II Samuel  1, 6-10

El muchacho le contestó: — Yo me encontraba casualmente en el monte Guilboa, cuando vi a Saúl apoyado sobre su lanza º y acosado por los carros y los jinetes. Entonces se volvió y, al verme, me llamó; y yo me puse a sus órdenes. Luego me preguntó quién era y yo le respondí que era un amalecita. Después me dijo: “Por favor, acércate y remátame, porque estoy agonizando y no acabo de morir”. Así que me acerqué y lo rematé, pues comprendí que no sobreviviría a su caída. Luego tomé la corona de su cabeza y el brazalete º de su brazo y se los traigo aquí a mi señor.
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