Isaías 3, 1-13

Porque he aquí que el Señor Yahvé de los ejércitos quitará a Jerusalén y a Judá todo apoyo y sostén, el sostén de pan y el sostén de agua, el guerrero, el hombre de armas, el juez, el profeta, el adivino y el anciano, el jefe de cincuenta, el grande y el consejero, el mago y el hechicero. Y les dará mozos por príncipes, y reinará sobre ellos el capricho, y las gentes se revolverán los unos contra los otros, cada uno contra su compañero, y el mozo se alzará contra el anciano, y el villano contra el noble. Y se echarán unos sobre otros, diciendo en la casa de su padre: “Tú tienes un manto, ven y sé nuestro jefe, y toma en tus manos esta ruina.” Y el otro en aquel día les responderá: “No quiero ser médico, y en mi casa no hay ni pan ni vestido; no quiero ser jefe del pueblo.” Sí, Jerusalén está al borde de la ruina, porque sus palabras y sus obras todas son contra Yahvé, para irritar los ojos de su majestad. Sus frentes dan testimonio contra ellos, pues llevan, como Sodoma, sus pecados a la vista, no los disimulan. Ay de ellos, que se acarrean su propia ruina! Bienaventurado el justo, porque habrá bien, comerá el fruto de sus obras Ay del impío, porque habrá mal, recibirá el pago de las obras de sus manos Mi pueblo está oprimido por caprichosos, y se han apoderado de él exactores. Pueblo mío, los que te guían te descarrían, han torcido el camino por el que ibas. Yahvé está en pie para acusar, se alza para juzgar a los pueblos.
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