I Macabeos 7 Libro del Pueblo de Dios (Levoratti y Trusso, 1990) | 50 versitos |
1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y llegó con unos pocos hombres a una ciudad marítima, donde se proclamó rey.
2 Cuando se disponía a entrar en el palacio de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para hacerlos comparecer ante él.
3 Apenas se enteró, dijo: "No quiero ni verles la cara".
4 Entonces el ejército los mató y Demetrio ocupó su trono real.
5 Todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él, guiados por Alcimo, que ambicionaba el sumo sacerdocio.
6 Ellos acusaron al pueblo delante del rey, diciendo: "Judas y sus hermanos han eliminado a todos tus adictos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país.
7 Por eso, manda ahora a una persona de tu confianza, para que vea los estragos que nos han causado a nosotros y a todo el territorio del rey, y los castigue a ellos y a todos los que los apoyan".
8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, que gobernaba la región occidental del Éufrates; este era un personaje importante en la corte y leal al rey.
9 Lo envió junto con el impío Alcimo, a quien confirió el sumo sacerdocio, y le dio la orden de tomar represalias contra los israelitas.
10 Ellos partieron con un ejército numeroso y, al llegar al territorio de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de paz.
11 Pero estos, viendo que habían venido con un ejército tan numeroso, no dieron crédito a sus palabras.
12 Sin embargo, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución satisfactoria.
13 Entre los israelitas, los asideos eran los primeros en pedir la paz,
14 porque decían: "El que ha venido con el ejército es un sacerdote de la familia de Aarón: él no nos va a traicionar".
15 Báquides les habló amistosamente y les aseguró bajo juramento: "No vamos a hacerles ningún mal, ni a ustedes ni a sus amigos".
16 Ellos le creyeron, pero él hizo apresar y ejecutar a sesenta de ellos en un solo día, conforme a la palabra que estaba escrita:
17 "Desparramaron los cadáveres y la sangre de tus fieles alrededor de Jerusalén y nadie les daba sepultura".
18 A causa de esto, cundió el pánica en toda la población, y decían: "No hay en ellos verdad ni justicia, porque han violado el compromiso y el juramento que habían hecho".
19 Después, Báquides partió de Jerusalén, acampó en Betzet y mandó apresar a muchos que se habían puesto de su parte y a algunos del pueblo; los degolló y los arrojó en una gran cisterna.
20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejando un destacamento a su disposición, y regresó adonde estaba el rey.
21 Alcimo luchó por mantenerse en el sumo sacerdocio,
22 y se unieron a el todos los que perturbaban al pueblo: así se hicieron dueños de Judá y causaron un daño tremendo a Israel.
23 Judas, al ver que Alcimo y sus secuaces hacían a los israelitas más daño que los paganos,
24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para vengarse de los desertores y no dejarlo circular por la región.
25 Cuando Alcimo vio que Judas y sus partidarios se fortalecían y que él no podría resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos.
26 El rey envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo acérrimo de Israel, con la orden expresa de exterminar al pueblo.
27 Nicanor llegó a Jerusalén con un gran ejército, y envió a Judas y sus hermanos un falso mensaje de paz, diciéndoles:
28 "No nos hagamos la guerra; iré a entrevistarlos en son del paz con una pequeña escolta".
29 Cuando se presentó ante Judas, ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para secuestrar a Judas.
30 Este, al darse cuenta de que Nicanor había venido con pérfidas intenciones, tuvo miedo de él y no quiso verlo más.
31 Entonces Nicanor comprendió que sus planes habían sido descubiertos y salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalamá.
32 Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor, y los demás huyeron a la Ciudad de David.
33 Después de esto, Nicanor subió al monte Sión. Algunos sacerdotes y ancianos del pueblo salieron del Santuario para saludarlo amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey.
34 Pero él se burló de ellos con desprecio, los ultrajó y les habló insolentemente.
35 Después, juró muy enojado: "Si no me entregan ahora mismo a Judas y a su ejército, cuando vuelva victorioso, prenderé fuego a esta Casa". Y salió enfurecido.
36 Los sacerdotes entraron al Santuario, y de pie ante el altar y el Templo, exclamaron llorando:
37 "Tú has elegido esta Casa, que es llamada con tu Nombre, a fin de que fuera una casa de oración y de súplica para tu pueblo.
38 Dales su merecido a este hombre y a su ejército, y que caigan al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua".
39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Betjorón, donde se le unió un contingente de Siria.
40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil hombres, e hizo esta oración:
41 "Cuando los enviados del rey blasfemaron, apareció tu Ángel y exterminó a ciento ochenta y cinco mil de ellos.
42 Así también, destruye hoy ante nosotros a este ejército, para que los demás reconozcan que su jefe blasfemó contra tu Santuario, y júzgalo conforme a su maldad".
43 El día trece del mes de Adar, los ejércitos entraron en combate y el de Nicanor fue desbaratado. El primero en caer fue el mismo Nicanor,
44 y cuando los soldados vieron que había caído, tiraron las armas y huyeron.
45 Los israelitas los persiguieron durante todo un día, desde Adasa hasta las proximidades de Gázara, tocando detrás de ellos las trompetas de alarma.
46 De todas las poblaciones judías de los alrededores salía gente que los fue envolviendo, hasta obligarlos a volverse unos contra otros.
47 Así cayeron todos al filo de la espada, y no quedó ni uno solo. Los judíos se apoderaron de los despojos y del botín, y cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, que él había levantado con prepotencia. Luego las llevaron y las colgaron a la entrada de Jerusalén.
48 El pueblo se llenó de alegría; todos celebraron ese día como una gran fiesta
49 y determinaron conmemorar cada año aquel día, trece de Adar.
50 Y el país de Judá gozó de paz durante algún tiempo.

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Introducción a I Macabeos


Eclesiástico

A este Libro "deuterocanónico" -el más extenso de los escritos sapienciales- se lo designa habitualmente de dos maneras distintas. El nombre de ECLESIÁSTICO, que significa "libro de la asamblea", se hizo tradicional en la iglesia latina, quizá por la frecuencia con que se lo utilizaba en los primeros siglos para la formación moral de los catecúmenos y de los fieles. La mayoría de los manuscritos griegos, en cambio, lo titulan "Sabiduría de Jesús, hijo de Sirá"- en hebreo, Ben Sirá -y de allí deriva el nombre de SIRÁCIDA, que también se le suele dar.
Mientras que la mayoría de los escritos sapienciales son atribuidos a Salomón, el Eclesiástico es el único que lleva la firma de su autor. Este era un judío de Jerusalén, culto y de buena posición, que se dedicó desde su juventud al conocimiento de las Escrituras y a la búsqueda de la Sabiduría, sobre todo por medio de la oración (51. 13). Como fino observador, aprovechó sus frecuentes viajes para completar su formación (34. 11). Convertido en "maestro de sabiduría", orgulloso de su raza y de su historia nacional, dirigió en Jerusalén una escuela (51. 23), destinada a iniciar a los jóvenes en la adquisición de la Sabiduría. Por último, hacia el 180 a. C., recogió por escrito el fruto de sus reflexiones y de su larga experiencia.
La obra de Ben Sirá es un llamado de atención frente a la influencia de la cultura griega, que no cesaba de expandirse en el Próximo Oriente desde las conquistas de Alejandro Magno. Él comprendió que ese nuevo movimiento de ideas no tardaría en entrar en conflicto con la fe de Israel. Para contrarrestar el peligro, puso todo su empeño en preservar el patrimonio religioso y cultural del Judaísmo en esa época de transición. A diferencia de los antiguos "maestros de sabiduría", que consideraban al hombre nada más que en su condición de tal, al Sirácida le preocupaba antes que nada la formación del hombre "judío". Según él, la Sabiduría se ofrece a todos, pero puso su Morada en Israel y, en última instancia, se identifica con la Ley de Moisés. De allí la necesidad de meditar constantemente "el libro de la Alianza del Dios Altísimo" (24. 23), para adquirir la verdadera Sabiduría y vivir en conformidad con la voluntad divina.
El Eclesiástico fue escrito originariamente en hebreo, pero el texto original cayó pronto en el olvido. La obra se conservó gracias a la traducción griega realizada por un nieto del autor, emigrado a Egipto en el 132. A fines del siglo pasado y en las últimas décadas del actual se encontraron varios manuscritos hebreos, que abarcan unas dos terceras partes del Libro. La traducción que damos a continuación es la del texto griego, ya que es este el que fue recibido y transmitido por la tradición cristiana.
El Sirácida es el último testigo inspirado de la corriente sapiencial dentro de Palestina. El ideal de vida propuesto por él tiene las limitaciones propias de su época, pero también encierra valores permanentes, que fueron asumidos por el Nuevo Testamento, especialmente en la Carta de Santiago. Por su profunda religiosidad, unida a un sano sentido común, por su fidelidad a la Ley y su afán de encontrar en todo un reflejo de la sabiduría de Dios, el autor de este Libro anticipa el retrato que hará Jesús del "escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos": él "se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo" ( Mat_13:52 ).

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR


La versión griega del Eclesiástico está precedida de un Prólogo, que generalmente no se considera inspirado, donde el traductor explica los motivos que lo impulsaron a llevar a cabo esta difícil tarea. Entre otras informaciones de interés, en este Prólogo encontramos la primera alusión a la división tripartita de la Biblia hebrea: LA LEY, LOS PROFETAS y LOS DEMÁS ESCRITOS.
1 Muchas e importantes enseñanzas nos han sido transmitidas por la Ley, los Profetas y los otros Escritores que los han seguido, por los cuales se debe elogiar a Israel a causa de su instrucción y su sabiduría. Pero es un deber para los que leen esos Libros, no sólo adquirir ciencia personalmente, 5 sino también poder ser útiles a los de afuera, con la palabra y los escritos. Por eso, mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado intensamente a la lectura de la Ley, de los Profetas 10 y de los otros Libros de los antepasados, en los que adquirió una gran competencia, se decidió también él a escribir algo sobre temas de instrucción y sabiduría, de manera que los hombres deseosos de aprender, aplicándose a estas disciplinas, hicieran mayores progresos en la manera de vivir conforme a la Ley.
15 Por lo tanto, ustedes están invitados a leer esto con benévola atención, y amostrarse indulgentes allí donde pudiera parecer que, 20 a pesar de nuestros denodados esfuerzos de interpretación, no hemos logrado acertar en alguna expresión. Porque lo que está expresado en hebreo no conserva su misma fuerza cuando se lo traduce a otra lengua. Y esto no sucede sólo aquí, sino que la misma Ley, los Profetas 25 y los demás Libros presentan diferencias notables cuando se los lee en el original.
Ahora bien, en el año 38 del rey Evergetes, cuando yo vine a Egipto y me quedé allí, descubrí un ejemplar de esta valiosa instrucción, 30 y juzgué extremadamente necesario aportar mi dedicación y esfuerzo a traducir ese Libro. He consagrado muchos desvelos y ciencia, durante este período, hasta llevar a buen término y publicar este Libro, para aquellos que, en el extranjero, están deseosos de aprender, 35 a fin de ajustar sus constubres a una vida conforma e la Ley.

COLECCIÓN DE SENTENCIAS


La primera parte del Eclesiástico incluye varios elogios de la Sabiduría, personificada como una madre que alimenta a sus hijos (15. 2) y como una Palabra salida "de la boca del Altísimo" (24. 3). Ella penetra todo el universo, pero "echó raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia" (24. 12), y es concedida abundantemente a los que lo aman (1. 10). El "principio" y la "corona" de la Sabiduría es el "temor del Señor", actitud que implica el respeto filial a la infinita grandeza de Dios y la obediencia a su voluntad expresada en la Ley (1. 11-20). Aunque la Sabiduría "viene del Señor" (1.1) y es un don divino, para alcanzarla se requiere un largo esfuerzo personal. Ella no se deja conquistar fácilmente y al principio prueba a sus hijos. Pero si estos superan las primeras dificultades y son dóciles a sus enseñanzas, termina por revelarles sus secretos y alegrarlos con sus bienes (4. 17-18).
A partir de estas ideas, el Sirácida agrupa una cantidad de sentencias y exhortaciones sobre las materias más diversas, sin ningún plan sistemático y con no pocas repeticiones. Entre las normas de sabiduría práctica que deben regir la conducta, se destacan la prudencia en las relaciones con los demás, la discreción en el hablar, la humildad y el desapego de las riquezas, el dominio de sí mismo, la firmeza en la educación de los hijos, la manera de cultivar la amistad y de comportarse con los necios, la cautela en el trato con las mujeres, el cuidado de la salud y la práctica del culto agradable a Dios. Por último, Ben Sirá hace algunas reflexiones sobre las miserias de la vida (40. 1-11) y la condición mortal de los hombres (41. 1-4), sin vislumbrar todavía la posibilidad de una justa retribución más allá de la muerte.

Fuente: Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)

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Notas

I Macabeos 7,1-50

1. La indicación cronológica corresponde al 161 a.C.

17. Sal_79:2-3.

41. Ver 2Re_19:35; Isa_37:36; 2Ma_8:19.

43. Esta batalla tuvo lugar en marzo del 160 a.C.