Lucas 19, 20-40

Llega el otro diciendo: Señor, ahí tienes tu mina, que tuve guardada en un pañuelo, pues tenía miedo de ti, que eres hombre severo, que quieres recoger lo que no pusiste y segar donde no sembraste. Díjole: Por tu boca misma te condeno, mal siervo. Sabías que yo soy hombre severo, que rengo donde no deposité, y siego donde no sembré. ¿Por qué, pues, no diste mi dinero al banquero, y yo, al volver, lo hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los presentes: Tomadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez. Le dijeron: Señor, ya tiene diez minas. Díjoles: Os digo que a todo el que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Cuanto a esos mis enemigos que no quisieron que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y, delante de mí, degolladlos. Y diciendo esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, en el monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, y, entrando en ella, hallaréis un pollino atado, que todavía no ha sido montado por nadie; desatadlo y traedlo." Y si alguno os dijere: ¿Por qué lo soltáis? diréis así: El Señor tiene de él necesidad. Fueron los enviados y lo hallaron así como les había dicho. Desatando ellos el pollino, les dijeron sus amos: ¿Por qué desatáis el pollino? Les respondieron: El Señor tiene necesidad de él. Lo llevaron a Jesús, y, echando sus mantos sobre el pollino, montaron a Jesús. Según El iba, extendían sus vestidos en el camino. Cuando ya se acercaba a la bajada del monte de los Olivos, comenzó la muchedumbre de los discípulos a alabar alegres a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: ¡Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. El contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras.
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