Jeremías  3, 1-5


La conversión.
«Supongamos que despide
un marido a su mujer;
ella se va de su lado
y es de otro hombre:
¿podrá volver a él?;
¿no sería como una tierra manchada?»
Pues bien, tú has fornicado
con muchos compañeros,
¡y vas a volver a mí! —oráculo de Yahvé—.
Alza los ojos a los calveros y mira:
¿en dónde no fuiste gozada?
A la vera de los caminos
te sentabas para ellos,
como el árabe en el desierto,
y manchaste la tierra
con tus fornicaciones y malicia.
No hubo lloviznas de otoño
y faltó lluvia tardía.
¿Y qué? Tu rostro era el de una descarada,
no quisiste avergonzarte.
Y aun entonces, ¿no me llamabas: «Padre mío,
tú, el amigo de mi juventud?;
¿tendrá rencor para siempre?,
¿lo guardará hasta el fin?»
Ahí tienes cómo has hablado;
las maldades que hiciste las has colmado.
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