Abdías  1, 1-18


ABDÍAS

Visión de Abdías.
Así dice el Señor a Edom:
Hemos oído un mensaje
de parte del Señor,
un mensajero
ha sido enviado a las naciones:
¡Arriba, a combatir contra ella!

Castigo a Edom

Te convierto en la nación
más pequeña y despreciable: tu arrogancia te sedujo;
porque habitas en rocas escarpadas,
asentadas en las cimas, piensas:
¿Quién me derribará en tierra? Pues aunque te remontes
como un águila
y pongas el nido en las estrellas,
de allí te derribaré – oráculo del Señor– . Si te invadieran salteadores
o ladrones nocturnos,
¿se llevarían más de lo que necesitan?
Si te invadieran vendimiadores,
¿no dejarían racimos? ¡Ay de Esaú, destruido!
Le han registrado
y requisado sus tesoros; te han empujado
a la frontera tus aliados,
tus amigos
te han engañado y sometido,
tus comensales
te ponen trampas debajo. Pues aquel día – oráculo del Señor–
acabaré con los sabios de Edom,
con los prudentes del monte de Esaú
y no les quedará habilidad. Se acobardarán tus soldados, Temán,
y se acabarán los varones
del monte de Esaú; por la violencia criminal
contra tu hermano Jacob,
te cubrirá la vergüenza
y perecerás para siempre.

En la caída de Jerusalén
Sal 137,7

Aquel día estabas tú presente,
el día que bárbaros
capturaron su ejército,
cuando extraños
invadían la ciudad
y se rifaban Jerusalén,
tú eras uno de ellos. No disfrutes
del día de tu hermano,
su día funesto,
no te alegres por los judíos,
el día de su desastre,
no hables con insolencia
el día del aprieto, no entres en la capital de mi pueblo
el día de su ruina,
no disfrutes tú también
de su desgracia
el día de su ruina,
no eches mano a sus riquezas
el día de su ruina, no aguardes a la salida
para matar a los fugitivos,
no vendas a los supervivientes
el día del aprieto.

El día del Señor
Ez 7; Sof 1,14

Se acerca el día del Señor
para todas las naciones:
lo que hiciste te lo harán,
te pagarán tu merecido. Como bebieron en mi monte santo,
beberán todas las naciones por turno,
beberán, se hartarán
y desaparecerán sin dejar rastro. Pero en el monte Sión
quedará un resto que será santo
y la casa de Jacob
recobrará sus posesiones. Jacob será el fuego,
José será la llama,
Esaú será la paja:
arderá hasta consumirse;
no quedará superviviente
al pueblo de Esaú
– lo ha dicho el Señor– .
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