Josué 6, 17-23

La ciudad será dada como anatema en honor de Yahvéh, ella y todo lo que en ella hay. Sólo quedará con vida Rajab, la meretriz, ella y los que con ella estén en casa, por haber escondido a los mensajeros que habíamos enviado. En cuanto a vosotros, guardaos bien del anatema, no sea que, por tomar algo de lo anatematizado, os convirtáis en anatema, hagáis reo de anatema al campamento de Israel y le acarreéis la desgracia. Pero todo el oro y la plata, así como todos los objetos de bronce y de hierro, serán consagrados a Yahvéh e ingresarán en su tesoro. Lanzó, pues, el pueblo el grito de guerra y sonaron las trompetas. Justamente cuando el pueblo oyó el sonido de las trompetas y lanzó el grito de guerra con gran algazara, se desplomó la muralla sobre sí misma; y el pueblo, escaló la ciudad, cada uno por el sitio en que estaba, y se apoderaron de ella. Y entregaron al anatema, al filo de la espada, cuanto había en la ciudad: hombres y mujeres, niños y ancianos, y hasta el ganado mayor y menor, y los asnos. A los dos hombres que habían explorado el país, les dijo Josué: Entrad en la casa de la meretriz, y sacadla de allí, a ella y con todo lo suyo, como se lo habéis jurado. Fueron, pues, los jóvenes espías y sacaron a Rajab, a su padre y a su madre y a sus hermanos con todo lo suyo; también sacaron a todos sus parientes y los pusieron a salvo fuera del campamento de Israel.
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