II Reyes  23, 15-20

Derribó también el altar de Betel y el santuario construido por Jeroboán, hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel. Lo trituró hasta reducirlo a polvo, y quemó el poste sagrado. Al darse la vuelta, Josías vio los sepulcros que había allí en el monte; entonces envió a recoger los huesos de aquellos sepulcros, los quemó sobre el altar y los profanó, según la Palabra del Señor anunciada por el profeta, cuando Jeroboán, en la fiesta, estaba de pie ante el altar. Al darse la vuelta, Josías levantó la vista hacia el sepulcro del profeta que había anunciado estos sucesos, y preguntó:
–¿Qué es aquel mausoleo que estoy viendo?
Los de la ciudad le respondieron:
– Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que acabas de hacer con el altar de Betel. Entonces el rey ordenó:
–¡Déjenlo! Que nadie remueva sus huesos.
Así se conservaron sus huesos junto con los del profeta que había venido de Samaría. Josías hizo desaparecer también todos los edificios de los santuarios que había en las poblaciones de Samaría, construidas por los reyes de Israel para irritar al Señor; hizo con ellos lo mismo que en Betel. Sobre los altares degolló a los sacerdotes de los santuarios paganos que había allí, y quemó encima huesos humanos. Luego se volvió a Jerusalén,
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