I Tesalonicenses 5 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 28 versitos |
1 Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba.
2 Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche.
3 Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores de parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar.
4 Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón:
5 todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas.
6 No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.
7 Los que duermen lo hacen de noche, y también los que se emborrachan.
8 Nosotros, por el contrario, seamos sobrios, ya que pertenecemos al día: revistámonos con la coraza de la fe y del amor, y cubrámonos con el caso de la esperanza de la salvación.
9 Porque Dios no nos destinó para la ira, sino para adquirir la salvación por nuestro Señor Jesucristo,
10 que murió por nosotros, a fin de que, velando o durmiendo, vivamos unidos a él.
11 Anímense, entonces, y estimúlense mutuamente, como ya lo están haciendo.
12 Les rogamos, hermanos, que sean considerados con los que trabajan entre ustedes, es decir, con aquellos que los presiden en nombre del Señor y los aconsejan.
13 Estímenlos profundamente, y ámenlos a causa de sus desvelos. Vivan en paz unos con otros.
14 Los exhortamos también a que reprendan a los indisciplinados, animen a los tímidos, sostengan a los débiles, y sean pacientes con todos.
15 Procuren que nadie devuelve mal por mal. Por el contrario, esfuércense por hacer siempre el bien entre ustedes y con todo el mundo.
16 Estén siempre alegres.
17 Oren sin cesar.
18 Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús.
19 No extingan la acción del Espíritu;
20 no desprecien las profecías;
21 examínenlo todo y quédense con lo bueno.
22 Cuídense del mal en todas sus formas.
23 Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser -espíritu, alma y cuerpo- hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
24 El que los llama es fiel, y así lo hará.
25 Hermanos, rueguen también por nosotros.
26 Saluden a todos los hermanos con un beso santo.
27 Les recomiendo en nombre del Señor que hagan leer esta carta a todos los hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes.

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Introducción a I Tesalonicenses


PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES

Tesalónica, la capital de la provincia romana de Macedonia, era un puerto importante del mar Egeo. Pablo llegó a esa ciudad en el año 50, durante su segundo viaje misionero. Allí fundó una comunidad cristiana, compuesta en su mayor parte de paganos convertidos a la fe. Pero su permanencia en Tesalónica fue muy breve, ya que debido a la oposición de los judíos debió abandonar la ciudad precipitadamente ( Act_17:1-15 ). A su salida, la comunidad quedó sola en medio de la persecución y con una insuficiente formación religiosa.
Preocupado por la suerte de los cristianos, Pablo les envió a Timoteo, desde Atenas ( Act_3:1-5 ). A su regreso, este trajo al Apóstol noticias muy alentadoras: la comunidad se había mantenido firme en la fe y recordaba a Pablo con afecto. Sin embargo, algunos esperaban con impaciencia la Venida del Señor y se negaban a trabajar, resultando una carga para sus hermanos. Otros estaban preocupados, porque suponían erróneamente que los cristianos que ya habían muerto no iban a estar presentes cuando viniera el Señor.
Para responder a estas inquietudes, Pablo escribió poco después de su llegada a Corinto, a comienzos del año 51, su PRIMERA CARTA A LOS TESALONICENSES: la lectura de esta Carta, como también la de la segunda a los Tesalonicenses, supone una cierta familiaridad con el estilo "apocalíptico", cargado de imágenes y símbolos, que los Profetas y los Escritores judíos solían emplear para anunciar la llegada del "Día del Señor" ( Act_5:2 ).

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Tesalonicenses 5,1-28

2. Ver Mat_24:42-44; 2Pe_3:10.

5. Ver Jua_12:36; Efe_5:8.

8. Isa_59:17. Ver Efe_6:16-17.

22. Job_1:1.

23. La división del hombre en "espíritu, alma y cuerpo" no tiene un carácter científico. El "espíritu" puede designar el principio divino de la vida en Cristo, o más bien, la parte más elevada del hombre, que está abierta a la influencia del Espíritu Santo.

26. "Beso santo": ver nota Rom_16:16.