II Timoteo  2, 8-15

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David. Este es mi Evangelio. Por él soporto el sufrimiento, incluso el de las cadenas, como si fuera un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso, todo lo sufro por amor a los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con gloria eterna. He aquí una afirmación digna de crédito: Si con él morimos, también con él viviremos; si resistimos, también con él reinaremos; si de él renegamos, también él renegará de nosotros; si le somos infieles, él sigue siendo fiel, pues no puede renegar de sí mismo. No dejes de recordarles esto, conjurándolos ante Dios a que no se metan en discusiones de palabras, que para nada sirven, sino para echar a perder a los oyentes. Esfuérzate en presentarte ante Dios como trabajador acreditado, que no tiene de qué avergonzarse, que expone rectamente la palabra de la verdad.
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