I Juan 3, 2-10

Queridos,
ahora somos hijos de Dios
y aún no se ha manifestado todavía lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste,
seremos semejantes a él,
porque le veremos tal cual es.
Primera condición: romper con el pecado.
Todo el que tiene esta esperanza en él
se purifica, porque él es puro. Todo el que comete pecado
comete también la iniquidad,
pues el pecado es la iniquidad. Y sabéis que él se manifestó
para borrar los pecados
pues en él no hay pecado. Todo el que permanece en él, no peca.
Todo el que peca,
no le ha visto ni conocido. Hijos míos,
que nadie os engañe.
El que obra la justicia es justo,
porque él es justo. Quien comete el pecado es del diablo,
porque el diablo peca desde el principio.
El Hijo de Dios se manifestó
para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no peca
porque su germen mora en él;
y no puede pecar
porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen
los hijos de Dios y los hijos del diablo:
todo el que no obra la justicia
no es de Dios,
y quien no ama a su hermano, tampoco.
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