Genesis 8, 4-21

En el mes séptimo, el día diecisiete del mes, se posó el arca sobre los montes de Ararat. Y siguieron disminuyendo las aguas hasta el mes décimo; y en el mes décimo, el día primero del mes, aparecieron las cimas de los montes. Al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho, y soltó un cuervo, que salió y estuvo yendo y viniendo hasta que se secaron las aguas de sobre la tierra. Soltó después una paloma para ver si habían decrecido las aguas de sobre la haz de la tierra; pero no encontrando la paloma donde posar la planta de su pie, se volvió a él, al arca, porque las aguas estaban sobre la haz de toda la tierra. Entonces extendió él su mano, la tomó y la hizo entrar consigo en el arca. Esperó aún otros siete días, y soltó de nuevo la paloma fuera del arca. Por la tarde regresó a él la paloma con una hoja verde de olivo en su pico, por donde supo Noé que habían disminuido las aguas de sobre la tierra. Esperó aún otros siete días, y soltó la paloma, que ya no volvió más a él. En el año seiscientos uno, en el primer mes, el primero del mes, se habían secado las aguas sobre la tierra. Retiró Noé la cubierta del arca y miró, y he aquí que la superficie de la tierra se había secado. En el mes segundo, a los veintisiete días del mes, estaba ya seca la tierra. Entonces habló Dios a Noé diciéndole: Sal del arca tú y tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo. A todos los animales de toda carne que están contigo: aves, ganados y todo reptil que se arrastra sobre la tierra, los harás salir contigo, para que pululen por la tierra, fructifiquen y se multipliquen sobre la tierra. Salió, pues, Noé y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. Todos los animales, todo reptil y toda ave, todo lo que se mueve sobre la tierra según sus especies, salieron del arca. Edificó Noé un altar a Yahvéh, y tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos sobre el altar. Y aspiró Yahvéh el olor apaciguador, y dijo Yahvéh en su corazón: No volveré ya más a maldecir la tierra por causa del hombre, pues los designios del corazón del hombre son malos desde su niñez, ni volveré a castigar más a todo viviente, como lo he hecho.
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