Salmos 48 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1 ¡Grande es el Señor
y muy digno de alabanza!
En la ciudad de nuestro Dios
está su monte santo:
2 Bella colina, alegría de toda la tierra,
es el monte Sión, confín del norte,
la capital del Emperador.
3 Dios, desde su palacio,
se muestra como baluarte.
4 Miren, los reyes se aliaron,
atacaron todos juntos:
5 al verlo, quedaron aterrados,
huyeron despavoridos.
6 Los atenazó un temblor,
sí, espasmos de parturienta:
7 como el viento solano
que destroza los navíos de Tarsis.
8 Lo que oímos, lo hemos visto
en la ciudad del Señor Todopoderoso,
en la ciudad de nuestro Dios:
el Señor la ha afianzado para siempre.
9 Meditamos, oh Dios, tu misericordia
en medio de tu templo:
10 como tu fama, oh Dios, tu alabanza
llega al confín del mundo.
Tu derecha está llena de justicia:
11 lo festeja el monte Sión,
los poblados de Judá se alegran
de tus sentencias.
12 Den vueltas en torno a Sión,
cuenten sus torreones,
13 fíjense en sus murallas,
observen sus palacios,
para poder contarle a la próxima generación:
14 ¡Éste es Dios!,
nuestro Dios eterno e inmortal
que siempre nos guiará.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 48,1-14Nuevo díptico en el que se canta a Sión victoriosa (2b-8) y litúrgica (10-14). La canción se abre y se cierra con una antífona (2a.15). Entre las dos estrofas, una nueva antífona (9). La grandeza del Señor (2a) queda impresa en la ciudad por Él fundada (9), desde donde Dios guía y guiará a su pueblo para siempre (10). La primera tabla del díptico nos informa sobre lo que pasa en el interior de la ciudad (2b-4) y en el exterior de la misma (5-8). Sión no es la morada de los dioses, sino la ciudad del Gran Rey, a cuyos pies se desvanecen los poderes enemigos. El poeta lo describe con imágenes vigorosas: Dolores de parto, naves desarboladas y hundidas por el huracán... En la segunda tabla (9-14) se medita y celebra el amor de Dios en el interior del Templo (10-12). La contemplación detallada de la magnificencia de la ciudad ha de ser la base de la tradición posterior: Que la generación venidera sepa que la ciudad es así por obra y gracia de Dios. La nueva Jerusalén es espléndida y bellísima (cfr. Efe_5:27); tiene la victoria asegurada (cfr. Mat_16:18). ¿Cuáles son los lugares de la presencia de Dios? ¿Los suburbios de la ciudad?, ¿los campos de los refugiados?, ¿los cuerpos enfermos o mutilados...? Es necesario decir a la siguiente generación dónde está nuestro Dios.