Daniel  10, 1-17

El año tercero de Ciro, rey de Persia, fue hecha a Daniel, llamado Baltasar, una revelación. Esta revelación es verdadera y anuncia una gran calamidad. Puso atención a la palabra y tuvo la inteligencia de la visión. Por aquellos días, yo, Daniel, estuve en duelo tres semanas. No comí manjar delicado ni entró carne ni vino en mi boca, ni me ungí, hasta que no pasaron las tres semanas. El día veinticuatro del primer mes hallábame a las orillas del gran río Tigris. Alcé los ojos y miré, viendo a un varón vestido de lino y con un cinturón de oro puro. Su cuerpo era como de crisólito; su rostro resplandecía como el relámpago; sus ojos eran como brasas de fuego; sus brazos y sus pies parecían de bronce bruñido, y el sonido de su voz era como rumor de muchedumbre." Yo solo, Daniel, vi la visión; los que conmigo estaban no vieron nada, pero se sobrecogieron de terror y huyeron a esconderse." Quédeme yo solo, y vi esta gran visión. No quedaron en mí fuerzas; se demudó el color de mi rostro, quedé desencajado y perdí todo mi vigor." Oí el sonido de sus palabras, y, en oyendo el sonido de sus palabras, caí aturdido rostro a tierra. Pero me tocó una mano, sacudiendo mis rodillas y mis manos, y me dijo: Daniel, varón predilecto, está atento a las palabras que voy a decirte, y ponte en pie en el lugar en que estás, pues he sido enviado a ti. Una vez que me habló, púseme en pie temblando. Díjome: Nada temas, Daniel, pues desde el primer día en que diste tu corazón a entender y a humillarte en presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y por ellas he venido yo a ti;" pero el príncipe del reino de Persia se me opuso veintiún días; mas Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi ayuda, y yo prevalecí allí sobre los reyes de Persia." Vengo ahora para darte a conocer lo que sucederá a tu pueblo en los tiempos venideros, pues a estos tiempos se refiere la visión. Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra y mudo, cuando he aquí que uno que parecía un hijo de hombre tocó mis labios; abrí la boca y hablé, diciendo al que delante de mí estaba: Mi señor, la visión me ha llenado de espanto y he perdido todo vigor." ¿Cómo va a poder el siervo de mi señor hablar a mi señor? Me faltan las fuerzas y no tengo aliento.
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