Daniel  13, 22-30

Rompió a llorar Susana, y dijo: Por todas partes me siento en angustia, porque, si hago lo que proponéis, vendrá sobre mí la muerte, y si no lo hago, no escaparé a vuestras manos. Mas prefiero caer inculpable en vuestras manos a pecar ante el Señor. Y levantando Susana la voz, la levantaron también los dos ancianos contra ella. Corrió uno de los dos a abrir las puertas del jardín. Apenas oyeron los gritos los que estaban en casa, se precipitaron a entrar por la puerta lateral para ver lo que pasaba, y luego los ancianos se explicaron, quedando los siervos grandemente confundidos, porque jamás semejante cosa se había dicho de Susana. Al día siguiente todo el pueblo concurrió a la casa de su marido, Joaquín, y vinieron asimismo los dos ancianos, llenos de perversos pensamientos contra Susana, a quien pretendían hacer morir. Ante el pueblo dijeron: Enviad por Susana, hija de Helcías y mujer de Joaquín. Y la mandaron llamar. Llegó Susana, y con ella sus padres, hijos y todos sus parientes.
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