Hechos 23, 26-35

«Claudio Lisias al ilustrísimo procurador Félix: Salud. A este hombre, apresado por los judíos y a punto de ser asesinado por ellos, conseguí liberarlo interviniendo con la tropa, sabedor de que es romano. Y deseando averiguar la culpa de que le acusaban, lo hice comparecer ante su sanedrín. Hallé que era acusado por cuestiones de su ley, pero que no tenía delito alguno digno de muerte o de cárcel. Habiéndoseme denunciado que se tramaba una emboscada contra este hombre, te lo envío con urgencia, al mismo tiempo que aviso a sus acusadores para que digan delante de ti sus querellas contra él.» Los soldados, pues, siguiendo las instrucciones que se les dieron, tomaron a Pablo y lo condujeron de noche a Antipátride. Al día siguiente, regresaron al cuartel, dejando a los de a caballo seguir viaje con él; los cuales, llegados a Cesarea y entregada la carta al procurador, le presentaron también a Pablo. Leída la carta y después de preguntarle de qué provincia era y averiguar que era de Cilicia, «Te oiré en juicio -le dijo- cuando hayan llegado también tus acusadores.» Y ordenó que siguiera bajo custodia en el pretorio de Herodes.
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