Isaías 1, 10-18


Segunda requisitoria
58; Sal 50; Eclo 35

Escuchen la Palabra del Señor,
príncipes de Sodoma;
escucha la enseñanza de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra. ¿De qué me sirve
la multitud de sus sacrificios?
– dice el Señor– .
Estoy harto
de holocaustos de carneros,
de grasa de animales cebados;
la sangre de novillos,
corderos y chivos no me agrada. Cuando entran a visitarme
y pisan mis atrios,
¿quién exige algo de sus manos? No me traigan
más ofrendas sin valor,
el humo del incienso es detestable.
Lunas nuevas, sábados, asambleas...
no aguanto reuniones y crímenes. Sus solemnidades
y fiestas las detesto;
se me han vuelto una carga
que no soporto más. Cuando extienden las manos,
cierro los ojos;
aunque multipliquen las plegarias,
no los escucharé.
Sus manos están llenas de sangre. Lávense, purifíquense,
aparten de mi vista
sus malas acciones.
Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien;
busquen el derecho,
socorran al oprimido;
defiendan al huérfano,
protejan a la viuda. Entonces, vengan, y discutamos
– dice el Señor– .
Aunque sus pecados sean
como el rojo más vivo,
se volverán blancos como nieve;
aunque sean rojos como escarlata,
quedarán como lana.
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