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Los cortesanos que lo asesinaron fueron Yosacar, hijo de Simat, y Jozabad, hijo de Somer. Murió y lo enterraron con sus antepasados en la ciudad de David. Amasías, su hijo, reinó en su lugar.
(II Reyes  12, 22) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Joás de Judá. Joás comienza su reinado siendo aún niño, por lo cual se presume que su protector y formador Yehoyadá sería también el regente hasta su mayoría de edad. El deuteronomista deja constancia de su valoración positiva del rey -«hizo siempre lo que el Señor aprueba» (3) -, pero también de que bajo su reinado no desapareció del todo el habitual culto en los lugares altos, donde se ofrecían sacrificios y se quemaba incienso (4). Israel debió haber abolido esta práctica a su llegada a la tierra de Canaán (cfr. Núm_33:52; Deu_12:2), así que su continuación mereció siempre la crítica y la condena de los profetas. A pesar del largo reinado de Joás, lo único que cuenta el narrador es su interés por la remodelación del Templo. Pese al decreto real que ordena destinar todos los ingresos a este fin, las obras no logran iniciarse, por lo que el rey tiene que intervenir de nuevo. Sobre el destino final que tienen los fondos para comprar la protección y la paz de Jerusalén al amenazante rey sirio, no hay ningún reparo aparente; sin embargo, uno se queda con la incertidumbre de si su muerte violenta no se debió precisamente a ello.