Isaías 34, 5-17

Porque la espada del Señor
se embriaga en el cielo:
mírenla bajar hacia Edom
para ejecutar a un pueblo condenado. La espada del Señor chorrea sangre,
está grasienta de sebo,
sangre de corderos y machos cabríos,
sebo de entrañas de carneros.
Porque el Señor hace
carnicería en Bosra,
gran matanza en Edom; y caen juntos búfalos
con toros y novillos.
Se empapa la tierra de su sangre,
el polvo está grasiento de su sebo; porque es el día
de la venganza del Señor,
año de desquite
para la causa de Sión. Sus arroyos se transforman en brea
y el polvo en azufre,
su territorio se vuelve brea ardiente, que no se apaga de día ni de noche,
y su humareda sube perpetuamente;
de edad en edad seguirá desolada,
por siglos de siglos
nadie la transitará. Se adueñan de ella
el pelícano y el erizo,
la lechuza y el cuervo la habitan.
El Señor le aplica la plomada del caos
y el nivel del vacío; y no queda nombre
con que llamar a su reino,
sus jefes vuelven a la nada. En sus palacios crecen espinos;
en sus torreones, cardos y ortigas;
se convierte en morada de chacales,
en guarida de avestruces; se reúnen hienas y gatos salvajes,
el chivo llama a su compañero,
allí descansa el búho
y encuentra dónde posarse; allí anida la serpiente,
pone, incuba y empolla sus huevos;
allí se juntan los buitres
sin que falte a las hembras
compañeros. Estudien el libro del Señor:
ni uno solo de ellos falta,
porque lo ha mandado
la boca del Señor
y su aliento los ha reunido. Echa la suerte para ellos
y con la cuerda de medir en su mano
les reparte el país:
lo poseerán para siempre,
de edad en edad lo habitarán.
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