I Timoteo 3, 2-13

pero es preciso que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, morigerado, hospitalario, capaz de enseñar;" no dado al vino ni pendenciero, sino ecuánime, pacífico, no codicioso;" que sepa gobernar bien su propia casa, que tenga los hijos en sujeción, con toda honestidad;" pues quien no sabe gobernar su casa, ¿cómo gobernará la Iglesia de Dios? No neófito, no sea que, hinchado, venga a incurrir en el juicio del diablo. Conviene asimismo que tenga buena fama ante los de fuera, porque no caiga en infamia y en las redes del diablo. Conviene que los diáconos sean asimismo honorables, exentos de doblez, no dados al vino ni a torpes ganancias;" que guarden el misterio de la fe en una conciencia pura, Sean probados primero, y luego ejerzan su ministerio, si fueren irreprensibles. También las mujeres deben ser honorables, no chismosas, sobrias y en todo fieles. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que sepan gobernar a sus hijos y a su propia casa. Pues los que desempeñaren bien su ministerio alcanzarán honra y gran autoridad en la fe que tenemos en Cristo Jesús.
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