I Macabeos 10, 67-75

El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, vino de Creta a la tierra de sus padres. Al enterarse el rey Alejandro, quedó muy disgustado y se volvió a Antioquía. Demetrio confió el mando a Apolonio, gobernador de Celesiria, el cual, juntando un numeroso ejército, acampó en Yamnia y envió a decir al sumo sacerdote Jonatán: «Tú eres el único que se ha rebelado contra nosotros y por tu causa he quedado en ridículo. ¿Por qué alardeas de tu poder desafiándonos desde los montes? Si de veras tienes confianza en tu ejército, baja ahora a encontrarte con nosotros en la llanura y allí nos mediremos; conmigo está el ejército de las ciudades. Pregunta y sabrás quién soy yo y quiénes son nuestros aliados. Ellos dicen que no podréis manteneros frente a nosotros, porque ya por dos veces tus padres fueron derrotados en su propio país; y que ahora no podrás resistir a la caballería y a un ejército tan grande en la llanura, donde no hay piedras ni rocas ni un sitio adonde escapar». Cuando Jonatán oyó las palabras de Apolonio, se sublevó su espíritu. Escogió diez mil hombres y partió de Jerusalén. Su hermano Simón acudió a su encuentro para ayudarle. Acampó frente a Jafa. Los de la ciudad le cerraron las puertas, porque en Jafa había una guarnición de Apolonio. La atacaron
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