Isaías 34 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
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ESCATOLOGÍA DE ISAÍAS II
Juicio
13,21s; 66,15-17; Jl 4,1-8; Sof 1,14-18

Acérquense, pueblos,
a escuchar;
naciones, atiendan;
escuche la tierra y los que la llenan,
el mundo y cuanto produce;
2 porque el Señor está irritado
con todas las naciones,
enojado con todos sus ejércitos;
los consagra al exterminio,
los entrega a la matanza.
3 Sus muertos son arrojados
y de los cadáveres
se levanta el hedor,
los montes chorrean sangre
4 y los valles se resquebrajan,
el cielo se enrolla como un pliego
y se marchitan sus ejércitos,
como se marchita el follaje de la vid,
como se marchita
la hoja de la higuera.
5 Porque la espada del Señor
se embriaga en el cielo:
mírenla bajar hacia Edom
para ejecutar a un pueblo condenado.
6 La espada del Señor chorrea sangre,
está grasienta de sebo,
sangre de corderos y machos cabríos,
sebo de entrañas de carneros.
Porque el Señor hace
carnicería en Bosra,
gran matanza en Edom;
7 y caen juntos búfalos
con toros y novillos.
Se empapa la tierra de su sangre,
el polvo está grasiento de su sebo;
8 porque es el día
de la venganza del Señor,
año de desquite
para la causa de Sión.
9 Sus arroyos se transforman en brea
y el polvo en azufre,
su territorio se vuelve brea ardiente,
10 que no se apaga de día ni de noche,
y su humareda sube perpetuamente;
de edad en edad seguirá desolada,
por siglos de siglos
nadie la transitará.
11 Se adueñan de ella
el pelícano y el erizo,
la lechuza y el cuervo la habitan.
El Señor le aplica la plomada del caos
y el nivel del vacío;
12 y no queda nombre
con que llamar a su reino,
sus jefes vuelven a la nada.
13 En sus palacios crecen espinos;
en sus torreones, cardos y ortigas;
se convierte en morada de chacales,
en guarida de avestruces;
14 se reúnen hienas y gatos salvajes,
el chivo llama a su compañero,
allí descansa el búho
y encuentra dónde posarse;
15 allí anida la serpiente,
pone, incuba y empolla sus huevos;
allí se juntan los buitres
sin que falte a las hembras
compañeros.
16 Estudien el libro del Señor:
ni uno solo de ellos falta,
porque lo ha mandado
la boca del Señor
y su aliento los ha reunido.
17 Echa la suerte para ellos
y con la cuerda de medir en su mano
les reparte el país:
lo poseerán para siempre,
de edad en edad lo habitarán.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 34,1-17Escatología de Isaías II (Cap. 34-35). Los capítulos 34s componen un gran díptico escatológico: en un primer momento un gran juicio sentencia y castiga a la ciudad rebelde; y en un segundo, el pueblo es restaurado. El estilo corresponde a Isaías II (el autor de los capítulos 40-55); por eso la restauración está vista como una gran vuelta a la tierra prometida. El primer cuadro es más vigoroso y amplio, el segundo expresa el gozo sereno.

34:1-17 Juicio. Edom es objeto de muchos oráculos de condenación en la literatura profética, (Isa_63:1-6; Jer_49:7-22; Eze_25:12-14; Eze_35:1-15; Amó_1:11s; Abd_1:1-14 Mal_1:2-5, etc.). Los profetas, y en general los israelitas, nunca pudieron perdonar a Edom -descendiente del hermano gemelo de Jacob- su conducta durante la invasión de Babilonia. Edom aprovechó la debilidad de Israel e invadió y saqueó su territorio. Por eso el profeta augura un castigo tremendo y un trágico final para su vecino. Esta actitud concuerda con la mentalidad israelita que considera a los pueblos enemigos como malditos, enemigos también de su Dios. Léase con esta clave la lista de naciones que presenta Gn 10. El sentimiento de un pueblo se atribuye también a Dios.
El tono de éste y tantos otros pasajes repugnan por el tinte violento y vengativo que contienen. Con todo, están ahí en la Biblia. Pero eso es el ser humano: capaz de lo más sublime, pero también capaz de lo peor. Lo importante es no perder de vista la clave de justicia con la cual interpretar cada pasaje bíblico que leemos, en orden a establecer el verdadero sentido de la Palabra y de la Voluntad divinas.