Ezequiel  33, 1-9

Yahvé me dirigió su palabra en estos términos*: «Hijo de hombre, habla a tus compatriotas y diles: Supongamos que ordeno a la espada que ataque un país, y que la gente de ese país escoge a uno de los suyos y lo ponen como centinela; y que éste, al ver que la espada ataca el país, toca el cuerno para advertir a la gente. Si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y lo mata, sólo él será responsable de su muerte. Como ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso, será responsable de su muerte. En cambio, el que haya hecho caso salvará su vida. «Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que la gente no es advertida, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, éste perecerá por su culpa, pero pediré cuentas de su muerte al centinela. «A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: ‘Malvado, eres reo de muerte’, y tú no hablas con él para advertirle que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero te pediré cuentas a ti de su muerte. Si, por el contrario, adviertes al malvado que se convierta de su conducta, pero él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.
Ver contexto