Levítico 14, 1-32

Habló Yahvéh a Moisés, diciéndole: Ésta será la ley del leproso para el día de su purificación. Será conducido al sacerdote, quien saldrá fuera del campamento y lo examinará. Si la mancha de lepra del leproso se ha curado, el sacerdote mandará que se tomen, para el que ha de ser purificado, dos avecillas vivas y puras, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. Luego el sacerdote mandará degollar una de las aves sobre una vasija de barro encima de aguas vivas; y tomando el ave viva, la madera de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo, lo mojará todo, con el ave viva, en la sangre del ave degollada sobre las aguas vivas, y rociará siete veces al que ha de purificarse de la lepra, lo declarará puro y soltará el ave viva en pleno campo. El que se purifica lavará sus vestidos, se raerá todo el pelo, se bañará en agua, y será puro. Después de lo cual, entrará de nuevo en el campamento, pero quedará fuera de su tienda durante siete días. Al séptimo se raerá todo el pelo: el cabello, la barba y las cejas, o sea, se cortará todo el pelo; lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo en agua, y será puro. Al octavo día tomará dos corderos sin defecto y una cordera de un año sin defecto, tres décimas de efá de flor de harina, amasada con aceite, como oblación, y un log de aceite. El sacerdote que realice la purificación presentará al hombre que ha de purificarse con todas esas cosas delante de Yahvéh, a la entrada de la tienda de la reunión. Tomará el sacerdote uno de los corderos y lo ofrecerá en sacrificio de reparación, lo mismo que el log de aceite, y lo mecerá todo con el rito del balanceo delante de Yahvéh. Degollará el cordero en el lugar donde suele inmolarse la víctima del sacrificio por el pecado y la del holocausto, en lugar santo, porque la víctima del sacrificio de reparación, como la del sacrificio por el pecado, es para el sacerdote; es cosa sacratísima. El sacerdote tomará sangre de la víctima del sacrificio de reparación y untará en ella el lóbulo de la oreja derecha del hombre que se purifica, el pulgar de la mano derecha y el dedo gordo del pie derecho; tomará luego el log de aceite y se echará de él en la palma de la mano izquierda; y mojando un dedo de su mano derecha en el aceite que tiene en la palma de su izquierda, con su dedo rociará el aceite siete veces delante de Yahvéh. Con el aceite que le quede en la palma de la mano untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el dedo pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho, encima de la sangre de la víctima de reparación antes untada. El aceite que todavía le quede en la palma de la mano lo pondrá el sacerdote sobre la cabeza del que ha de purificarse, y el sacerdote ofrecerá expiación por él ante Yahvéh. Después el sacerdote hará el sacrificio por el pecado y expiará por la impureza del que se purifica, después de lo cual inmolará el holocausto; ofrecerá sobre el altar el holocausto y la oblación, hará la expiación por el que se purifica, y éste será puro. Si el enfermo es pobre y no dispone de medios para procurarse todo esto, tomará solamente un cordero para el sacrificio de reparación por el rito del balanceo, como expiación por él, un décimo de flor de harina amasada con aceite, como oblación, un log de aceite, y un par de tórtolas o dos pichones, lo que pueda obtener, uno como víctima expiatoria y el otro para el holocausto. El día octavo lo presentará todo al sacerdote para su purificación, a la entrada de la tienda de la reunión, delante de Yahvéh. Tomará el sacerdote el cordero del sacrificio de reparación, y el log de aceite y los mecerá con el rito del balanceo delante de Yahvéh. Después inmolará el cordero del sacrificio de reparación; tomará sangre de este sacrificio y untará con ella el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el dedo pulgar de su mano derecha y el dedo gordo del pie derecho. El sacerdote se echará aceite en la palma de la mano izquierda; y con un dedo de su mano derecha rociará el aceite que tiene en la palma de su mano izquierda siete veces delante de Yahvéh. Con el aceite que tiene en su mano untará el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, el dedo pulgar de su mano derecha y el dedo gordo de su pie derecho, encima de la sangre de la víctima de reparación antes untada. El aceite que quede en la palma de la mano del sacerdote, lo derramará éste sobre la cabeza del que se purifica, para expiar por él ante Yahvéh. Después, con una de las tórtolas o uno de los pichones que el oferente pudo conseguir, ofrecerá el sacerdote un sacrificio por el pecado; y con el otro, un holocausto, además de la oblación. El sacerdote hará la expiación ante Yahvéh por el que se purifica. Ésta es la ley para el que tiene llaga de lepra, pero no dispone de medios para procurarse lo prescrito para la purificación.
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