza y en la gloria tendrá su perfección (1Co 13; Cant. 7). Su alteza, si está fija la mira en el celeste blanco, quiero decir, que a Dios no se le ame por miramientos temporales -que semejante caridad no tendría fuerza- sino por Sí solo (Jb 40). Su hondura y profundidad, si se atiende al origen de la misma caridad; porque el hecho de amar a Dios no tiene su origen en nosotros sino en el Espíritu Santo, como se dice en Romanos 5: "el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo".Por tanto, el que uno tenga una caridad larga, ancha, profunda y elevada, y otro no, proviene del insondable misterio de la divina predestinación (Sir 1). Luego todo esto es para que podáis comprender, esto es, alcanzar con todos los santos perfectamente, cuál sea la anchura, para que vuestra caridad se extienda hasta 1os enemigos; cuál sea la longura, a saber, para que nunca se acabe; cuál sea la alteza, a saber, para que Dios sea amado por Sí mismo; y cuál la profundidad, esto es, de la predestinación. ..Aquí hay que saber que Cristo, a cuyo arbitrio quedó elegir el género de muerte que quisiese, porque por amor murió, eligió la muerte de cruz en que se hallan las antedichas 4 dimensiones. Allí está la anchura, es a saber, en el madero atravesado en que quedaron sus manos enclavadas, porque nuestras obras han de extenderse por caridad hasta los enemigos. Allí la longura en el palo vertical, en que se apoya todo el cuerpo, porque la caridad, que soporta y salva al hombre, debe ser perseverante (Mt X). Allí la ajteza en el leño superior, en que la cabeza se reclina; porque nuestra esperanza debe levantarse a lo eterno y divino. (1Co 11). Allí también está lo profundo en el madero que estriba en la tierra y sostiene la cruz, y se oculta a la vista; porque lo profundo del amor divino nos sostiene, pero no se ve, ya que, como va dicho, el por qué de la predestinación excede nuestra razón.Así pues, hemos de comprender la virtud de nuestra caridad y la de Cristo, pero no sólo, mas conocer aún el amor de Cristo que sobrepuja toda ciencia (humana); pues nadie puede tantear la hondura del amor con que Cristo nos amó, o esguazar el amor o caridad de la ciencia de Cristo, que va conjúnta con la ciencia de Cristo; digo la caridad que a otra caridad hace ventaja, es a saber, a la que está sin ciencia. ¿Mas por ventura es cierto que la caridad con ciencia descuella sobre la que está sin ciencia? Tal parece que no, que en ese caso caridad mucho mayor tuviera un teólogo que una velezuela santita. Respondo: esto se entiende de la ciencia de afición; porque en virtud del conocimiento es arrastrado a más amar, que Dios más conocido, a proporción es tanto mas amado. Por cuyo motivo San Agustín esto rogaba: conózcate a Ti, conózcame a mí. O si esto se dice es por aquellos que, celosos de Dios, lo son sin ciencia. A tal caridad, a la de éstos, aventájase la que con la predicha ciencia está conjúnta.-"para que seáis plenamente colmados de todos los dones de Dios". Refiérese a la eficacia del conocimiento divino, esto es, que tengáis una perfecta participación en todos los dones de Dios, para que aquí seáis plenamente colmados de virtudes, y allí de felicidad, obra por cierto de la caridad (Sir 24).-"y, en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer. .." Da gracias el Apóstol de haber Dios oído su oración; acerca de lo cual apunta 3 cosas: el poder de Dios para conceder lo pedido, un ejemplo de esta potestad, materia del hacimiento de gracias. El poder de Dios nos lo pinta infinito llamándole "poderoso", es a saber, Dios Cristo, y Dios Padre, "que poderoso es para hacerlo todo" (Ex. 15; Rm 16): y para hacer "infinitamente más" que todo lo que nosotros acertamos a pedir por el afecto, o a entender por el entendimiento; y esto es lo que quiere decir "que todo lo que nosotros pedimos, o todo cuanto pensamos".Ejemplo de esta abundancia, que derramó en nosotros, la muestra diciendo: "según el poder que obra en nosotros", como si dijera: a la vista está si ponemos los ojos en lo que obró en nosotros los hombres. Porque eso de hacerse Dios hombre, y el hombre Dios y consorte de la naturaleza divina, ¿en qué seso o afecto podía caber, o ser de él entendido y menos pedido a Dios? Con todo, según su poder, esta obra magna la obró en nosotros, en la Encarnación de su Hijo (2Pe 1). A esto alude el Eclesiástico: "¿quién es capaz de referir todas sus obras?" (18,2). O ¿quién puede investigar sus maravillas? Pues y su omnipotente grandeza, ¿quién podrá jamás explicarla?O también -otra explicación- lo que obró en nosotros, esto es, los Apóstoles, a quienes dio la gracia de anunciar las insondables riquezas de Cristo, y de ilustrar a todos los hombres, descubriéndoles la dispensación del misterio que después de tantos siglos había estado en el secreto de Dios.La materia del hacimiento de gracias es el doble beneficio que Dios nos hizo: la institución de la 1glesia y la Encarnación del Hijo de Dios. Dice pues: a El, es a saber, Dios Padre, sea la gloria, en la 1glesia, esto es, por lo que hizo en la 1glesia, que instituyó en Cristo, es a saber, por Cristo, o en favor de Cristo, a quien nos dio. A El, digo, sea la gloria, para que glorioso se deje ver, no sólo al presente, sino "por todas las generaciones de todos los siglos", esto es, del siglo que lo abarca todo (1Ti 1).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



Pablo finaliza el informe sobre su oración. Doxología

Pablo ahora retoma y completa la oración que dejara inconclusa en el v. 1, y nos lleva a la parte final del informe sobre su tarea intercesora, que comenzara en 1:17. El tema aquí complementa lo que se ha dicho hasta ahora. En 1:17-23 oraba básicamente para que sus lectores tuvieran un entendimiento espiritual más profundo del misterio central de la voluntad de Dios; específicamente, que pudieran captar con gozo la esperanza cristiana, y confiar en el poder salvador y reconciliador de Dios en ellos, que comenzaba ya a unir todas las cosas en Cristo. Aquí ora para que sus lectores lleguen a tener el poder para comprender (y conocer realmente) la plenitud del amor de Cristo. Cuanto más profundo sea ese conocimiento en la iglesia, más intensamente reflejará ésta la unidad, la armonía y la vibrante paz mesiánica que finalmente será restaurada por Dios en la nueva creación.

Esta parte final del informe de Pablo sobre su oración constituye el clímax del mismo. 14 Aquí vemos a Pablo postrándose ante Dios, de rodillas y con la cabeza inclinada hacia la tierra, como alguien que hace una reverencia y trae un asunto de suma urgencia a un rey poderoso (la posición más común para orar era de pie). Pablo ciertamente quería transmitir la impresión del poder de Dios. Si lo llamamos Padre (ver sobre Mar. 14:36; Luc. 11:2; Rom. 8:14-17), debemos recordar que esto no es solamente una expresión de intimidad. En el Oriente el padre es el que rige la familia, aquel a quien se participan todos los temas importantes, y a quien los hijos (no importa su edad) brindan, en obediencia, un trato deferente. Cuando los judíos hablaban de Dios como Padre, querían decir que gobernaba al mundo que le debía obediencia.

15 Este sentido del poder de Dios es reforzado por el agregado de de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra (correctamente traducido por la RVA y otras versiones en castellano). Por esto, el v. 15 es básicamente una afirmación de Dios como creador de todos los grupos de seres vivientes (cf. 3:9; 1 Cor. 8:6; Col. 1:15-18), y como aquel que soberanamente da a cada uno su forma y papel individual. En la tradición hebrea el hecho de que Dios ponga nombres a sus criaturas no es solamente para darles una etiqueta para reconocerlas, sino para determinar lo que son. El lector hispano puede preguntarse por qué Pablo usa aquí la palabra familia (gr. patria), pero sería evidentemente apropiado para el lector gr. como un juego de palabras con pater, padre. La palabra significa todos aquellos que derivan de un mismo antepasado o, en el caso de los seres angélicos, todos los de una misma clase (véase la nota en BJ).

16-19 La oración de Pablo está compuesta por dos (o quizá tres) peticiones. La primera, en los vv. 16, 17, es que Dios los fortalezca con el extraordinario poder del Espíritu en el hombre interior (los corazones del v. 17; ver 1:18). Esto se define, no en términos de carisma de una clase o de otra, sino como un habitar (más pleno) de Cristo en los lectores, de modo que estén arraigados y fundamentados en el amor. Al comenzar el v. 17 con las palabras para que, RVA y VHA dan la impresión de que Pablo dice que los lectores deben primero ser fortalecidos por el Espíritu para que luego (en consecuencia) Cristo pueda habitar en sus corazones; pero esta impresión es errónea. 17 Explica el pedido: Es decir, que Cristo habite en vuestros corazones. Pablo no está orando para que tengan una experiencia mística; mucho menos, para que nuestras identidades humanas sean borradas y que nos convirtamos sólo en canales. Pablo ora para que Cristo habite en nosotros por medio de la fe; es decir, que vivamos nuestras vidas con una confianza amorosa más plena en él, siendo cada vez más profundamente moldeados por el acontecimiento de Cristo (como en Gál. 2:20; donde la primera parte del versículo se explica en la segunda). Es este habitar de Cristo el que fortalece la vida del creyente y lo mantiene sobre un fundamento firme, especialmente en tiempos de prueba (cf. Col. 1:11; Fil. 4:12; y sobre todo en 2 Cor. 11:21b-12:10).

La segunda petición está en los vv. 18, 19a. Es una oración por comprensión espiritual profunda y un conocimiento real del amor de Cristo, que paradójicamente está más allá de lo que la experiencia humana permite conocer. Digno es de señalar que la frase junto con todos los santos es significativa. Pablo no busca un conocimiento solista del amor de Cristo, sino el amor que se conoce en forma corporativa y que une. Hablando estrictamente también, las palabras de Pablo en su oración del v. 18 no expresan en realidad el deseo de que captemos las cuatro dimensiones del amor de Cristo. Eso podrá ser en última instancia lo que quiere decir, pero también es una simplificación de lo que dice, de ser capaces de comprender ... cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y [o es decir] de conocer el amor de Cristo. En el v. 18, Pablo en realidad no especifica a qué corresponden esas cuatro dimensiones que menciona. En el judaísmo, las dimensiones podían ser utilizadas al hablar de la insondable sabiduría de Dios (ver, p. ej. Job 11:5-9 para las cuatro, y cf. Rom. 11:33, 34, donde lleva a una doxología como aquí; Col. 2:2, 3), y quizá esto sea lo que Pablo quiere decir (cf. 3:10). Pero aun siendo éste el caso, la sabiduría de Dios entra en la escena en relación con su amor que une en Cristo, por lo que la cercana conexión con el v. 19 es segura. Alternativamente (como lo presumen la RVA y otras), Pablo quizá no haya incluido las palabras del amor de Cristo en el v. 18 porque esta expresión se haría explícita por medio de la elaboración provista en el v. 19a.

El v. 19b, o bien presenta una tercera petición, o (más probablemente) el resultado de una comprensión plena del amor de Cristo. En cuanto al sentido de seáis llenos ver 1:23. Donde el amor de Cristo es conocido en profundidad, allí está él ejerciendo ya su gobierno, llevando a cabo en sí mismo la unión del cosmos, en una armonía con Dios que es el resultado de la nueva creación.

La doxología concluye formalmente y redondea la primera mitad de la carta con una invitación a la adoración agradecida, así como comenzó (1:13, 14). Ofrece una transición entre la oración de Pablo y la sección de enseñanzas y las consiguientes exhortaciones directas (caps. 4-6; cf. Rom. 11:33-36 que tiene una función similar). Esta doxología sirve una vez más para recordar a los lectores de lo que es el poder de Dios, inmenso y lleno de gracia que actúa en ellos (cf. 1:19-2:6), que no es para satisfacer pedidos egoístas, sino para promover la esperanza plena de confianza en su nueva creación, y peticiones que se correspondan con la intención de Dios para la iglesia en esta era. La doxología es notablemente insólita al pedir que la gloria sea dada a Dios por medio de la iglesia (21); pero esto es lo apropiado, dada la visión de la iglesia en el plan cósmico de Dios que Pablo nos ha dado. Es también una invitación implícita a los lectores a que se aseguren (en cuanto de ellos dependa) de que la iglesia tenga un carácter tal que refleje la gloria de Dios.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



22 (E) Pablo como intérprete del misterio revelado (3,1-13). El profundo conocimiento que Pablo tiene del misterio de Cristo es que los gentiles son participantes de pleno derecho en la Iglesia. Esta sección depende de Col 1,23-29. 1. por eso yo, Pablo: El comienzo es un anacoluto. El pensamiento iniciado en el v. 1 se retoma en la oración del v. 14; la conexión se establece en el v. 14 mediante toutou charin, «por eso», que repite la misma expresión del v. 1. La autoridad de Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y las penalidades que ha sufrido se traen a la memoria de unos lectores gentiles pospaulinos para asegurar a éstos su lugar propio en el plan eterno de Dios. 2. pues os supongo informados: Lit., «si en efecto habéis oído». El autor da por sentado que cuanto va a decirles acerca del papel de Pablo en el anuncio del plan de Dios es algo que probablemente ya saben. 3. el misterio que se me dio a conocer: cf. lQpHab 7:4-5; 1QH 1,21. como he escrito más arriba: Lit., «en síntesis». Se hace con ello referencia a la revelación del misterio de Cristo mencionado en 1,9; 2,13-17. Goospeed interpretaba en olig? como una referencia a la recopilación de cartas de Pablo y encontraba apoyo en esta interpretación para considerar Ef como una introducción a ese corpus. 4. el conocimiento que yo tengo: El contenido del conocimiento de Pablo se enuncia en el v. 6: la participación de pleno derecho, y en pie de igualdad, de los gentiles en la Iglesia. 5. a sus santos apóstoles: cf. Col 1,26; el autor de Ef desea recordar el sólido cimiento sobre el que está edificada la Iglesia (2,20) y pone de relieve el papel desempeñado por los apóstoles y profetas. 6. coherederos, co-miembros..., copartícipes: Tres nombres compuestos con el prefijo syn, «junto con», describen la participación de pleno derecho, y en pie de igualdad, de los gentiles junto con los judíos en el único cuerpo. 7-9. La aplicación práctica del conocimiento de Pablo lo convirtió en el apóstol de los gentiles. 8. el último: cf. 1 Cor 15,9. 9. en Dios, creador: En la creación, Dios estableció su control providencial del cosmos, y sólo en la era presente, debido a que ha revelado el misterio a los intérpretes que él eligió, se han llegado a conocer sus designios. 10. por medio de la Iglesia: La Iglesia no es sólo el contenido y la beneficiaría del misterio; es además el medio para anunciar a los poderes celestiales la sabiduría de Dios que se encuentra tras ese plan. Los poderes celestiales aquí indicados son fuerzas malignas (véase Ef 6,12) que antes de la muerte de Cristo tenían autoridad sobre la humanidad (véase el comentario a 2,1-3; cf. 1 Cor 2,6-8). Pero la sabiduría de Dios pone fin a su dominio (cf. 1QS 4,18-23) mediante el sometimiento de todas las cosas a Cristo (1,20). Este final es revelado por medio de la Iglesia, que señala el final del alejamiento de los hombres respecto a Dios (2,16) y de los gentiles respecto a los judíos (2,15; 3,6). Cf. 1 Cor 2,6-8. 12. en él tenemos confianza: Los cristianos, liberados de la dominación de los poderes celestiales, son ahora capaces de acercarse a Dios con audacia.

23 (F) Oración (3,14-19) y (G) Doxología final (3,20-21). La sección reanuda la oración de intercesión iniciada en 1,15-20, retomada de nuevo en 3,1 pero interrumpida en 3,2-13 por la descripción del papel de Pablo en la revelación del misterio. Concluye con una doxología solemne que pone además punto final a la parte doctrinal de Ef. 15. de quien toda familia: Dios, el creador de todas las familias de seres, estableció su poder y control sobre toda la creación con el acto de nombrarlas (Sal 147,4; Is 40,26; cf. Gn 2,19-20). 16. en vuestro interior: La expresión es paulina (Rom 7,22-23; 2 Cor 4,16) y se debe entender como paralela del «corazón» del v. 17 (? Teología paulina, 82:106). 18. la anchura, la longitud...: No está claro a qué se refieren estas dimensiones. A veces se interpretan en referencia a las del templo de Jerusalén o a las de esta ciudad como tal (Ez 42, 47, 48; Ap 21,9-27). En este contexto, sin embargo, pueden describir el plan salvífico de Dios o, más probablemente, el amor de Cristo, que se menciona en los versículos precedentes y siguientes. 19. plenitud de Dios: La petición final de la oración de intercesión especifica la meta de la humanidad en la Iglesia: el crecimiento hasta la plenitud de la divinidad. El autor ha completado el círculo, desde su presentación de Dios al comienzo de la oración, en el v. 14, como fuente de toda vida, hasta Dios como meta de la humanidad. 21. en la Iglesia y en Cristo Jesús: La mención de la Iglesia y también de Cristo mantiene la distinción entre el cuerpo y la cabeza, pero presenta a ambos como las fuentes de la gloria de Dios.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter III.

5 The hidden mysterie, 6 that the Gentiles should be saued, 3 was made knowen to Paul by reuelation: 8 And to him was that grace giuen, that 9 he should preach it. 13 He desireth them not to faint for his tribulation, 14 and praieth, 19 that they may perceiue the great loue of Christ toward them.
1 For this cause I Paul, the prisoner of Iesus Christ for you Gentiles,
2 If ye haue heard of the dispensation of the grace of God, which is giuen me to youward:
3 How that by reuelation hee made knowen vnto me the mysterie, (as I wrote [ Or, a little before.] afore in few words,
4 Whereby when ye reade, ye may vnderstand my knowledge in the mysterie of Christ.)
5 Which in other ages was not made knowen vnto the sonnes of men, as it is now reueiled vnto his holy Apostles and Prophets by the Spirit,
6 That the Gentiles should be fellow heires, and of the same body, and partakers of his promise in Christ, by the Gospel:
7 Whereof I was made a Minister, according to the gift of the grace of God giuen vnto mee, by the effectuall working of his power.
8 Unto mee, who am lesse then the least of all Saints, is this grace giuen, that I should preach among the Gentiles the vnsearchable riches of Christ,
9 And to make all men see, what is the fellowship of the mysterie, which from the beginning of the world, hath bene hid in God, who created all things by Iesus Christ:
10 To the intent that now vnto the principalities and powers in heauenly places, might be knowen by the church, the manifold wisedome of God,
11 According to the eternall purpose

[Grace giuen to the Gentiles.]

which he purposed in Christ Iesus our Lord:
12 In whom we haue boldnesse and accesse, with confidence, by the faith of him.
13 Wherefore I desire that yee faint not at my tribulations for you, which is your glory.
14 For this cause I bow my knees vnto the Father of our Lord Iesus Christ,
15 Of whom the whole family in heauen and earth is named,
16 That he would grant you according to the riches of his glory, to bee strengthened with might, by his Spirit in the inner man,
17 That Christ may dwell in your hearts by faith, that yee being rooted and grounded in loue,
18 May be able to comprehend with all Saints, what is the breadth, and length, and depth, and height:
19 And to know the loue of Christ, which passeth knowledge, that yee might bee filled with all the fulnesse of God.
20 Now vnto him that is able to do exceeding abundantly aboue all that wee aske or thinke, according to the power that worketh in vs,
21 Unto him be glory in the Church by Christ Iesus, throughout all ages, world without end. Amen.

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

El amor de Cristo. Pablo escribe esta súplica de rodillas, en actitud de profunda adoración. Su plegaria es rica y densa de significado y, quizás por eso, difícil de traducir. Pablo pide por los efesios, pero parece como si tuviera delante a toda la familia humana, en su múltiple pluralidad de comunidades, de religiones, de culturas, de naciones; es decir, todas las colectividades que cohesionan, expresan y dan sentido de pertenencia a hombres y mujeres. Con un sugerente juego de palabras, el Apóstol dice que la identidad de Dios como Padre -«pater» en griego-, es la raíz última que fundamenta y sostiene y «de quien procede toda paternidad» -«patriá» en griego-, «en el cielo y en la tierra» (15).
Pablo invoca en su plegaría a las tres personas divinas. Al Padre, que ha convocado a los efesios a formar una «patria» cristiana o Iglesia doméstica. Al Espíritu, que la robustece y fortalece internamente (16), en referencia a esa dimensión interior de nosotros mismos que se va renovando día a día (cfr. 2Co_4:16) y logra que por la fe y el amor que Cristo «habite en sus corazones» (17; cfr. Jua_14:23). Esta colaboración entre las tres personas divinas y la respuesta de la fe y el amor vivida en comunión cristiana nos llevarán a «comprender, junto con todos los consagrados» (18) aquello que el Apóstol expresa con una fórmula tan evocativa como enigmática para los lectores de hoy, pero quizás familiar y conocida para los efesios: anchura y longitud, altura y profundidad (18). ¿Es el plan universal de salvación de Dios? ¿Es la cruz de Cristo, vértice del universo simbolizado en sus cuatro dimensiones?
Sólo la experiencia del amor que Cristo nos tiene puede llenar al hombre, porque su amor revela el amor de Dios (cfr. 1Jn_4:10). Gran paradoja: llenarse del que llena, abarca y desborda todo. Esta primera parte de la carta concluye con una expresión de alabanza a Dios, tributada por la Iglesia y encabezada por Cristo.

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*3:14-21 En esta oración paulina subyace una comprensión trinitaria de la realidad de Dios: el Padre (Efe 3:14; Efe 3:19), Cristo (Efe 3:17; Efe 3:19), el Espíritu (Efe 3:16). La doxología de Efe 3:20 s concluye la plegaria y la parte primera de la carta.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



3. Ver Gal_1:16.

8. Ver nota Hec_9:13.

10. Ver nota 1Co_15:24.

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Efe_1:19 s; Flp_2:13

NOTAS

3:20 Var.: «sobre todas las cosas».

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Efe_1:19 s; Flp_2:13

NOTAS

3:20 Var.: «sobre todas las cosas».

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

Rom 16:25-27; Jud 1:24-25.

Biblia Textual IV (Sociedad Bíblica Iberoamericana, 1999)

más allá... Considerándolo una aparente redundancia, el TR omite más allá;
nos está energizando... Voz media. Gr. energéo = energizar → §317;
nos... nosotros... El griego es enfático.

Comentario al Nuevo Testamento (EUNSA, 2008)

Alabanza al poder de Dios por la forma en que ha realizado su proyecto de salvación más allá de lo que los hombres pudieran pedir o pensar.


Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 3.5 Apóstoles y profetas: Véase 2.20 nota f.

[2] 3.10 Poderes y autoridades: Véase 1.21 n.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a 2Cr 1:12

iNT-CEVALLOS+ Interlineal Académico Del Nuevo Testamento Por Cevallos, Juan Carlos

[I πάντα I] todas las cosas.